viernes, noviembre 23, 2012

La violencia contra las mujeres: un problema de Estado

JUDITH LÓPEZ GUEVARA

Ciudad Caracas La violencia de género, es simplemente una violación de los Derechos Humanos, por tanto es un problema de Estado, el cual debe crear condiciones para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos, impulsando cambios en los patrones socio-culturales que sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres y favorecer, la construcción de una sociedad democrática, participativa, paritaria y protagónica.

Cada día, miles de mujeres en el mundo son víctimas de maltrato, muchas de ellas mueren a causa de las golpizas recibidas, otras deben ser sometidas a tratamiento psicológico de por vida para superar los traumas. De acuerdo con el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi la mitad de las mujeres que mueren por homicidio son asesinadas por sus maridos o parejas actuales o anteriores, porcentaje que se eleva al 70% en algunos países.

La mayoría de las víctimas de agresiones físicas, se ven sometidas a múltiples actos de violencia durante largos períodos. En más de la mitad de estos casos se producen también abusos sexuales. En algunos países, hasta una tercera parte de las niñas señalan haber sufrido una iniciación sexual forzada.

Las denuncias de casos ante las autoridades son pocas, por un lado porque las víctimas se mantienen en espera de un cambio espontáneo de su agresor y por el otro, porque aceptan las disculpas de quien arremete contra ellas y creen en la promesa de que “no volverá a ocurrir”.También influye el temor al prejuicio social, la dependencia económica y la falta de esperanzas en la eficiencia de los trámites jurídicos.

En las dos últimas décadas en el ámbito mundial, se han concretado importantes avances en la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Se establecieron los derechos de la mujer como derechos humanos y la lucha contra la violencia de género se ubicó de manera significativa en la agenda internacional, como un lineamiento de acción de carácter supranacional.

Venezuela ha dedicado un gran esfuerzo en prevenir y sancionar las diferentes manifestaciones de la violencia de género en los diversos espacios donde se perpetúa la desigualdad social entre hombres y mujeres. En este sentido, el Estado ha suscrito y cumple con los marcos jurídicos internacionales sobre la materia entre los que destacan: la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Cedaw (1981) y su Protocolo Facultativo (1999); la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing- 1995) y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer o Convención Belém Do Pará (1994), entre otros.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sancionada en 1999, no sólo dispone que todas estas convenciones y acuerdos tienen un carácter vinculante para el país; es decir, que prevalecen en el orden interno, siendo sus disposiciones de aplicación directa e inmediata por los tribunales y demás órganos del poder público, sino que va más allá: tiene visión de género que se expresa desde el preámbulo hasta las disposiciones finales, entretejida con el principio de la corresponsabilidad, lenguaje no-sexista y reconoce, entre otros derechos, la igualdad y equidad de hombres y mujeres, el derecho de las amas de casa a la seguridad social y el valor al trabajo doméstico.

La Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, es el más reciente y completo instrumento legal del que dispone el país para enfrentar la violencia contra la mujer. La misma constituye una medida de acción positiva, que garantiza la norma constitucional del derecho a la vida y a la integridad física, psíquica y moral de la víctima. Es tan avanzada que reconoce 19 tipos de violencia.

A pesar del esfuerzo que se hace, de las leyes sancionadas y las estructuras o instituciones creadas por el Estado para combatirla, la violencia machista sigue siendo un problema grave, pues su raíz está en el sistema patriarcal, que convierte la trivial diferencia física entre mujeres y hombres, en desigualdad económica, social y cultural, mediante la afirmación de que los hombres son más valiosos que las mujeres, y somete a éstas al dominio de aquéllos.

El capitalismo nos divide en clases: la dominante representada por los propietarios de los medios de producción y la dominada que nos vemos obligadas y obligados, a vender nuestra fuerza de trabajo para subsistir. En este sistema socio-económico, la mujer es considerada sólo en buena medida como reproductora biológica, explotada tanto en el trabajo como en el hogar, pues este es el circuito capitalista y de allí la violencia de género.

El capitalismo se retroalimenta del patriarcado, creando un sistema de opresión cultural que invisibiliza a la mujer. Por eso es importante, en la implementación de estrategias de prevención de la violencia de género, desmontar los patrones socioculturales impuestos desde el capitalismo, un modelo socio-económico que no le da valor al ser humano, que establece una clara división entre lo sexual y lo social. Al respecto dice el presidente Hugo Chávez: “El capitalismo ha tratado siempre de reducir a la mujer a un fetiche, a un símbolo sexual, a un objeto”.

En estos últimos tiempos, las mujeres organizadas hemos conquistado espacios en los ámbitos político, cultural, social y económico. En esta lucha por la conquista de nuestros derechos muchas mujeres han muerto, tal es el caso de las que fallecieron en el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York el 25 de marzo de 1911. Siendo este el desastre industrial más mortífero en la historia de esa ciudad y el cuarto por el número de muertes en un accidente industrial de EEUU. Esta tragedia cegó la vida de 140 jóvenes en edades comprendidas entre 16 y 23 años, provenientes en su mayoría de Europa. Hechos como estos nos demuestran cómo el capitalismo salvaje arremete contra los derechos humanos, en este caso el derecho de las mujeres, que simplemente solicitaban reivindicaciones de sus espacios laborales que eran infrahumanos, acompañados de 18 horas diarias de trabajo. En recuerdo de esta lamentable tragedia, se conmemora a nivel mundial el 8 de marzo el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”.

En las pasadas elecciones del 7-O Venezuela ratificó el modelo socialista, porque estamos convencidas y convencidos que la erradicación de la violencia de género, sólo será posible en una sociedad de iguales, donde se respeten las diferencias del uno por el otro, dando primacía a lo humano.

Finalmente, la lucha por la liberación de las mujeres, no es contra los hombres, sino al lado de ellos, para lograr una sociedad justa para ambos, en la que no exista la explotación de los seres humanos y humanas y en la que podamos vivir en igualdad de condiciones y derechos.

La autora es Analista Política y Defensora de los Derechos Humanos.

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