Al cumplirse un año más de la Comuna de Paris, es muy oportuno destacar la participación de las mujeres revolucionarias, denominadas peyorativamente por las fuerzas reaccionarias y aristocrático-burguesas, les pétroleuses, o sea, las incendiarias.
La presencia y la participación femenina en las luchas políticas y revolucionarias en Francia y en otros países es una constante, incluso, el símbolo de la República francesa está representado por una mujer.
Hasta hace algunas décadas la intervención femenina en las luchas políticas revolucionarias no era motivo de estudio, pese a su destacada participación en los principales acontecimientos de nuestra historia, principalmente a partir de la historia moderna. Ellas Estuvieron presentes, aunque relegadas y marginadas. Esta realidad está siendo cambiada en las últimas décadas por el esfuerzo destacado de las feministas, que osan investigar y comprobar que las mujeres, cerca de un 50% - posiblemente con pequeñas diferencias en uno u otro periodo - de la población en toda la historia de la humanidad, han estado participando de los hechos históricos. Esto atañe sobre todo a las mujeres trabajadoras, que desafiando las ideas preconcebidas y los límites culturales - incluso en contra de los hombres revolucionarios -, conquistaron sus derechos, no solamente como parte integrante de la parcela social mayoritaria, explotada y oprimida, sino también derechos específicos en cuanto mujeres, o como actualmente se definen, sus derechos de género.
La presencia y la participación femenina en las luchas políticas y revolucionarias en Francia y en otros países es una constante, incluso, el símbolo de la República francesa está representado por una mujer.
Hasta hace algunas décadas la intervención femenina en las luchas políticas revolucionarias no era motivo de estudio, pese a su destacada participación en los principales acontecimientos de nuestra historia, principalmente a partir de la historia moderna. Ellas Estuvieron presentes, aunque relegadas y marginadas. Esta realidad está siendo cambiada en las últimas décadas por el esfuerzo destacado de las feministas, que osan investigar y comprobar que las mujeres, cerca de un 50% - posiblemente con pequeñas diferencias en uno u otro periodo - de la población en toda la historia de la humanidad, han estado participando de los hechos históricos. Esto atañe sobre todo a las mujeres trabajadoras, que desafiando las ideas preconcebidas y los límites culturales - incluso en contra de los hombres revolucionarios -, conquistaron sus derechos, no solamente como parte integrante de la parcela social mayoritaria, explotada y oprimida, sino también derechos específicos en cuanto mujeres, o como actualmente se definen, sus derechos de género.
En todas las revoluciones burguesas y proletarias de los siglos XVIII, XIX y XX, “las mujeres con estudios utilizaron las oportunidades que se les ofrecieron de plantear demandas sociales, económicas y políticas radicales, sobre todo aquellas destinadas a transformar el lugar que ocupan las mujeres en la familia y la economía, en concreto mediante la exigencia de derechos e igualdad legales. Sin embargo, las mujeres de la clase baja también participaron, sobre todo cuando los problemas económicos amenazaban su nivel de vida y el de sus familias. Con frecuencia estas mujeres conectaron estas cuestiones con las luchas por el poder y los cambios políticos radicales que tenían lugar e hicieron pleno uso de la oportunidad de presionar a favor de reformas legales y constitucionales. (...) Sin embargo, en líneas generales, los hombres revolucionarios no parece que hayan tenido muy en cuenta los derechos de la mujer. Además, las mujeres rara vez han ido mas allá de apoyar o actuar a través de sus hombres.
De hecho, muchos hombres temían al parecer que las mujeres participasen en actividades políticas. Como consecuencia, los políticos e historiadores varones han ignorado a las mujeres revolucionarias o las han pintado como amazonas y fieras, mientras que muchos hombres radicales se han mostrado a veces poco dispuestos a respaldar los derechos de la mujer, por si acaso parecían unos insensatos a los ojos de los demás hombres.”
LAS MUJERES EN LA REVOLUCIÓN DE 1789
Ya en el año de 1789 y posteriores, las mujeres participan de forma destacada en las luchas revolucionarias. Como uno de los sectores más sensibles a las consecuencias de las crisis, asumen un papel señalado en las movilizaciones contra la escasez, el hambre y la irregularidad en el abastecimiento, mas no se quedan solamente en este frente: empiezan a asumir la lucha y a hacer reivindicaciones políticas de forma cada vez más destacada.
Crean asociaciones destinadas a exigir la defensa de los derechos de las mujeres, como por ejemplo la Sociedad de Mujeres Republicanas Revolucionarias, fundada en febrero de 1793, por Claire Lacombe y Pauline Léon , responsable de diversas conquistas revolucionario-populares. Algunas feministas consiguen destacarse en la defensa de sus derechos y por colocar sus reivindicaciones como parte de las plataformas políticas. De entre éstas se destacan Marie-Jeanne Roland, conocida como “Manon” Roland , discípula de Rousseau y célebre como la philosophe republicana; la holandesa Etta Palm d’Aelders ; Olympe de Gouges , que redactó una Declaración de Derechos de la Mujer; Tréroigne de Méricourt , que se destacó en el grupo Amigos de la Constitución en 1790. Se debe apuntar que la participación de las mujeres en este momento es identificada, por su propio carácter y por el contenido de clases, con la perspectiva burguesa, no incluyendo en sus reivindicaciones el contenido social y igualitario, que sólo surgirá posteriormente.
LAS MUJERES EN LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS EN 1848
En general, la participación femenina en las revoluciones de 1848, durante la primavera de los pueblos, manifiesta un contenido algo distinto de la fase anterior, ya que es destacada la presencia de las trabajadoras y la aparición de las ideas socialistas y comunistas, que defienden la igualdad para las mujeres y la asocian con la emancipación de clase, con la superación del orden existente.
Al igual que en otros momentos revolucionarios, en la Revolución de 1848, en Francia, París destaca como la localidad donde sucedieron el mayor número de manifestaciones proletarias y donde las mujeres participaron más activamente, incluso de forma independiente, tanto en la organización de huelgas y asociaciones gremiales, como reivindicando que el Plan Nacional de Talleres no fuera excluyente para las mujeres y restringido a aminorar sólo las consecuencias del paro masculino. Incluso consiguen que representantes de los gremios de mujeres formen parte de la Comisión Luxemburgo, responsable de analizar y presentar al gobierno provisional, sugerencias relativas a las condiciones de los trabajadores y a sus salarios.
Entre las organizaciones especificas fundadas en este periodo destaca las Vésuviennes, que, en su lucha por las reivindicaciones femeninas, organizaba grupos de mujeres para entrenamientos de contenido militar. El Club para la Emancipación de las Mujeres, la Unión de las Mujeres y la Asociación Fraternal de Demócratas de Ambos os Sexos reivindicaban la igualdad de derechos para las mujeres, el derecho al divorcio y al voto. Se sabe también que muchas mujeres asistieron a las reuniones de la Sociedad Republicana Central dirigida por Blanqui y que, en algunas ciudades de las provincias, surgieron clubes femeninos
“Los defensores de los derechos de la mujer también imprimieron miles de carteles, boletines y proclamas, además de fundar revistas y periódicos, el más importante de los cuales, La Voix des Femmes (La Voz de las Mujeres), abogaba por el divorcio y las guarderías infantiles para las mujeres trabajadoras. Fuera de París, sus esfuerzos tendían a limitarse a exhortar a sus maridos para que pasaran a la acción(...) sin embargo, a medida que el proceso de politización característico de las revoluciones de 1848 se extendía, la participación política de las mujeres tendía a aumentar. Algunas lucharon en las barricadas durante la revolución de febrero, pero fueron muchas más las que participaron en la enconada lucha callejera de junio de 1848. Las mujeres de París lucharon con tanta fiereza como los hombres y constituyeron un pequeño porcentaje del total de muertos, heridos o arrestados. Aunque algunas se limitaron a cargar y limpiar las armas, otras dirigieron grupos de combate integrados sólo por hombres. La actividad política de las mujeres se restringió después de que se reprimiera el levantamiento de los “días de junio”, pero muchas habían aumentado su conciencia social y política.”
Muchas de las activistas femeninas, o mejor, feministas, lucharon no sólo en los acontecimientos de la Revolución de 1848 en Francia, sino que tuvieron un papel político importante en las luchas feministas posteriores, de entre las cuales se destacan: Eugénie Niboyet, responsable de la publicación del periódico parisino Voz de las Mujeres, dedicado a la defensa de los derechos específicos de las mujeres; Jeanne Déroin , fundadora del Club para la Emancipación de las Mujeres; Joséphine Courbois, conocida como la reina de las barricadas, por su actuación destacada en las barricadas en Lyón, y posteriormente en 1871, continuando a su militancia, por su lucha en las barricadas de la Comuna de Paris; Amadine Lucile Aurore Dudevant, conocida como George Sand , intelectual y escritora conocida por sus ideas republicanas y revolucionarias.
En otros países de Europa, la presencia y participación femenina en las luchas revolucionarias de 1848 no alcanzaron el nivel y la intensidad que tuvieron en Francia.
En el Imperio Austro-Húngaro, en Viena y Praga, las mujeres, aunque no haya quedado constancia de que presentaran reivindicaciones especificas, se reunían para tratar de asuntos políticos y publicar periódicos. Hay constancia de que en Praga, en junio de 1848, participaron en las luchas, y en Viena, en octubre, colaboraron en la construcción de barricadas. En Hungría se llegaron a formar dos regimientos femeninos y algunas mujeres, disfrazadas de hombres, se alistaron en las tropas, dándose incluso el caso de dos que alcanzaron el puesto de capitán antes de ser descubiertas. La existencia de organizaciones femeninas se restringe prácticamente a Praga y Viena, dedicándose a apoyar los refugiados políticos e insurgentes encarcelados. El Club de las Mujeres Eslavas, organizado en Praga, se dedicaba a la educación de las mujeres en su lengua patria.
En los Estados Alemanes, en la ciudad textil de Elberfeld, las mujeres participaron en el 31 de marzo de 1848 en una manifestación de apoyo a los trabajadores y a favor de la unificación de Alemania, proponiendo que se usasen solamente ropas confeccionadas en el país. En otras localidades y eventos la participación se limitó a actividades de apoyo. Los hombres en sus clubes políticos, incluidos los burgueses radicales, con excepción de los socialistas y comunistas, no permitían la participación femenina. En Berlín, el pequeño Congreso de Trabajadores, que congregaba treinta y una (31) organizaciones, apoyaba la reivindicación de igualdad para las mujeres, e igualmente tenemos constancia de la existencia del Club Democrático de Mujeres. Entre las mujeres se destacan las feministas Matilde Franziska Anneke y Luise Otto-Peters, responsables de la publicación de periódicos.
En los Estados Italianos antes de 1848, pese sus ideas nacionalistas y liberales, la participación de las mujeres se limitó, salvo algunas pocas excepciones, a apoyar las actividades revolucionarias de los hombres. En general, las mujeres italianas, en este período, no fueron más allá del apoyo a sus esposos y familiares. En los Estados Italianos destacó la brasileña Anita Garibaldi, considerada la verdadera heroína italiana, por su participación al lado de Garibaldi, su esposo, en las luchas por la unificación de Italia.
LAS MUJERES EN LA COMUNA DE PARIS DE 1871
Pero, de todas esas luchas revolucionarias en las que las mujeres tuvieron participación, sobresalen las de la Comuna de Paris, tanto por su contenido político como por su número e intensidad.
En 1871, pese a la participación de las mujeres en las jornadas revolucionarias durante casi un siglo de lucha de clases, los trabajadores sufrían unas precarias condiciones de vida y las trabajadoras sufrían una doble explotación y discriminación: como mujeres y como trabajadoras, careciendo además del derecho al voto, permitido a los hombres. Un ejemplo de las discriminaciones a las que estaban sometidas las mujeres aparece en el código civil francés. Éste, modelo de código civil burgués, y seguido en distintos países, “fue uno de los documentos más reaccionarios en lo que respecta a la cuestión de la mujer. La despojaba de todo y cualquier derecho, sometiéndola enteramente al padre o al marido, no reconocía la unión de hecho y sólo reconocía a los hijos del casamiento oficial.” (MARTINS, 1991: 47-48). Para muchas mujeres, la Comuna se presenta no sólo como una posibilidad de conquistar una Republica social, sino de conquistar una Republica social con igualdad de derechos para las mujeres.
El 18 de marzo de 1871, considerado el día del deflagrar de la Comuna, fueron las mujeres las primeras en dar la alarma y revelar la intención de las tropas al mando del gobierno de Thiers de retirar los cañones de las colinas de Montmartre y desarmar París. Las mujeres se pusieron delante de las tropas gubernamentales e impidieron con sus cuerpos que los cañones fueran retirados, e incitaron la reacción del proletariado y de la Guardia Nacional a la defensa de París.
“En concreto, las mujeres trabajaron en fábricas de armas y municiones, hicieron uniformes y dotaron de personal a los hospitales improvisados, además de ayudar a construir barricadas. A muchas se las destinó a los batallones de la Guardia Nacional como cantinières, donde se encargaban de proporcionar alimentos y bebida a los soldados de las barricadas, además de los primeros auxilios básicos. En teoría, eran cuatro las cantinières destinadas a cada batallón, pero en la práctica solían ser muchas más. Por otra parte, abundantes datos muestran que muchas mujeres recogieron las armas de hombres muertos o heridos y lucharon con gran determinación y valentía. También hubo un batallón compuesto por 120 mujeres de la Guardia Nacional que luchó con valentía en las barricadas durante la última semana de la Comuna. Obligadas a retirarse de la barricada de la Place Blanche, se trasladaron a la Place Pigalle y lucharon hasta que las rodearon. Algunas escaparon al Boulevard Magenta, donde todas murieron en la lucha final.”
Las actividades desarrolladas por las mujeres englobaban una serie de funciones, destacándose aquellas destinadas a la asistencia a los heridos y enfermos, a la educación en general y el abastecimiento. Aunque no existió la organización de movimientos feministas como los conocemos hoy, y no fue elaborado un programa sólo con reivindicaciones especificas, las revolucionarias crearon cooperativas de trabajadores y sindicatos específicos para las mujeres. Participaron activamente de clubes políticos, reivindicando la igualdad de derechos, como por ejemplo el Club de los Proletarios y el Club de los Librepensadores. Crearon organizaciones propias como el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social, el Club de la Revolución y la que consiguió destacarse de la otras, la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, fundada por miembros de la Internacional, influidos por las ideas de Marx. Se publicaron se periódicos destinados a las mujeres: Le Journal des Citoyennes de la Comuna (Periódico de los Ciudadanos de la Comuna) y La Sociale (La Sociedad).
Las revolucionarias en la Comuna adquirieron importancia no sólo como luchadoras de las causas sociales, sino como feministas, pertenecientes a la clase obrera o a los sectores radicales de los sectores medios, identificadas con las luchas por la conquista de una Republica social con igualdad de derechos. Entre las mujeres en este período, la más conocida fue la activista socialista Louise Michel , fundadora de la y Unión de Mujeres para la Defensa de París de apoyo a los Heridos y miembro de la I Internacional. También destacan: Elizabeth Dmitrieff , militante socialista y feminista; André Léo responsable de la publicación del periódico La Sociale; Beatriz Excoffon , Sophie Poirier y Anna Jaclard, militantes del Comité de Mujeres para la Vigilancia; Marie-Catherine Rigissart, que comandó un batallón de mujeres; Adélaide Valentin, que llegó al puesto de coronel, y Louise Neckebecker, capitán de compañía; Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Marcelle Tinayre, Otavine Tardif y Blanche Lefebvre, fundadoras de la Unión de Mujeres, siendo la última ejecutada multitudinariamente por las tropas reaccionarias, y Joséphine Courbois, que luchó en 1848 en las barricadas de Lyón, donde era conocida como la reina de las barricadas. Se debe citar aún a Jeanne Hachette, Victorine Louvert, Marguerite Lachaise, Josephine Marchais, Leontine Suétens y Natalie Lemel.
Después de la derrota militar de la Comuna de Paris de 1871, las fuerzas conservadoras y reaccionarias, ante la imposibilidad de eliminar este ejemplo heroico que demuestra la posibilidad de destrucción del orden burgués, difundieron una gran campaña de calumnias contra el proletariado, los socialistas, comunistas y en particular contra la I Internacional.
“Algunas fuentes hacen referencia a las incendiarias, les pétroleuses, que prendieron fuego a edificios públicos durante la Semaine Sanglante final de la Comuna. Estas historias parecen ser fruto del alarmismo antifeminista de inspiración gubernamental, y la mayoría de los corresponsales extranjeros presentes no las creían. No obstante, las tropas gubernamentales ejecutaron de manera sumaria a cientos de mujeres, e incluso se las apaleó hasta morir, porque eran sospechosas de ser pétroleuses. Con todo, a a pesar del hecho de que más tarde se acusó a muchas más mujeres de ser incendiarias, los consejos de guerra no hallaron a ninguna culpable de ese delito. Sin embargo, hay pruebas que indican que, durante los últimos días, las mujeres aguantaron más tiempo tras las barricadas que los hombres. En total, se sometió a 1.051 mujeres a consejos de guerra, realizados entre agosto de 1871 y enero de 1873: a ocho se las sentenció a muerte, a nueve a trabajo forzados y a 36 a su deportación a colonias penitenciarias.”
La Comuna de Paris y la destacada participación femenina en actividades consideradas hasta entonces como masculinas, reafirma la fuerza revolucionaria de la mujer, ya perfilada a partir de la revolución de 1789, que se transformó en una oleada mundial indestructible. Las mujeres, a partir de la Comuna de Paris pasan a contribuir con gran parte de la fuerza que pone en movimiento la máquina de la revolución proletaria, indicando que ellas no dejaran la escena de la lucha de los explotados y oprimidos por una nueva sociedad de progreso social, de libertad.
1 comentario:
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