Yo lo entiendo como el encuentro entre la conciencia feminista, ecologista, pacifista y animalista en un siglo XXI en el que se hace indispensable revisar nuestra comprensión del lugar de la humanidad en la tierra. El ecofeminismo no es sólo conservacionismo de especies amenazadas. Comparte la preocupación por la justicia hacia los humanos con la ecología social. Tengo que señalar, sin embargo, que atendiendo a la pregunta que me hacéis, estoy contestando en base a lo que es mi propuesta ecofeminista. Hay distintas formas de pensar el ecofeminismo y no todas, por ejemplo, abordan el tema del Otro animal. Lo que sí todas comparten es la preocupación por los temas ecológicos que afectan particularmente a las mujeres. Como consumidoras y como productoras, las mujeres somos particularmente vulnerables, por razones biológicas, hormonales, a los productos tóxicos que se utilizan actualmente. Pensemos por ejemplo, en los herbicidas y pesticidas a los que están expuestas las trabajadoras del campo, o incluso las que viven cerca de zonas de cultivo. Los agrotóxicos son xenoestrógenos, sustancias químicas que por ser similares a los estrógenos producen patologías especiales en las mujeres. Esto no significa que los hombres sean inmunes a tales agresiones químicas, por supuesto. Pero el síndrome de hipersensibilidad química múltiple afecta especialmente a las mujeres y un número creciente de investigaciones atribuyen el gran aumento del cáncer de mama en las dos últimas décadas con la exposición a los xenoestrógenos presentes en agrotóxicos, dioxinas liberadas al medio ambiente por las incineradoras, resinas sintéticas de barnices y pinturas y un largo etcétera.
Por otro lado, como bien ha señalado Vandana Shiva, la situación de las mujeres rurales pobres en el llamado Tercer Mundo ha empeorado con el “mal desarrollo”. La Revolución Verde (no “verde” en el sentido ecológico, desde luego, sino ese nombre que se dio a la intensificación de la producción industrial de monocultivo) ha devastado el medio ambiente y terminado con la independencia de la producción familiar campesina. Con la globalización del capitalismo, se ha llevado a cabo una reconversión de grandes extensiones que eran silvestres. Una de las razones del ecofeminismo nacido en el Sur es justamente el gran deterioro de la calidad de vida de millones de mujeres que ahora tienen que caminar muchos kilómetros para encontrar agua o leña para el hogar en una tierra destinada ahora a producir para el mercado mundial. La megaminería en Latinoamérica o la destrucción de la tierra con el cultivo de la soja transgénica expulsan a los habitantes humanos y aniquilan a los no humanos. El envenenamiento del agua, la tierra y el aire es la nueva y última forma de colonización. La más monstruosa y completa que se haya visto. El ecofeminismo es resistencia contra este dominio total surgido de la codicia sin límites y de la fantasía de omnipotencia que hace del ser humano algo totalmente distinto y separado de la naturaleza.
¿Qué aporta el ecofeminismo al feminismo y a la ecología?
Al feminismo le aporta la sensibilidad ambiental y la comprensión de la grave crisis ecológica que estamos viviendo. También le abre las puertas de una crítica al antropocentrismo extremo que sólo concibe al ser humano como digno de consideración moral. Le ayuda a ver que existe una dimensión ecológica en ciertos graves problemas que soporta el colectivo femenino. También en sus soluciones. El feminismo siempre ha estado abierto a las nuevas teorías y temáticas. No es extraño que ahora se abra al ecologismo.
A su vez el ecologismo gana porque las claves analíticas del feminismo le son útiles y la incorporación de las reivindicaciones de igualdad lo hace más atractivo para las mujeres. Uno de los temores que suscitan los discursos ecologistas en las mujeres es verse retrotraídas hacia formas de vida en las que están o han estado más explotadas u oprimidas que en el presente. En esta cuestión, el ecologismo ha de ser claro y manifestar que toma en cuenta de manera efectiva los derechos de las mujeres y está resuelto a trabajar contra el sexismo y el androcentrismo.
Finalmente, quiero señalar que hay puntos en común entre lo que ha sido llamado “ciudadanía ecológica” como forma deseable de habitar en el mundo y la “ética del cuidado” estudiada por la teoría feminista en los últimos años. Ambas son modelos de cooperación, responsabilidad en el cuidado de lo vulnerable y abandono de la tiranía de la lógica egoísta y mercantil.
Tú reivindicas un ecofeminismo de la Ilustración. ¿Qué significa?
Yo he hablado de “ecofeminismo crítico” o “ilustrado” para denominar mi posición teórica. Implica una revisión crítica del legado de la Ilustración que distinga entre aquello que es necesario transformar y aquello que hay que conservar: los Derechos Humanos, la tríada de libertad, igualdad y fraternidad que está en el origen de movimientos emancipatorios como el socialismo, el anarquismo, el feminismo o la consideración de los animales no humanos en el mundo occidental. Se trata de aplicar el pensamiento crítico ilustrado a la misma Ilustración sin llegar a erosionarla de tal forma que hasta la posibilidad de la crítica se invalide. La Ilustración tiene un legado dual, como lo ha puesto de manifiesto el mismo feminismo al denunciar las formas de patriarcado fraternal que surgen con las revoluciones burguesas. Y con respecto a la Naturaleza, ha implicado un discurso y una práctica de dominación. Pero en ambos casos, también ha facilitado conocimientos científicos y paradigmas filosóficos útiles para desmantelar la dominación.
El ecofeminismo que tu defiendes y ese que defienden las mujeres en el Sur, ¿tienen puntos en común, o el ecofeminismo de la Ilustración solo habla a las mujeres del Norte?
Por supuesto que el ecofeminismo crítico que planteo tiene puntos en común. De hecho, el Manifeste des Femmes pour la Souveraineté Alimentaire (Nyéléni, Mali, 2007) me parece un texto totalmente acorde con sus ideas. Dice:
"Inscribiendo nuestra lucha en la lucha por la igualdad entre los sexos, no queremos sufrir ni la opresión de las sociedades tradicionales, ni la de las sociedades modernas, ni las del mercado. Queremos aprovechar esta oportunidad para dejar atrás todos los prejuicios sexistas y desarrollar una nueva visión del mundo construida sobre principios de respeto, igualdad, justicia, solidaridad, paz y libertad".
Reconocen dos tipos de opresión sobre las mujeres y expresan la necesidad de luchar contra ambas. No hay una mitificación del pasado ni una visión acrítica del “desarrollo” destructor. Las ecofeministas del Norte y del Sur han de estar unidas por la sororidad internacional y el proyecto común de otro mundo posible.
¿Por qué hay tantas reticencias en sectores feministas y movimientos sociales de apropiarse de este tema?
Creo que, en gran medida, se debe a un desconocimiento de las corrientes constructivistas más recientes. Se identifica al ecofeminismo con un esencialismo bipolarizador de los sexos sin advertir que hay otras opciones. Muchas feministas piensan que ecofeminismo es sinónimo de identificación de la mujer con la Naturaleza y la maternidad y lo rechazan. Hace varios años que me esfuerzo en combatir esa idea equivocada. Existe también el temor de que la sacralización de la Vida presente en algunas corrientes pueda interferir en los derechos sexuales y reproductivos, particularmente en el de la interrupción voluntaria del embarazo. Por eso, uno de los ejes del ecofeminismo crítico que planteo es el reconocimiento expreso de estos derechos, conseguidos con mucho esfuerzo por generaciones de mujeres que lucharon por ellos. No soy la única ecofeminista que plantea esto. Las mismas ecofeministas espiritualistas latinoamericanas de la red Con-Spirando forman parte de Católicas por el Derecho a Decidir.
¿Es que un hombre puede reivindicarse del écofeminismo?
Claro que sí. Puesto que el ecofeminismo, tal como lo planteo, no se basa en una antropología filosófica esencialista sino constructivista, mujeres y hombres somos individuos con identidades sociales que pueden cambiar, evolucionar, mejorar. Un punto crucial es la revalorización de las actitudes y prácticas del cuidado, ampliadas al mundo no humano, y su universalización. Hombres o mujeres, todos somos capaces de desarrollarlas. Por ello es necesaria una educación ecológica que luche contra los estereotipos viriles desconectados de los sentimientos de empatía y compasión, estereotipos destructivos del dominio que han sido hegemónicos a lo largo de la Historia. Hoy, muchos hombres son críticos hacia estos modelos y quieren cambiarlos.
¡El ecofeminismo puede ser su elección!
Entrevista realizada por Juan Tortosa, para el Comité pour l'Annulation de la Dette du Tiers Monde (CADTM) y la Comisión Tiers Monde de l’Eglise Catholique (COTMEC-Ginebra)
(*) Alicia Puleo García es doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, Profesora Titular de Universidad del Área de Filosofía Moral y Miembro del Consejo de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid. Ha publicado recientemente, Ecofeminismo para otro mundo posible, Madrid, Cátedra, 2011.
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