Por: LIDIA FALCÓN / Público.es
Parece evidente que Unidos Podemos ganará las elecciones. En esa
formación el Partido Feminista ha contribuido a visibilizar los
problemas de las mujeres, a llevar la voz de nuestras activistas a
mítines, encuentros, asambleas y debates en varias ciudades de España. Y
por supuesto el programa de Izquierda Unida recoge las aportaciones
feministas tanto del Partido Feminista como del Área de la Mujer de esa
formación.
Ese programa explica la necesidad de modificar la Ley de Violencia de
Género para proteger a las víctimas, hoy desprotegidas. De hacer
realidad la igualdad de salario y de calificación profesional entre
hombres y mujeres, de impedir la custodia compartida sin consentimiento
entre los progenitores, de elevar las pensiones para las mujeres mayores
y de las viudas, de lograr la conciliación de la vida familiar y
laboral, de difundir el feminismo en todas las instancias educativas. Es
el programa más radical feminista de todas las formaciones políticas. Y
estamos seguras de que Alberto Garzón lo va a defender. Pero tendremos
en el Congreso a otras formaciones políticas que están asegurando que la
prostitución es un buen trabajo para las mujeres, o que todavía debemos
discutir si tenemos que legalizarlo, regularizarlo, debatirlo o
permitirlo.
El riesgo al que nos enfrentamos es que sin tener mayoría absoluta, la
formación Unidos Podemos se encuentre presionada, chantajeada o
colapsada para impedir que podamos hacer cumplir nuestro programa. Todas
sabemos, y observo que muchos compañeros también, que no bastan las
declaraciones, las resoluciones, los programas y las buenas intenciones
para que se hagan realidad. Las mujeres llevamos demasiados siglos
demandando la igualdad de salarios, y tenemos demasiadas asesinadas en
nuestro duro camino para saber ya que sin que las feministas nos
organicemos, nos unamos y defendamos nuestras demandas y nuestros
principios, sin rendirnos, sin chaquetear, sin consensuar, sin
asustarnos, no avanzaríamos en esta interminable lucha.
La prostitución se ha convertido en la trinchera donde se está
dirimiendo el verdadero programa feminista de estas elecciones. Es
inaceptable que quienes se postulan de progreso defiendan que las
mujeres pueden ser objeto de satisfacción sexual de los hombres,
mediante precio. Proponer que hay que legalizarla —o regularizarla, ya
conocemos de eufemismos— es pervertir a la sociedad. Hace ya tiempo que
el Comité de DDHH y la Comisión de Derechos de la Mujer de la ONU
declararon que no es un trabajo porque no tiene la dignidad que
requiere. Utilizar a las prostitutas para que cualquier hombre crea que
puede obtener placer, es reducir el cuerpo de las mujeres a la
consideración de objeto. Es la mayor cosificación que se pueda concebir,
y la mayor violencia que se comete contra ellas.
Un Estado prostituidor como sería el que legalizase esta explotación y
cobrase impuestos por ello, estaría considerando a todas las mujeres
susceptibles de ser prostituidas y en consecuencia llevaría a que se
rebajara aún más la apreciación social de las mujeres. Es enormemente
hipócrita que los defensores de que se regule nunca se vayan a plantear
ser ellos mismos víctimas de semejante explotación, ni acariciarán jamás
la expectativa de que su madre o sus hijas o sus hermanas se
prostituyan. Para eso están otras mujeres. Es la suprema discriminación
clasista.
La regularización o legalización dará carta de naturaleza legal a las
mafias de la prostitución. Ya no se podrá esperar que el Estado actúe
contra ellas, porque nunca se conseguirá que las víctimas declaren que
están siendo obligadas. Ya lo vivimos actualmente, cuando la perversidad
de obligar a la víctima a ser la denunciante y la testiga del delito, y
mantener la acusación durante tiempo interminable, consigue que apenas
se persiga a los traficantes, proxenetas, chulos y macarras. Pero con
una legislación que los ampare tendremos la mayor explotación de
mujeres, impunemente.
Y lo que no se debate, a pesar de esta epidemia de debatitis que
padecemos, es qué significa la dignidad de la persona. La sexualidad
constituye la pulsión más íntima, más privada, más placentera de todas
las actividades humanas. Ninguna otra relación permite conocer tan
íntimamente a otra persona, y esa entrega debe ser siempre libre,
voluntaria y gratuita. Considerarla una mercancía, que una mujer tenga
que aceptar el concurso sexual con veinte hombres cada día, significa
degradar absolutamente a las personas. A la mujer y a los hombres que
consumen ese sexo venal, absolutamente degradante.
Muchos estudios no sé si hacía falta tantos- explican que las
prostitutas tienen una esperanza de vida menor que las demás mujeres,
que padecen depresiones y por supuesto adicciones –en eso las envician
los explotadores-, y tienen el peor aprecio de sí mismas. Se las induce o
se las engaña para que acepten la prostitución y después se las
envilece y desprecia.
Aceptar que se considere un empleo significa que tendremos cursos de
prostitución para iniciar a las neófitas en el oficio, que irán a
engrosar la listas de empleo, que habrá que establecer categorías según
las "especialidades" que practiquen, supongo que el sado será el más
caro, y que a cualquier mujer le podrán ofrecer una plaza en un burdel
cuando se quede en paro. ¿Y ese es el país que queremos? ¿Qué nuestras
hijas sean prostitutas y nuestros hijos prostituidores, consumidores de
sexo pagado?
Pienso en mis abuelos, en mis padres, en mis tíos, en mis camaradas,
hombres y mujeres, luchadores, víctimas de todas las opresiones y
persecuciones, masones, comunistas, socialistas, en los creadores de la
Institución Libre de Enseñaza, en los anarquistas, en Mujeres Libres, en
mi mentora y maestra Federica Montseny, que creó los "liberatorios de
prostitución" en el año 1937, y me duelo de pensar en el asombro y la
indignación que sentirían de ver esta época de "modernos", donde la
prostitución puede ser un trabajo legal, como si acabaran de inventarlo.
Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, establece las condiciones de
los prostíbulos, con todo detalle, y lo argumenta como una necesidad
para satisfacer los irremediables impulsos masculinos, que necesitan
refocilarse en el sexo prostituido, de la misma forma que una ciudad
necesita alcantarillas. En un momento en que el amor libre está
absolutamente socializado, en que se han normalizado todas las
relaciones sexuales entre adultos. ¿Será posible que haya todavía
varones que necesiten pagan 30 euros por una felación o un coito de 20
minutos? ¿Qué clase de moral social, que clase ética radical –como pedía
Carlos París- difundimos en nuestro país? ¿Cómo pueden creerse
modernos, progresistas y hasta socialistas los que defienden semejante
degradación colectiva, semejante perversión individual?
Por eso, porque sigue existiendo el peligro de que aunque Unidos Podemos
gane las elecciones, influyan en ella las diferentes corrientes y
tendencias y confluencias y mareas, que son muchas, que existen allí
dentro, e intenten llevar a término sus propósitos de legalizar la
prostitución, nosotras, las feministas Unidas Podremos conducir
el gobierno hacia la verdadera liberación de la mujer que es Abolir la
Prostitución. Compañeras, en eso estamos. El 28 de junio nos reuniremos
en el CAUM, Club de Amigos de la Unesco de Madrid, calle Atoche, 20,
metro Sol, para valorar el resultado de las elecciones y constituir el
loby feminista dentro de Unidas Podemos, para que no vuelvan a ser los
hombres los que nos manden y decidan nuestros destinos. Unidas Podremos.
Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/06/22/unidos-podemos-i-abolir-la-prostitucion/
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