El “nuevo orden mundial” de nuestras sociedades modernas, definido y liderado por Europa y Estados Unidos ha sido introducido en el imaginario colectivo denominándolo “globalización” y el cual se erige como el sistema por excelencia al privilegiar aparentemente el acceso e intercambio económico y cultural entre los diferentes y lejanos lugares del mundo.
Sin embargo este acceso e intercambio no es tan equitativo como se presenta, por el contrario continúa siendo el medio de apropiación de los recursos de los países históricamente expoliados y la explotación de sus ciudadanos y ciudadanos. Siendo bajo este denominado orden mundial que habrá de establecerse una nueva forma de esclavitud, en este caso específico de las mujeres, esclavizadas sexualmente.
No obstante, se desestima que en nuestra época las mujeres pueden ser exclavizadas sexualmente, se afirma que existe prostitución, sin embargo se hace necesario distinguir la prostitución de la trata de mujeres, pues:
La prostitución puede ser definida como una relación comercial en la cual se hace presente la oferta y la demanda, existiendo niveles de conciencia y voluntad de quien se prostituye, donde si bien la incursión en dicho estilo de vida, puede atribuirse a diversos factores que impulsan a la mujer, siendo algunas obligadas por la pobreza, otras frente a la carencia de opciones, oportunidades, apoyo institucional, familiar o conyugal, las denominadas prostitutas de elite deslumbradas por el lujo, entre otras.
No obstante, la trata puede considerarse como un hecho social en el cual la mujer es involucrada en la prostitución mediante engaño, mandato o coacción física y psicológica, dejando a la mujer sin opciones y donde las ganancias o recursos económicos obtenidos de la explotación de sus cuerpos y su sexualidad se encontrarían sin cuestionamientos en manos de sus proxenetas.
Este hecho puede explicarse como producto de que históricamente la mujer ha sido concebida como objeto saciador de los deseos incontenibles del hombre, al servicio de este ya sea por voluntad o contra ésta, pues desde la lógica androcéntrica y misógina de nuestras sociedades las mujeres no poseen autonomía sobre su cuerpo, por el contrario, su cuerpo es un medio para el ejercicio del poder masculino.
A partir de este criterio se constituyó todo un sistema de explotación de la mujer y su sexualidad, su trata y comercialización, ya sea mediante el secuestro o la inducción.
Pero ésta esclavitud nuevamente es perpetrada fundamentalmente por Europa y Estados Unidos, mediante la explotación de las latinoamericanas, las cuales figuran entre las favoritas en la trata de mujeres en el exterior.
Un alto índice de mujeres latinoamericanas víctimas de la trata son registradas como simples desaparecidas, obviándose además que su desaparición responde a razones de género, es decir, que son secuestradas por el hecho de ser mujeres. No se ha establecido relación sexo-género de las desapariciones de mujeres en los países de América Latina, y hay una ausencia de perspectiva de género en las investigaciones de las instituciones policiales y de justicia.
Pero además esta situación de secuestro coloca a la víctima como responsable de lo sucedido, la sanción social, cultural y comunitaria recaerá sobre las mujeres, quienes en este sistema de explotación, son mantenidas en cautiverio en lugares que desconocen, rotadas en prostíbulos improvisados y clandestinos a los que se les conoce como “cambio de elenco”, obligadas a recibir “clientes” o prostituyentes cada cierto tiempo, generalmente en estados de inconciencia y donde una gran proporción de ellas mueren producto de sobredosis de sustancias psicotrópicas que son obligadas a consumir, como así mismo, pereciendo producto de la desatención, infecciones y enfermedades de transmisión sexual.
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