Hace tres décadas, Gertrude Chebet, de 14 años, su hermana y otras adolescentes se dirigieron al río Amana para una ceremonia que les cambiaría la vida para siempre. Desde que era niña le hablaban del día en que se convertiría en mujer. La convencieron de que sería un gran cambio y de que debía esperar aquel momento con alegría.
Cuando llegó aquella fría mañana, ella y su hermana atravesaron la selva desde su aldea, en el este de Uganda, hasta donde se realizaría la ceremonia de iniciación. Para Chebet, resultó ser el día más terrible: iba a ser sometida a una mutilación genital.
“Una de las ancianas que supervisaba la circuncisión nos tomó una muestra de saliva, de orina y un vello público y enterró todo. Luego nos ordenó que nos acostáramos en el piso. Tras el primer corte, me desmayé y no recuerdo nada de lo que ocurrió después”, relató.
Al igual que a las otras adolescentes, no le permitieron recurrir a medicamentos. La obligaron a usar orina de vaca para limpiar la herida, como indica la costumbre.
Chebet hoy es maestra y preside la Iniciativa de Mujeres en Paz de Kapchorwa/Bukwo, que aboga por una legislación contra la también llamada circuncisión femenina.
Cuando llegó aquella fría mañana, ella y su hermana atravesaron la selva desde su aldea, en el este de Uganda, hasta donde se realizaría la ceremonia de iniciación. Para Chebet, resultó ser el día más terrible: iba a ser sometida a una mutilación genital.
“Una de las ancianas que supervisaba la circuncisión nos tomó una muestra de saliva, de orina y un vello público y enterró todo. Luego nos ordenó que nos acostáramos en el piso. Tras el primer corte, me desmayé y no recuerdo nada de lo que ocurrió después”, relató.
Al igual que a las otras adolescentes, no le permitieron recurrir a medicamentos. La obligaron a usar orina de vaca para limpiar la herida, como indica la costumbre.
Chebet hoy es maestra y preside la Iniciativa de Mujeres en Paz de Kapchorwa/Bukwo, que aboga por una legislación contra la también llamada circuncisión femenina.
Es una larga y dura lucha cambiar una antigua tradición que se practica en diferentes regiones del mundo y que en Uganda implica cercenar el clítoris y mutilar otras partes del órgano sexual femenino.
Las autoridades ugandesas no han logrado detener esa práctica ritual, condenada a principios de este año por el propio presidente Yoweri Museveni. Su gobierno, por falta de votos en el parlamento, no ha podido promover una ley que la prohíba.
En las comunidades donde la circuncisión femenina es algo común, es difícil que elijan a candidatas a cargos de poder que no se la hayan realizado. Incluso algunas mujeres han perdido elecciones por hacer campaña contra la práctica.
Jane Frances Kuka, ex ministra de Género y ex legisladora por el distrito de Kapchorwa, donde la mutilación genital está prohibida, perdió su asiento parlamentario por hacer campaña contra esa práctica tradicional, observada por las etnias sabiny, sebei y pokot.
“Es común que las niñas se desangren después de la circuncisión. Algunas tienen infecciones o se mueren de tétano. Muchas otras sufren problemas que luego las afectan durante el parto”, explicó Chebet.
Los consejos de los distritos de Kapchorwa y Bukwo aprobaron en 2007 una serie de ordenanzas municipales que prohíben la ablación genital, pero no suelen ser respetadas. En diciembre del año siguiente, unas 40 adolescentes de la primera localidad y más de 100 de la segunda fueron sometidas al ritual de iniciación.
Se necesita una ley nacional, indicó Chebet, pero reconoció que hay una gran resistencia a abolir la práctica, en especial de quienes tienen aspiraciones políticas..
Uganda es signataria del Protocolo de Maputo, adoptado por la Unión Africana, que garantiza los derechos de las mujeres y se opone a la mutilación genital, pero no ha aprobado aún ninguna ley para prohibirla.
El gobierno de Museveni ha sido aclamado en conferencias internacionales de mujeres por promover la emancipación femenina, pero se ha demorado en prohibir del todo la ablación genital.
Musevini obtuvo amplio respaldo en los distritos de Kapchorwa y Bukwo, en parte porque no interfirió con las tradiciones culturales, como la práctica de la circuncisión.
En abril de 2007, la organización Derecho y Defensa de las Mujeres en Uganda presentó una petición ante el Tribunal Constitucional para prohibir la práctica. Las activistas arguyeron que se trataba de una violación de sus derechos fundamentales y una forma de tortura y un trato inhumano y cruel.
Las Cámaras de la Fiscalía General, presididas por el fiscal general y el Ministerio de Justicia, pidieron al tribunal que rechazara el petitorio, pero éste aún no ha comunicado su fallo.
La ministra de Cultura, Roukia Nakadama, dijo que el gobierno ahora estaba resuelto a trabajar con las comunidades donde se practican ablaciones, y que apoyará un proyecto de ley presentado en el parlamento para prohibirlas.
El legislador y médico Chris Baryomunsi es el autor de la iniciativa. El parlamentario dijo a IPS que se sentía obligado a hacer algo por las mujeres ugandesas que sufren de las circuncisiones.
“Siento dolor y tristeza de que esto continúe en Uganda. Esas mujeres, voluntaria o involuntariamente, son sometidas a métodos crueles para cortarles partes de sus cuerpos sin ningún beneficio médico. Tuve que dar un paso para pelear contra esta injusticia”, afirmó.
Baryomunsi es respaldado por algunas activistas y por la vicepresidenta del parlamento, Rebecca Kadaga.
El proyecto propone duras penas para curanderos tradicionales y padres que promuevan la mutilación genital, de hasta 15 años de prisión. También establece que el consentimiento de la joven o mujer no es una defensa válida, dado que la práctica supone serios riesgos para la salud.
La Organización Mundial de la Salud presentó en 2006 un primer estudio sobre los efectos nocivos de la mutilación genital, indicando que las mujeres que han sido víctimas de la práctica tenían más probabilidades de padecer dificultades durante el parto, y sus hijos tenían más probabilidades de morir.
Incluso a los candidatos hombres el tema de la mutilación femenina les ha planteado problemas entre los ancianos de las comunidades, celosos de sus tradiciones.
“Algunas personas han perdido (las elecciones) por el lenguaje que usan contra la mutilación genital femenina. Yo personalmente he hablado en contra, subrayando sus aspectos negativos”, señaló el parlamentario John Yeko, del condado de Kween.
La situación no es diferente en la vecina Kenia. La parlamentaria Linah Jebbi dijo que el tema siempre aparece durante las elecciones, y reconoce que ella misma pudo haber perdido los últimos comicios por su postura contra las ablaciones si no hubiera apoyado a la vez otras campañas por los intereses de las comunidades locales, como una por la paz entre las tribus pastorales.
A sus 46 años, muchos ancianos la siguen considerando una “niña” a la que no se le puede confiar una responsabilidad de liderazgo.
“Hoy acepto que soy una niña según sus ideas, pero les digo que para ser un líder, para integrar el parlamento, hay que ser un servidor. ¿Y a quién envían para servir? No envían a un adulto, envían a un niño”, afirmó Jebbi.
En muchas culturas africanas tradicionales, es costumbre enviar a niños y niñas para hacer recados.
Por su parte, Kukas dijo a IPS que la mayoría de los políticos hombres utilizan la mutilación genital y la cultura patriarcal como argumentos para socavar a las mujeres que hacen campaña. Si una política no ha sido sometida a una ablación, será un tema que usarán en su contra.
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