jueves, mayo 19, 2011

México: Mujeres sin hijos: otra visión de la maternidad

Guadalupe Cruz Jaimes
Cimac
.- Las mexicanas que eligen no ser madres desobedecen el mandato social que asocia ser mujer con ser madre y “define la maternidad como el núcleo natural y fundante de la identidad femenina”, señala la antropóloga Yanina Ávila en su artículo “Mujeres frente a los espejos de la maternidad: las que eligen no ser madres”.

Refiere que las mujeres que descartan la maternidad tienen diversas razones para ello: desde el simple deseo de no ser madres, hasta considerar que su situación personal o el contexto social es inadecuado para criar a sus hijas o hijos.

Sara, una joven de 30 años, considera: “no tengo eso que dicen que es natural, no siento la necesidad de ser mamá, y cuando analizó las condiciones en las que traería a un hijo al mundo, reafirmo mi decisión de no ser madre”.

La investigadora de la ENAH Yanina Ávila explica que algunas mujeres optan por no ser madres debido a que carecen de una pareja que demuestre apoyo real en las labores y cuidados familiares. Otras –añade– desisten de la maternidad “al percibir un panorama económico, social y mundial incierto y deprimente”.

“Para mí no hay marcha atrás, lo tengo claro desde hace unos años, incluso cuando mi pareja me llega a decir lo bonito que sería tener un hijo, le respondo que no está en mi proyecto de vida y que si ese es su deseo debe buscarse una mujer que piense distinto”, recalca Sara.

Pasante de Comunicación, Sara es becaria de El Colegio de México (Colmex). “Creo que mi camino sería otro si no hubiera conocido del derecho de las mujeres a elegir el tipo de persona que desean ser, eso me ha dado valor para enfrentar las críticas de mi entorno –aún en el profesional– para decir abiertamente que no quiero ser mamá”.

Egresada de la UNAM, Sara advierte que a pesar de la presión social “pienso que la maternidad no es esencial para sentirme realizada”.

Cambio “histórico”

De acuerdo con el académico de El Colmex y especialista en salud reproductiva, Carlos Welti, en México alrededor de 8 por ciento de las mujeres no tiene hijas o hijos en toda su vida, mientras que el restante 92 por ciento son o han sido madres. Es decir, 9 de cada 10 mexicanas optan por procrear.

La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2009, indica que sólo 4 por ciento de las más de 30 millones de mujeres de 15 a 49 años de edad, dijo no aspirar a la maternidad. En contraste, la mayoría de las entrevistadas refirió que su ideal es tener dos hijos.

Quienes eligen no procrear “sin prestar atención a los mandatos o creencias externas forman parte del cambio histórico que se vive en sociedades contemporáneas” como en Italia, España, Alemania y Rusia, menciona Yanina Ávila.

Karen, de 29 años, forma parte de las mujeres con una visión alterna sobre la maternidad. Afirma: “hasta ahora he decidido no ser madre porque mi situación económica no me lo permite, además no deseo de serlo, ni siquiera puedo estar mucho tiempo cerca de niñas y niños. Me parecen lindos, pero no me veo atendiendo a un ser humano, no me siento capaz ni económica, ni físicamente. Y ahora que tengo una pareja y una casa tampoco me ha surgido ese sentimiento”.

Karen explica que ha decidido no procrear porque “interferiría en mi trabajo, mi carrera, mi vida social y personal, invadiría todo mi mundo y para mí sería complicado”. Lamenta que persista la presión social para que las mujeres sean madres y el señalamiento para quienes no lo son.

“Mis padres me dicen que quieren conocer a sus nietos, que me apure a tenerlos. Y me siento mal por tener que darles explicaciones a ellos y a todo mi entorno que constantemente me cuestiona”, agrega.

Castigo social

Yanina Ávila señala que si la maternidad fuera una vocación natural e instintiva, no harían falta los mecanismos de presión para “meter en cintura” a quienes no quieren ser madres.

Después de un año de estar unida, los padres de Karen “empiezan a entender que no está en mis planes, y ya han bajado la presión, pero socialmente percibo la descalificación; es como si no sirvieras”.

“Las mujeres sin hijos no tienen un nombre y un lugar propio, existen desde lo que no son o no tienen, son por tanto algo incompleto, ambiguo o raro. Se dice que una mujer que no quiere tener hijos es egoísta, inmadura, fría, que se está perdiendo del amor más grande de la vida”, detalla la antropóloga de la ENAH.

Para Isela, de 58 años, la presión social por no ser madre ha sido “muy lastimosa”. A ella le quitaron la matriz a los 30 años y desde ese momento comenzaron los comentarios hirientes, incluso de su familia.

“Pobrecita no tiene hijos, te vas a quedar sola, quién te va a ayudar cuando estés vieja y no puedas trabajar”, son algunos de los que recuerda.

“La gente me compadece y eso me deprime más; es un tema que siempre me ha lastimado, siento que no cumplí con mi función. Comienza a preocuparme eso que me dicen: quedarme sin nadie que vea por mí, aunque conozco mujeres que han tenido muchos hijos y de todas formas llegan solas a la vejez”, advierte.

La primera de la familia en no querer ser madre

“Cuando me casé, sentía que era muy violento decir que no quería tener hijos, al principio mi esposo y yo decidimos que esperaríamos un tiempo. Y después acordamos que sería definitivo (no tenerlos). Fue una decisión difícil”, relata Laura, de 35 años de edad.

“Los primeros dos o tres años de mi matrimonio sufrí mucha presión de mi familia y social: me decían que estaba a buen tiempo de embarazarme. Llegué a pensar que era inevitable, que en cualquier momento iba a estar con un bebé y eso me iba a privar de las cosas que me gustaban de mi vida”, confía la mujer, dedicada a la venta de automóviles.

Originaria de Lerma, Estado de México, Laura argumenta: “lo que ha pasado conmigo es que no he tenido ganas de tener hijos, o por lo menos es lo que me explico a nivel consciente”.

Ella y su pareja han hablado “poco” al respecto. “Cuando comenzamos a vivir juntos, nuestros empleos apenas nos permitían subsistir y decidimos esperar, luego comenzamos a subir de puesto y a tener más comodidades, pero surgieron otras aspiraciones. Hasta que me di cuenta de que nunca me iban a dar ganas”.

Pasó el tiempo y tomaron la decisión de no tener hijos, la cual se reafirmó “al ver lo que se espera en un futuro para los niños. Entonces decidí que no, que no iba a tener hijos y él también”.

Laura es la primera mujer de su familia que tomó esa decisión. Dice sentirse contenta con su determinación.

Para ella, “la maternidad no me parece atractiva, creo que es una gran responsabilidad y al mismo tiempo una atadura”.

Por su experiencia de vida, ya que como hija mayor cuidó de sus hermanas, “sé que la preocupación por la vida de otro ser humano no es algo con lo que cargas siempre”. Y esa situación “te limita, eliges un camino pensando en otras personas y no en ti”.

Cuando Laura tenía 11 años de edad sus padres se separaron y ella y sus dos hermanas se quedaron con su madre. Desde entonces se hizo cargo de Fabiola y Alejandra, de cuatro y seis años de edad, pues su mamá comenzó a trabajar.

“Las cuide hasta que ellas cumplieron 15 y 17 años, yo tenía 22”, pero “mientras estuve las ayudé en sus tareas, iba a las juntas de padres, les preparaba de comer, las llevaba a la escuela, jugaba con ellas, las regañaba, todo”. Creo que esa experiencia me marcó; siento que viví una especie de maternidad temprana y forzada”, señala.

Laura tiene gratos y duros recuerdos de la crianza de sus hermanas. “Estar a cargo de las niñas me permitió disfrutarlas mucho, pero también sufrí cosas que no me tocaban. Viví momentos de mucha angustia; recuerdo una vez que se me perdieron en un mercado y cuando la más chiquita se me cayó de las escaleras fue terrible, porque yo apenas tenía 14 ó 15 años de edad, era demasiado para mí”, relata.

“Tal vez mi historia tenga que ver con que no se me antoje tener hijos y prefiera una vida distinta, no porque sea mejor o peor a la que viven las mamás, sino porque es la que yo quiero”, concluye.

Personal médico y psicológico refuerzan el binomio mujer-madre

Ciencias como la medicina y la psicología, que deberían ser “objetivas”, contribuyen a construir “la figura del eterno femenino expresado en el binomio mujer-madre”, y no respetan la voluntad de la población femenina sobre el ejercicio o no de la maternidad, acusa la antropóloga Yanina Ávila.

En su investigación “Mujeres frente a los espejos de la maternidad: las que eligen no ser madres”, la académica de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) afirma que la comunidad médica promueve el embarazo y el amamantamiento como curas para múltiples malestares de las mujeres, como los trastornos menstruales, varios tipos de cáncer (sobre todo de mama y cérvico uterino), incluso derrames cerebrales y padecimientos cardiacos.


En tanto, abunda, las disciplinas en el campo de la salud mental imponen el prejuicio de que la maternidad para las mujeres significa un “deseo natural y universal”.

Por ello, algunos psicoterapeutas consideran la vida de las mujeres sin hijos, ya sea por elección o por problemas de fertilidad, como “vacía, carente de la satisfacción y el calor que trae consigo la maternidad”, explica Ávila.

A las mujeres sin hijos se les califica como incapaces de comprometerse en relaciones cercanas e íntimas. En este sentido, detalla la especialista, las teorías psicológicas tradicionales refieren que las mujeres tienen mayor oportunidad de lograr su madurez psíquica y emocional cuando aceptan la maternidad que cuando la rechazan.

En México, el artículo cuarto constitucional estipula el derecho de las mujeres a elegir si procrean o no, pero cultural y socialmente las mujeres que eligen no tener hijos son estigmatizadas y rechazadas, critica Yanina Ávila.

La maternidad es considerada “un tópico mayúsculo, adherido culturalmente a la subjetividad y a la vida de las mujeres de manera casi epidérmica: una segunda piel”, escribe la investigadora en la revista Desacatos, editada por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

La pregunta “¿por qué tienes hijos?” raramente se realiza, pues existe la suposición de que la maternidad es un proceso inevitable y natural en la vida de las mujeres y como tal no se pone en duda, indica la autora.

Y añade que cuestionamientos comunes como “¿eres casada?” o “¿cuántos hijos tienes?” resultan incómodos cuando la respuesta es que no se tuvo ningún hijo. Desde cualquier espacio las mujeres que no quieren ser madres son consideradas “raras”.

Ávila sostiene que la transformación social incluye cambios en la conducta reproductiva de las personas por lo que ahora “las mujeres, ya no son simplemente mujeres, sino que tienen que decidir qué quieren ser, evidenciando el hecho de que ya la identidad de género no es algo que se asume como dado, como prescrito, sino algo que debemos y podemos definir”.

Los discursos que definen a las mujeres sin hijos como inferiores a las madres o como mujeres inacabadas “tienen una función política, en tanto cumplen el rol de influir en la decisión de las mujeres para tener descendencia, ya que construyen una visión negativa de quienes no son madres”, concluye la experta en temas de género.

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