Desde 1789 el Movimiento Feminista se constituye como tal en las
luchas y reivindicaciones de las mujeres francesas que se suman a la
Revolución con sus propias reivindicaciones. Desde entonces, con sus
periodos de desánimo, las mujeres del mundo occidental han estado en las
calles de todos los países reclamando sus derechos, su existencia, su
visibilidad. Otras batallas han dado, y ganado y perdido, las mujeres
del mundo entero, aunque nuestra ignorancia haya invisibilizado a las de
otros continentes.
En la última época en España, la que se sigue a partir de 1975, el MF
se ha batido bravamente por lograr salir de las catacumbas en que lo
enterró la dictadura, por aprobar la no discriminación en la
Constitución de 1978, por implantar las leyes de igualdad y de avance
social. Y ha cosechado grandes triunfos.
Con motivo del II Congreso del Partido Feminista de España, hemos
aprobado el programa electoral que ha asumido Izquierda Unida y que se
ha implantado en Unidad Popular. Al redactarlo, comparándolo con el que
aprobamos en el I Congreso de 1983, la sorpresa y hasta el asombro nos
invadió, porque habíamos olvidado las reivindicaciones que llevábamos en
él. Porque excepto la abolición de la prostitución, esta línea roja que
es más una sima que separa el verdadero avance de las mujeres
prostituidas de quienes quieren que permanezcan en la ignominia, todas
las reivindicaciones que expusimos en aquel año las hemos alcanzado. Y
supongo que esta afirmación sorprenderá a su vez a las mujeres que están
sufriendo hoy tantas discriminaciones, pero no hay más que comprobar en
el papel lo que digo.
Resulta emocionante leer que el primer artículo del programa de
aquel año, tan cercano, exigía que no hubiese discriminación a las
mujeres por su opción sexual y estar viviendo la legalización del
matrimonio homosexual. Como es igualmente conmovedor comprobar que en
1983 todavía solicitábamos la coeducación. En la mayoría de apartados de
nuestra vida y de nuestra lucha tenemos que celebrar victorias: la ley
de aborto, la ley de violencia, la creación de juzgados especiales para
encausar la violencia machista, gabinetes psicosociales para los casos
de divorcio, la reforma de la ley de divorcio, los estudios feministas,
la ley de igualdad, la ley de paridad. Todas estas reformas han sido
aprobadas en estas tres décadas que nos separan de aquel exitoso I
Congreso del Partido Feminista.
¿Qué pasa entonces, me preguntarán mis lectoras sorprendidas ante
esta declaración, para que los crímenes machistas se produzcan
cotidianamente, para que los denostados gabinetes psicosociales estén
decidiendo la separación de los hijos a las madres, para que los
salarios sigan siendo un 30% menores que los de los hombres, y tantas
otras discriminaciones e injusticias que siguen padeciendo las mujeres?.
Es preciso no olvidar que el enemigo nunca descansa. La ofensiva
machista de los últimos años ha pervertido los avances alcanzados. O ni
siquiera eran tan avances sino más bien maquillajes legales. Así la Ley
de Violencia de Género contiene en su redactado, que refleja el espíritu
patriarcal con que se aprobó, la ausencia de verdadera protección de la
víctima; los juzgados especialistas no son tan especialistas y no
disponen de medios, los gabinetes psicosociales están formados por
quienes no son ni profesionales ni feministas, la ley de igualdad no es
coercitiva por lo que resulta totalmente inoperante, la ley de paridad
puede no cumplirse en la práctica. Y seguimos con las diferencias
salariales que desde 1789 están denunciando las mujeres.
Las luchas del MF han sido continuadas, valientes y exigentes, y han
alcanzado los éxitos señalados y otros más, pero ya vemos que muchos de
ellos han sido desvirtuados o nos los han falsificado. Al final quienes
legislan y deciden se sientan en el Congreso de los Diputados y en el
Senado. Es preciso que se comprenda en el seno de MF que hemos llegado
al final de una era. Ya no es rentable seguir reclamando nuestras
vindicaciones en la misma forma que lo hemos hecho durante cuatro
décadas porque nuestras acciones se repiten y se repiten y la gente se
acostumbra a ellas, con el efecto de que se esclerotizan, porque el
poder puede perfectamente asumir y digerir una gran marcha que dura
cuatro horas, y las manifestaciones, asambleas, encuentros, debates y
charlas que organizamos diariamente sin descanso. Hoy ya no erosionamos
ni el poder capitalista ni el patriarcal con esas estrategias de lucha.
Por eso ha llegado el momento de que las organizaciones feministas se
propongan alcanzar las cotas de poder político que las representen.
Porque las leyes y el gobierno no se deciden únicamente en la calle.
Nuestro sistema político está basado en los partidos, ellos dirigen la
vida de las mujeres y de los hombres. Es imprescindible disponer de esa
clase de organización para participar de las decisiones fundamentales
que nos atañen a nosotras y al futuro del país.
La opción del Partido Feminista no es un capricho ni una curiosidad
ni una experimentación. Nuestro programa es el más avanzado de los que
se presentan, porque además de las cuestiones de Estado incluimos todas
aquellas que pertenecen a nuestra situación específica. Si las mujeres y
los hombres feministas no comprenden que únicamente batiéndonos en la
arena electoral llegaremos a situarnos en las instituciones que deciden
sobre nuestra vida, seguiremos medio siglo más manifestándonos en la
calle por los mismos temas que lo hicimos en el XX y en el XVIII.
Es imprescindible entender que el feminismo es política, que esa
artificial división entre feminismo y política únicamente beneficia a
los que dirigen los partidos tradicionales, cuyas cúpulas masculinas
–con la complicidad tantas veces de mujeres- deciden las que llaman
“agendas” en las que los temas de la explotación de la mujer no tienen
apenas cabida. Y a la vez hemos de comprender que el feminismo ha de
decidir también sobre los grandes temas de toda la sociedad: la
República, la defensa, la Iglesia, los tratados internacionales, porque a
ninguno de ellos somos ajenas las mujeres.
Si, como recordamos continuamente, constituimos la mitad más dos de
la población del mundo y somos las madres de todos, no hay asunto en el
que no estemos implicadas. Si limitamos el feminismo a la lucha por los
específicos problemas que nos afectan pero nos inhibimos de la
política, la economía, la cultura, hemos limitado nuestra lucha. Esta
visión segregadora y reduccionista del feminismo nos hace más débiles,
más ignorantes, más marginadas de la gobernación del país.
El Partido Feminista se propone llevar su proyecto político, su
programa electoral, a las más amplias capas de nuestra población;
organizar cursos de formación feminista y política, difundir los
principios de igualdad y fraternidad, tan queridos por los pueblos desde
hace doscientos años, para que la mayoría de las mujeres y los hombres
de España comprendan que el feminismo es el movimiento social más
avanzado, más comprometido con la libertad y por acabar con la
explotación de todos los seres humanos.
Para ello, ya hemos organizado varios cursos en distintas ciudades de
España. Después de Sevilla, donde comenzamos la semana pasada, en
Madrid, en el Club de Amigos de la Unesco, en la calle Atocha 20, nos
reuniremos el jueves 18 de febrero en la primera sesión del curso, para
recordar, aprender y homenajear a nuestras antepasadas y pioneras en
esta larga lucha. Después seguirán el 22, 25 y 29 de febrero, con el
estudio del feminismo, del marxismo y de la lucha política en que
estamos inmersas. Os espero a todas y a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario