La historiografía tradicional está determinada por la ideología, la mentalidad, intereses individuales o de grupo, de quienes la narran e interpretan. Bajo la óptica androcéntrica sólo serán consideradas aquellas gestas de mujeres cuyas protagonistas se asemejan a las que son ensalzadas como llevadas a cabo por hombres. No se ha necesitado prueba alguna, para atribuir cualquier descubrimiento de origen ignorado a los hombres. Siempre se supuso que ha sido él el autor de cualquier invención o gesta que ha significado un hito histórico. Lo que no es así.
Desde los primeros albores
La interpretación de los restos prehistóricos es un buen ejemplo. En las excavaciones arqueológicas aparecen puntas de flechas y hachas, pero también restos de cerámica e índices de la utilización del fuego. El investigador androcéntrico proyecta su propia idea al darle un significado. Nos habla de la invención de las armas y se la atribuye al hombre, también el descubrimiento del fuego, de la agricultura, de la cerámica.
Si es cierto que la primera actividad de los hombres en la prehistoria era la caza, que les hacía permanecer largo tiempo fuera del poblado, mientras las mujeres quedaban al cuidado de los niños/niñas, recolectaban frutos, preparaban la comida -para lo cual necesitó el fuego y la cerámica-, cuidaban a los hijos/hijas; resulta impensable que los hombres, mientras recorrían ciertas extensiones de terreno en la búsqueda de la caza, tuvieran las circunstancias adecuadas y la disponibilidad necesaria para realizar estos inventos, los enseñara a las mujeres en sus cortos encuentros y renunciara a ellos para seguir cazando.
De hechos no probados se constituye en mayoría la prehistoria, pero en los últimos años, cada vez más, van apareciendo claros indicios, a través de estudios más a fondo y no sesgados de la mitología, de las ciudades primitivas, de nuevas investigaciones arqueológicas, que ponen en evidencia el ocultamiento desde la mirada androcéntrica, del papel que jugaron las mujeres en ese periodo.
Por ejemplo, investigaciones recientes sobre el arte pictórico prehistórico que se encuentra en importantes cavernas-museos del mundo, ponen en duda que las pinturas hayan sido hechas sólo por hombres, y en algunos casos, las investigaciones concluyen asegurando que hubo pintoras y no pintores, en numerosas cavernas.
En la Colonia
Los ‘Cronistas de Indias’ Bernal Díaz del Castillo, Garcilaso de la Vega y Fuentes y Guzmán, López de Gómara y Fernández de Oviedo, se olvidaron misteriosamente de mencionar en sus relatos a las mujeres de la Colonia. Y sin las mujeres en ese proceso, el colonialismo español, queda a nuestro entendimiento solo, como la cruzada bélica de un imperio europeo hacia las regiones habitadas por pueblos autóctonos de América Latina y el Caribe, en nuestro caso.
Estos cronistas borraron de sus relatos a las mujeres y al ámbito doméstico. Lo que no es de extrañar, porque hasta nuestros días se le resta importancia a todo aquello que significa el ámbito de la vida cotidiana, lo que descalifica a las mujeres que actúan y trabajan en ese espacio.
Los cronistas no relatan que las mujeres, blancas, indígenas, están presentes en Latino América y el Caribe, en su rol, desde el primer momento. De lo que sí no cabe duda es que las autóctonas, las del “Nuevo Mundo” (las indígenas), ya estaban aquí antes del 12 de Octubre de 1492. Pero, es que además, quiénes escribieron la historia colonial, también ignoraron la presencia de las mujeres en la esfera económica y política.
En el año 1502 comienzan a llegar a América Latina y el Caribe las primeras mujeres españolas No se conoce su número ni sus nombres; las primeras en llegar fueron mujeres “sin linaje”, que se vieron expuestas a la violencia de género (violadas, regaladas, trasegadas); llegan después mujeres que formaban parte de “familias principales”, porque en el primer período de la conquista los españoles no trajeron a sus mujeres. Sólo cuando el saqueo de los colonizadores ya era hecho consumado y el poder estuvo consolidado, éstas llegaron en calidad de esposas, hijas y hermanas.
Los cronistas, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Calixto Túpac Inca, Guaman Poma de Ayala, Betanzos, Molina y Arriaga, relatan que los españoles tomaban a la fuerza a las mujeres sin importarles que fueran casadas, viudas o solteras, y que las utilizaban para estar a disposición del antojo y el deseo. Que algunos sacerdotes las tenían como cocineras, para que les tejieran sus ropas y vivieran con ellos, y que cuando se cansaban de ellas las regresaban a sus casas con los hijos habidos.
No es casual, entonces, que el mayor índice de mortalidad materna en la Colonia fuera ocasionado por prácticas abortivas, no obstante que el aborto estaba prohibido por disposición de los Papas Sixto V y Gregorio XIV, y que según el Concilio de Iliberi se negaba a la madre y a sus “cómplices” la absolución en artículo de muerte ¿Qué pasó con estas mujeres víctimas de la violencia de género extrema y del maltrato? ¿Qué actitud asumieron, y cómo demostraron su resistencia frente al conquistador? Habría que emprender la tarea de la búsqueda de fuentes.
En la Independencia
“Los héroes de la Independencia murieron por la Patria”, fue lo que nos enseñaron las maestras, que nosotras tuvimos en la escuela primaria, de eso hace ya más de 50 años, es el caso de quien escribe esta crónica. Mucho valoraban nuestras queridas maestras, de la época del ‘Dictado’, eso del aceptar morir voluntariamente por la Patria, la inmolación, de los héroes varones independentistas, registrado en la historiografía nacional.
No vamos a entrar a discutir hoy aquí el honor y el mérito que reviste la participación de los héroes patrios, que sin duda fue mucho. Pero lo que si nos parece exagerado, transcurridos 200 años, es la exaltación del holocausto individual del héroe, e incurrir en el ‘Mito del Héroe’, que desde lo simbólico justifica “de derecho” la subordinación ‘de hecho’ de las mujeres al ‘héroe’.
Por supuesto que, los documentos históricos androcéntricos, de muy de fácil acceso, dan constancia de estos personajes héroes y de sus gestas; por supuesto que sus acciones y decisiones influyeron poderosamente en la marcha del pueblo por la Independencia; pero, por supuesto que, un héroe, sin soldados y sin soldadas, sin mujeres en combate que también cumplieran con el rol de cuido del ejército, él sólo, el héroe, no hubiera conseguido nada.
Pero las niñas que acuden a la escuela primaria en Venezuela en el año 2010, se encuentran en sus textos escolares con una historia oficial que endiosa al héroe varón. Aunque luchar por la Patria y la libertad, en todos los frentes, fue también tarea de las mujeres del período independentista, pero ellas siempre han sido presentadas solo como compañeras de los hombres héroes que hicieron la Independencia, o bordando banderas, o haciendo colectas para armar los ejércitos.
Las mujeres tuvieron una decidida e importantísima participación en la Independencia de todos los países de nuestra región. Hay heroínas de América Latina y el Caribe que pertenecían a la élite de los países, pero no solo son éstas las heroínas, sino que de igual manera lo son, las que trabajaban clandestinamente y que trasmitían mensajes, recolectaban dinero, y tambien marchaban con la tropa; mujeres que además se dedicaban al trabajo doméstico en el trajín de la guerra, para el cuido del ejército en marcha; que sanaban heridas, que cuidaban a los heridos en combate, a los enfermos, y que cuando éstos morían se encargaban de enterrarlos y orar por ellos. Son esas, las mujeres, que estuvieron adelante y atrás, las que ni siquiera son imaginadas, ni nombradas ni homenajeadas.
Escribir nuestra historia
La tarea de escribir la historia de las mujeres, nos plantea, en primer lugar, el desafío de afirmar que las mujeres son parte de la Historia, y que han sido ignoradas y excluidas, por valores patriarcales y por la concepción androcéntrica, que sitúa al hombre como elemento central y único del desarrollo histórico; lo que ha impedido una lectura apegada a la realidad de la participación de las mujeres en los procesos sociales e históricos. A lo que hay que agregar, la necesidad de confrontar al clasismo y racismo, que tambien opera como mecanismo para invisibilizar a mujeres negras e indígenas, en nuestra región.
En segundo lugar, el desafío de subvertir el orden de la simplicidad y del sesgo que hasta ahora ha tenido la historia oficial, donde las mujeres aparecen como colaboradoras, esposas o amantes, de los héroes; y para ello, en tercer lugar, el desafío de emprender la tarea de desmontar el ‘Mito del Héroe’, en todos los niveles y en todas las múltiples facetas, para hacer aparecer la realidad ocultada, que es la gesta colectiva de fuerzas sociales (hombres y mujeres) como motor de la Historia y de los cambios sociales.
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