Noticias de Navarra Paloma Uría Ríos Historiadora y miembro de la corriente de opinión Otras voces feministas. Educadora y ex diputada por Izquierda Unida en el Parlamento de Asturias, ha dedicado su actividad vital a la literatura y el feminismo. Acaba de editar el libro 'El feminismo que no llegó al poder', una historia del movimiento feminista durante la transición política en España
Palabras como feminismo o feminista, ¿qué connotación social arrastran?
Evocan, sin duda, muchas cosas buenas. Pero también es cierto que esas palabras tienen una carga peyorativa difícil de desterrar. Es bastante frecuente que algunas personas digan: "Sí, estoy de acuerdo contigo, pero yo no soy feminista". Eso responde a una connotación negativa que viene ya del siglo XIX cuando algunas mujeres se decidieron a intervenir, de manera pública, en la vida política y social. Se ha dado en considerar también al feminismo como una especie de revancha. A ello responden esas expresiones tan repetidas como "vosotras queréis dar la vuelta a la tortilla" o "pretendéis que los hombres dejen de mandar y que manden las mujeres". O también esos lugares comunes como decir: "las feministas son todas lesbianas", frase que alude a la dificultad social para aceptar la homosexualidad entre mujeres. Creo yo que, en un movimiento pendular, todo eso se ha ido olvidando y ser feminista se ha convertido en algo políticamente correcto.
Usted, como fundadora, militante y analista ¿Cómo ve al feminismo?
Me parece que hay que diferenciar a los movimientos sociales de la teoría feminista. No hay una sola teoría feminista, sino muchas. Ha habido intentos fallidos de hacer un gran relato, y muchas mujeres teorizando sobre determinados aspectos, con posiciones bastante controvertidas. El movimiento feminista en nuestro país ha sido muy activista, pero no ha desarrollado teorías ni propuestas acabadas. Su pensamiento es difuso y vago, pero, sin duda, fuertemente cargado de ideología.
Palabras como feminismo o feminista, ¿qué connotación social arrastran?
Evocan, sin duda, muchas cosas buenas. Pero también es cierto que esas palabras tienen una carga peyorativa difícil de desterrar. Es bastante frecuente que algunas personas digan: "Sí, estoy de acuerdo contigo, pero yo no soy feminista". Eso responde a una connotación negativa que viene ya del siglo XIX cuando algunas mujeres se decidieron a intervenir, de manera pública, en la vida política y social. Se ha dado en considerar también al feminismo como una especie de revancha. A ello responden esas expresiones tan repetidas como "vosotras queréis dar la vuelta a la tortilla" o "pretendéis que los hombres dejen de mandar y que manden las mujeres". O también esos lugares comunes como decir: "las feministas son todas lesbianas", frase que alude a la dificultad social para aceptar la homosexualidad entre mujeres. Creo yo que, en un movimiento pendular, todo eso se ha ido olvidando y ser feminista se ha convertido en algo políticamente correcto.
Usted, como fundadora, militante y analista ¿Cómo ve al feminismo?
Me parece que hay que diferenciar a los movimientos sociales de la teoría feminista. No hay una sola teoría feminista, sino muchas. Ha habido intentos fallidos de hacer un gran relato, y muchas mujeres teorizando sobre determinados aspectos, con posiciones bastante controvertidas. El movimiento feminista en nuestro país ha sido muy activista, pero no ha desarrollado teorías ni propuestas acabadas. Su pensamiento es difuso y vago, pero, sin duda, fuertemente cargado de ideología.
El movimiento feminista ha pretendido con toda claridad defender los intereses de las mujeres, y alcanzar libertad, autonomía e igualdad respecto a los hombres. Es un movimiento que reivindica derechos y pretende -esto me parece lo más novedoso en su etapa contemporánea- revolucionar las relaciones interpersonales. En este sentido ha ido mucho más allá que otros movimientos sociales, al buscar cambiar las relaciones entre hombres y mujeres en un sentido más armónico y más igualitario. Y eso, creo yo, le da al feminismo un carácter más ético que político.
¿Cuáles son los hitos históricos del feminismo occidental?
El feminismo tuvo una primera fase en la segunda mitad del siglo XIX en los países más industrializados. Surgió entre mujeres de la clase media que se plantearon alcanzar la igualdad en los códigos de derecho civil y se movilizaron por el derecho al voto, por eso se les conoce como sufragistas. Su actividad coincidió en el tiempo con el auge del socialismo, de la Segunda Internacional, que reclamaba la igualdad de salarios y el derecho al voto, y se enfrentó con las sufragistas por considerarlas pequeñoburguesas. Después del largo periodo de guerras mundiales y entreguerras, el feminismo volvió a cobrar fuerza en occidente vinculado a los movimientos contraculturales de los años 60 y aupado por grupos de izquierda radical. En España irrumpió tras la muerte de Franco y se convirtió en un movimiento muy activista, asambleario, e independiente de instituciones y de partidos políticos. La Coordinadora de Organizaciones Feministas celebró, entre 1979 y 2009, 5 encuentros de debate con nutrida asistencia, de entre 3.000 y 4.000 mujeres, a cada uno de ellos.
¿Qué reivindicaciones principales ha planteado el feminismo?
En nuestro país, después de la dictadura, el movimiento feminista se movilizó, con gran presencia en la calle, por objetivos como la "Amnistía para las olvidadas" (mujeres que permanecían en la cárcel en base a leyes franquistas que penaban el adulterio, la prostitución y el aborto), el derecho al divorcio, el libre acceso a anticonceptivos, la despenalización del aborto (hubo encierros de mujeres en todas las Audiencias territoriales), y por una ley contra la violencia de género. También, en el ámbito laboral, ha peleado por la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo y la equiparación en las retribuciones salariales, y ha denunciado "la doble jornada" de trabajo, retribuido y doméstico, que han tenido que soportar las mujeres. Además ha reclamado la coeducación, y el derecho a disfrutar el placer sexual.
¿Por qué razones el movimiento feminista ha sido algo exclusivo de mujeres?
Esa fue una opción deliberada. En el momento en que nació no podía ser de otra forma, porque la mujer estaba en un segundo plano y tenía poca confianza en su capacidad de acción y presencia pública. Era precisa la visibilidad de la mujer. La opción fue acertada. Pero, vista con ojos de hoy, se aprecia que generó hostilidad primero, y después una continuada inhibición masculina. Muchos varones minusvaloran las reivindicaciones femeninas y están acostumbrados a inhibirse ante ellas.
Una cuestión polémica, dentro del feminismo, ha sido la de la identidad de la mujer.
Existía la necesidad de crear una subjetividad femenina, y las mujeres, al reunirnos en asambleas y grupos de autoconciencia fuimos creando conciencia de nuestra identidad. Llegamos a sentir el orgullo de ser mujeres y dejamos de ser el "segundo sexo", como diría Simone de Beauvoir. Pero, al querer definir qué significa ser mujer, aparecieron los problemas y el movimiento se dividió. Eso fue a cuenta de los estereotipos femeninos (ser más comunicativas, más pacíficas, más cercana a la naturaleza, más intuitivas, menos racionales) por contraposición total y enfrentada a los estereotipos masculinos. De ahí surgió una polémica en torno a los valores humanos: ¿Se podía defender esas diferencias como algo esencial o eran sólo rasgos culturales? Es entonces cuando surgió la división entre el feminismo de la diversidad y el de la diferencia.
Ante la sexualidad ha habido también posiciones divergentes.
El debate feminista ha puesto de relieve la diferencia entre sexualidad y genitalidad. La mujer descubrió su propio cuerpo y su capacidad de sentir placer. Hubo, en ese proceso, quienes dieron más importancia a la parte física y mecánica, que a la parte simbólica del placer sexual. Y quienes afirmaron que las mujeres se excitaban mejor sin que hubiera penetración vaginal. Y así llegaron a asegurar que era más feministas aquellas mujeres que no realizaban el coito. Apareció así una sexualidad normativa, una tendencia a establecer normas por encima de los deseos y opiniones de las mujeres. Un feminismo radical proveniente de Norteamérica y de los países escandinavos consideraba que la raíz de la opresión de las mujeres estaba en la opresión de su sexualidad. Aseguraban que los hombres explotaban la sexualidad de la mujer, y que la sexualidad masculina era agresiva, violenta y genital. Algunos grupos, en los Estados Unidos, se manifestaron radicalmente contrarios a la pornografía y alcanzaron un tinte puritano que coincidió en el tiempo con las políticas ultraconservadoras del presidente Reagan. Hoy existe un amplio acuerdo en que cualquier relación sexual libremente consentida entre personas es liberadora. Pero suele suceder a menudo en la vida de los grupos humanos que aparezca una "vanguardia" con la pretensión de dar certificados acerca de "quién es de verdad" tal o cual cosa, feminista o lo que sea.
¿Cuál es hoy la situación del feminismo?
Creo que no existe hoy un movimiento social feminista activista y reivindicativo como el de años atrás. Sigue habiendo mucho debate, investigación y encuentros. Pero, sobre todo, hay multitud de grupos organizados de mujeres. Los Institutos de la Mujer, estatal y autonómicos, y otras instituciones han absorbido muchas reivindicaciones. Y los movimientos asociativos han perdido su carácter transgresor; quieren cambiar algunas cosas, pero no pretenden cambiar radicalmente las relaciones y modos de vida de las personas. Entre tanto, se sigue atendiendo a la desigualdad entre hombres y mujeres, pero se tiene poco en cuenta las desigualdades entre mujeres dentro de nuestra sociedad; no se debe legislar igual para todas, volviendo la espalda, por ejemplo, a mujeres en paro, inmigrantes o prostitutas. Hay poco esfuerzo por implicar a los hombres en estas tareas de equidad.
¿Qué opinión tiene acerca de la ley sobre violencia de género?
Era necesaria una ley específica que contemplara de manera específica la violencia de los hombres contra las mujeres, pues se trata de un problema social grave y concreto. Otras formas de violencia contra las personas ya están contempladas en el código penal. La ley tiene una pretensión integral de prevenir y educar, y también de rehabilitar al agresor. Pero creo que concede demasiado peso a los aspectos penales, y se penalizan tanto delitos como faltas. También me parece excesiva la obligación de presentar denuncias para acceder a determinadas ayudas de vivienda o prestaciones económicas, porque existen mujeres que no quieren denunciar, bien porque tienen miedo, o porque no desean que su pareja vaya a la cárcel, o porque son inmigrantes que, denunciando, ponen en riesgo su permiso de residencia en nuestro país. Tampoco me parece satisfactorio el tratamiento que da la ley al acceso a la custodia compartida de los hijos.
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