Economía (Oikos+Nomos) significa, etimológicamente, normar o administrar la casa (para atender las necesidades familiares). La celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora nos invita a realizar alguna reflexión sobre la relación actual entre economía y mujer. Parece evidente que ella es la principal e indiscutible responsable del cuidado del hogar y de la familia. Pero, ¿le otorga lo anterior el protagonismo “económico” que por la definición de “Oikos nomos” le correspondería? Evidentemente no.
El antiguo concepto aristotélico de economía queda, en nuestra sociedad capitalista patriarcal, totalmente desfasado. Adam Smith, a quien se le otorga el mérito de ser el padre de la Economía Política, expuso su teoría de la ‘mano invisible‘, base sobre la que ha venido levantándose toda la estructura que ha ido configurando la actual economía capitalista. Su mano invisible hacía referencia a una organización libre del mercado que asignaría eficiente y eficazmente los bienes y servicios de una sociedad entre esa sociedad individualmente considerada.
Aquí planteamos otro concepto diferente de mano invisible. Manos femeninas invisibilizadas que hoy se enfrentan en solitario al problema de conciliar tiempos y trabajos. Tiempos y trabajos que, además de invisibles y no reconocidos, suponen una herramienta para mantener la economía capitalista patriarcal. Hoy nos movemos en una situación dual en la que los hombres -esfera pública- nos regimos por criterios económico mercantiles de éxito, poder, propiedad, etc. que cuentan con un alto reconocimiento social. En cambio, las mujeres -esfera privada (o doméstica)- se rigen por la satisfacción de unas necesidades más subjetivas, basadas en sentimientos y lazos afectivos, que no son mercantilizables y que no gozan de reconocimiento social.
Y, aunque el modelo ‘male breadwinner‘ esté experimentando transformaciones hacia un modelo donde la mujer tiene un papel de doble presencia/ausencia, estas manos invisibles reflejan una situación de verdadera explotación femenina como unidad doméstica. Sin estas manos invisibles la subsistencia familiar nunca habría estado garantizada. Sin estas manos invisibles el modelo masculino de participación laboral no sería generalizable.
Se nos plantea un reto. O una revolución. Continuar con el paradigma hegemónico mercantil que opta por el beneficio económico, o avanzar hacia una sostenibilidad de la vida humana (Carrasco Cristina, 2001) que opta y está al servicio de la persona y la calidad de vida. Hemos de sentirnos cuestionados. ¿Un asunto de mujeres?
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