lunes, julio 25, 2011

Nuestras hermanas del autobús…un reclamo a cielo abierto

Elida Aponte Sánchez
Aporrea
Hace pocos días, la opinión pública zuliana y venezolana fue conmovida por un hecho bárbaro, propio del patriarcado, acontecido en el trayecto que existe entre la terminal terrestre de Maracaibo, en el centro de la ciudad y la población de La Concepción, en el Municipio Jesús Enrique Lossada. Iba un autobús lleno de personas y sobre todo de mujeres, que en su mayoría, venían de cumplir con arduas tareas laborales, muchas de ellas dedicadas al trabajo informal y otras, de realizar diligencias en el centro de la ciudad. Las había de todas las edades: jóvenes, de la tercera edad, niñas, adolescentes, embarazadas… la mayoría de ellas de la etnia Wayuu. A la altura del kilómetro 19, el autobús fue interceptado por un grupo de hombres, de esos machos machotes que promueve la sociedad como el símbolo de la fuerza, el arrojo, el poder y la impunidad, y de manera sistemática, bajo condiciones inenarrables, esas mujeres fueron violadas, una a una. No valieron los sollozos, los reclamos, las resistencias, la condición de embarazo ni la edad…Nuestras hermanas del autobús fueron tratadas tal y como se trata a las mujeres en los escenarios de guerra y ocupación. No nos engañemos: las discriminaciones, las violaciones, los maltratos, los femicidios, los programas radiales y televisivos misóginos, los artículos de la prensa sexista y el resto de los ataques que a diario vemos contra las mujeres constituyen una verdadera guerra y en esa guerra se nos ataca en todos los lugares: en el mercado, en la iglesia, en la escuela, en el liceo, en la universidad, en la fábrica, en la plaza, en la asamblea, en la cámara municipal, en los tribunales, en los sitios de trabajo, dentro o fuera del hogar … y en los autobuses, también.

De la guerra que denuncio ninguna mujer se encuentra a salvo. Se mueve de manera encubierta y cuando aflora en su expresión más aberrante como en el caso de la violación de nuestras hermanas del autobús, es indudable que aún estamos muy lejos de superar la discriminación y el sexismo en una sociedad que se autodenomina democrática. En este punto no vale el discurso manido de que todo ello es producto de la derecha. Tanto la derecha como la izquierda que conocemos se encuentran asentadas en el patriarcado y en la división sexual del trabajo. Al hilo de lo dicho, si bien es cierto que la derecha, tradicionalmente andrárquica, no ha asumido ni aceptado al Feminismo como postulado forzoso: ético, político, jurídico, científico, económico y social de la convivencia humana y de la Democracia, lo cual demuestra que tiene más de doscientos años de estancamiento, también es cierto que la revolución bolivariana sí asumió, en la voz del Presidente Hugo Chávez Frías, el socialismo feminista o feminismo socialista. El feminismo es la deuda histórica en la concreción de todas las revoluciones que han existido en el mundo. Un compromiso de matria-patria que el Presidente expresó de una manera clara, inequívoca, explicativa, promisoria e inteligible, aquél histórico día del mes de noviembre de 2008, en Maracaibo, a orillas del Lago de Coquivacoa y reiterado en subsiguientes oportunidades, dentro y fuera del país.

Tampoco el patriarcado es sostenido y aupado sólo por los hombres. Algunas mujeres,
que incluso ocupan cargos de importancia, desde donde están obligadas a hacer TODO
por sus hermanas, socializadas como están en la relación amo-esclava que impone tal
sistema de poder, carentes de conciencia de género, de espaldas a su genealogía
femenina, ignorando la lucha que ha sido necesaria llevar adelante para que ellas puedan llegar a esas posiciones y desconocedoras de la ciencia feminista, hacen que tal sistema esclavista-sexista goce aún de muy buena salud, echando por tierra, incluso, muchas conquistas que las mujeres y los hombres concienciados hemos logrado alcanzar en varias décadas, incluyendo la última como la de mayor relevancia.

Es cierto que la Constitución de 1999, la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley de Igualdad de Oportunidades para la Mujer, la Convención CEDAW, la Convención de Belem do Pará, la lucha que desde distintos espacios damos las mujeres concienciadas cada día por los derechos humanos de nuestras hermanas, sobre todo por las que se encuentran en situaciones más
desfavorables, son una realidad. Pero las leyes por sí solas no transforman una sociedad ni materializan por sí mismas el poder político para intervenirla. Las Leyes, conteniendo normas de conducta aplicables a la interrelación humana, reclaman una actuación política sostenida y de hondura, auténticamente revolucionaria, en todos los ámbitos: público y privado, nacional e internacional y, especialmente, en el ámbito educativo- escolar, el cual se ha resistido como ninguno a ser permeado por el tema de nuestros derechos humanos, no obstante los principios de igualdad y de transversalidad de género recogidos en la Ley Orgánica de Educación y en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Es urgente que las voces y las acciones comprometidas con el tema de los derechos
humanos de las mujeres se muestren con fuerza y contundencia para responder sin
miedo, regodeos, acomodos, ni servilismos a las otras: a las viles, a las cobardes, a las esclavistas, a las farsantes, a las cosméticas, a las soterradas, a las que atacan a las feministas y a las mujeres emancipadas, a las que afirman que la igualdad de género ya es un logro porque está contemplada en la Constitución, a las que dicen que el lenguaje no sexista es una cuestión de escaso o nulo interés o que la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia debe ser derogada, a las que afirman e implementan que el tema de la familia es prioritario frente al tema de la ciudadanía de las mujeres, creando contradicciones interesadas. A las voces que pretenden vaciar dicha ley de contenido recogiendo en un nuevo Código Penal, que seguramente no tendrá perspectiva de género, los tipos de delitos contenidos en ella, a las que promueven una nueva Ley de Universidades neutra y ajena a los derechos humanos de más del cincuenta por ciento de la población universitaria constituida por las mujeres, a las que afirman que el feminismo no da votos para excluirlo o negarle la entrada a los espacios estratégicos de poder, desconociendo con ello la realidad cuantitativa y cualitativamente demostrada.

A las voces que se oponen a la paridad de las mujeres y los hombres en la
construcción y en el ejercicio de la Política, negando con tal conducta la auténtica
democracia y los compromisos de la República con las Metas del Milenio; a las mismas
voces que dicen que nosotras no tenemos derecho a decidir sobre nuestra maternidad,
ni a ocupar los cargos relevantes del país, a menos que habitemos en un gineceo,
exhibamos nuestros cuerpos repletos de silicona o seamos el eco permanente de las
patriarcales.

A esas voces que nada dicen ni dirán sobre la barbarie cometida contra nuestras
hermanas del autobús es necesario confrontarlas a cielo abierto...

*Red Venezolana sobre Violencia contra la Mujer (REVIMU)


mercedesa9@gmail.com

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