A pesar de los avances registrados en educación y acceso al trabajo de las mujeres a partir de la Conferencia de Beijing en 1995, la desigualdad de género ligada a la disparidad social continúa limitando el empoderamiento económico de las latinoamericanas y caribeñas, señala la Red Internacional de Género y Comercio (IGTN, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con Alma Espino co-coordinadora de IGTN, el empoderamiento económico de las mujeres de América Latina y el Caribe es restringido por el deterioro laboral en el que se ocupa la mayoría de las mujeres de la región, “tienen trabajos informales, mal pagados, sin seguridad social”, cita esta Red en su boletín trimestral.
Y es que, más de la mitad de las 100 millones de trabajadoras de Latinoamérica y el Caribe trabajan en la economía informal, y aún dentro de esta actividad la calidad de sus empleos es inferior, perciben menores ingresos, carecen de seguridad social, y son segmentos más “precarios” como el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado, según el informe Trabajo y familia: Hacia nuevas formas de conciliación con responsabilidad social.
El texto elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización Internacional del Trabajo, advierte también sobre la escasa cobertura de seguridad social para las personas en edad de trabajar, que afecta principalmente a las mujeres.
Espino refiere en la publicación que la segregación ocupacional y las brechas de ingresos persisten en todas las regiones del mundo. Las mujeres continúan ausentes de las decisiones respecto a la asignación de los recursos económicos y financieros, y oportunidades.
Añade que la Plataforma de acción de Beijing, la cual establece entre sus objetivos lograr el empoderamiento económico de las mujeres, comenzó a operar en un escenario caracterizado “por el auge de la liberalización y la desregulación económica, y las privatizaciones”, factores que obstaculizan el cumplimiento de esta meta.
TIEMPOS DE CRISIS
El panorama empeoró en 2008, debido a la crisis económica internacional. Pues a pesar de que varios países lograron reducir la inflación y recuperar el equilibrio fiscal, no se consiguió el prometido crecimiento económico fuerte y sostenido.
La crisis operó sobre una conocida estructura de grandes desigualdades sociales, ya que la pobreza para toda la región es 1.15 veces mayor en mujeres que en hombres, es más alta para las mujeres en todos los países latinoamericanos, aseguró Alma Espino, en el boletín de la IGNT.
Esta desigualdad es más grande en países como Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Chile y Uruguay, en éstos la pobreza es de 1.21 a 1.35 veces mayor en las latinoamericanas que en los hombres, según reportó la Organización Internacional del Trabajo, en 2009.
Las respuestas frente a la crisis tienen que complementar y no ir de manera paralela o contraria a los planes y programas a largo plazo para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
La coordinación entre las autoridades económicas y sociales debe asegurarse a través de sistemas eficaces que incorporen las prioridades sociales efectivamente en el diseño de la política económica, es decir de la política monetaria, fiscal, productiva o tecnológica, concluyó el texto.
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