Usted, compañera, tal vez no sepa y ni siquiera desconfíe, pero se estima que una de cada tres de sus colegas de trabajo haya sido agredida físicamente, violentada sexualmente o sufrido otro tipo de abuso a lo largo de su vida.
En la Unión Europea, entre el 40 y 50% de las mujeres sufrieron algún tipo de asedio en el local de trabajo.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) ya considera la violencia contra mujer una epidemia mundial y una de las violaciones de los derechos humanos más frecuentes en la actualidad.
Pero eso es sólo la punta del iceberg, la violencia contra la mujer se manifiesta de varias formas, en las altas tasas de desempleo femenino, en las desigualdades salariales, en los índices de analfabetismo y en la exposición a la pobreza.
Según la ONU (Naciones Unidas) en el documento Las Mujeres del Mundo 2010: Tendencias y Estadística, en prácticamente todos los aspectos las mujeres permanecen en condiciones de vida más precarias que los hombres.
¿Y cuál es la situación en Brasil? ¿La violencia contra la mujer está cayendo?¿Cuáles las causas de las agresiones? ¿La feminización del trabajo ha propiciado una mayor igualdad? ¿El crecimiento económico, alteró la situación de la mujer en el mercado de trabajo? ¿Cuál es el resultado para la vida de las mujeres después de nueve años del PT al frente del gobierno federal? Vamos a mirar este retrato.
Para saber cómo las mujeres viven, basta ver cómo ellas mueren
El día 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de Combate a la Violencia contra la Mujer. En Brasil y todo el mundo, tenemos poco que conmemorar y mucho que hacer.
Según el Banco Mundial, las mujeres entre 15 y 44 años corren más riesgo de sufrir violencia dentro de sus hogares que ser acometidas por cáncer o sufrir accidentes de tránsito.
Violencia doméstica
En Brasil, los datos sobre la violencia contra la mujer son alarmantes. Según el informe Mapa de la Violencia 2011 (Instituto Sangari), la tasa media de asesinatos registrados es de 4,25 por 100 mil mujeres, índice muy superior a la media mundial y de América Latina. Y lo peor es que en los 10 años que comprenden la encuesta (entre 1998 y 2008), simplemente no hubo reducción de esta tasa a nivel nacional.
Al analizar esos asesinatos por el tipo de relación con el agresor y el local del crimen, se puede deducir que gran parte de los casos es consecuencia del machismo.
Entre los hombres, por ejemplo, apenas el 17% de los crímenes fueron cometidos en la residencia, mientras que entre las mujeres este índice sube a cerca del 40%. Según el Anuario de la Mujer Brasilera 2011 (DIEESE), 26% de los agresores de las mujeres son cónyuges/ex cónyuges y 11% son parientes. Entre los hombres, son 2% y 5,6% respectivamente.
En síntesis, podemos concluir que, si entre los hombres, la mayor parte de las muertes ocurre de casos vinculados a la violencia urbana, entre las mujeres su agresor está dentro de su casa o hace parte de su relacionamiento íntimo y está presente tanto en las grandes ciudades como en las pequeñas.
Si para la primera forma de violencia las políticas públicas son ineficientes, para la segunda prácticamente no existen.
La hipocresía también mata
Aunque está prohibido, el aborto es una de las prácticas más comunes en el país.
El propio Ministerio de Salud estima que son realizados un millón de abortos clandestinos en el país anualmente, de los cuáles cerca de 200 mil resultan en internación debido a las complicaciones en el procedimiento.
Al mismo tiempo que el Estado criminaliza el aborto, no ofrece condiciones adecuadas a la maternidad: en Brasil se tiene una tasa de mortalidad materna cinco veces mayor que la recomendada por la ONU y, según un estudio realizado por la USP (Universidad de Sao Paulo), ese índice puede ser 67% más alto de lo que aparece en las estadísticas oficiales.
La mortalidad materna está íntimamente ligada a la pobreza. Para la OMS, esa tragedia podría haber sido evitada en el 92% de los casos. No es irrelevante el siguiente dato: de las 536 mil mujeres que murieron en todo el mundo víctimas de complicaciones ligadas al embarazo y el parto en 2005, apenas 1% vivía en países desarrollados.
Feminización del trabajo, crecimiento económico y desigualdad
La inserción creciente de la mujer en el mercado de trabajo es un proceso extremadamente positivo, pero repleto de contradicciones.
Aunque la presencia no sea reciente, la participación de las mujeres ha crecido mucho en las últimas décadas, principalmente a partir de los años `90. Al mismo tiempo, este aumento es marcado por la precarización del trabajo, tanto en términos mundiales como en Brasil.
La precarización como tendencia mundial
De acuerdo con la investigadora Helena Hirata, “hay una división sexual de la precariedad del trabajo, visto que las mujeres son más numerosas que los hombres tanto en el trabajo informal como en el trabajo de tiempo parcial, con un número inferior de las horas trabajadas y también niveles más bajos de calificación formal”. (Tendéncias Recentes Da Precarizaçâo Social e do Trabalho. Cadernos CRH, vol. 24, 2011)
En lo que se refiere al desempleo, las mujeres también son mayoritarias en el desempleo oculto y la crisis económica mundial agravó la tasa mundial de desempleo femenino abierto, pasando de 6% en 2007 a 7% en 2009. (Organización Internacional del Trabajo, Tendencias Mundiales del Empleo, 2010)
Crecimiento económico y desigualdad
La situación del trabajo en Brasil tiene, por lo menos, dos diferencias fundamentales en relación a los países europeos: en primer lugar, aquí, el trabajo precario siempre fue la regla, no la excepción, más todavía cuando se habla de trabajo femenino.
Además de eso, si en los países centrales la desigualdad entre hombres y mujeres se reduce en períodos de crecimiento económico, en Brasil ocurre lo contrario: durante el gobierno Lula, el crecimiento económico brasilero mantuvo, en algunos aspectos y acentuó en otros, la desigualdad entre hombres y mujeres en el trabajo.
Aunque seamos la séptima economía del mundo (o influenciado justamente por eso), estamos en el lugar 82 del ranking de desigualdad entre los sexos, según el Foro Económico Mundial. Este es el peor desempeño entre los países de América Latina y atrás de países como Albania, Gambia y Vietnam.
Una de los problemas más graves es la diferencia salarial entre hombres y mujeres. Que la media salarial es, en general, menor que la de los hombres, es un dato ya bastante conocido.
La novedad es que esta diferencia aumentó justamente en el período en que Brasil retomó el crecimiento económico y, supuestamente, pasó a tener políticas de inclusión para las mujeres.
Según el DIEESE (Anuario de las Mujeres Brasileras 2011), aumentó todavía más la diferencia salarial entre hombres y mujeres asalariados en el período 2000-2010 en la mayoría de las regiones metropolitanas encuestadas.
Situación semejante podemos percibir en relación al desempleo. Las mujeres continúan teniendo una tasa de desempleo superior a los hombres. Incluso con la reducción del desempleo entre 2000-2010, la tasa de desempleo femenino continúa siendo cerca de 25 a 40% mayor que el desempleo masculino, dependiendo de la región.
Por todo eso, Brasil no solo siguió la tendencia mundial de precarización del trabajo femenino, sino que lo hizo de un modo genuinamente nacional: asociado al crecimiento económico.
Érika Andreassy y Ana Pagu
Boletím Contra-corrente Nº 14
Instituto Latinoamericano de Estudos Socioeconómicos
www.ilaese.org
Traducción de Correspondencia de Prensa
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