Adital Es al menos sorprendente constatar las presiones sobre el Senado para evitar la ley que criminaliza la homofobia. Sufren de amnesia los que insisten en segregar, discriminar, satanizar y condenar a las parejas homoafectivas.
En tiempo de Jesús los segregados eran los paganos, los enfermos, los que ejercían determinadas actividades profesionales, tales como carniceros e inspectores de hacienda. Jesús mantuvo con todos ellos una actitud inclusiva. Más tarde se victimizó a los indígenas, a los negros, a los herejes y a los judíos. Hoy a los homosexuales, a los musulmanes, a los emigrantes pobres (incluidas las ‘personas diferentes’…).
Las relaciones entre personas del mismo sexo todavía son ilegales en más de 80 naciones. En algunos países islámicos dichas relaciones son penalizadas con castigos físicos e incluso con pena de muerte (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Nigeria, etc.).
En el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el 2008, 27 países miembros de la Unión Europea firmaron una resolución pidiendo a la ONU la "despenalización universal de la homosexualidad”.
La Iglesia Católica dio un pequeño paso adelante al incluir en su Catecismo la exigencia de evitar cualquier discriminación a los homosexuales. Aunque las autoridades eclesiásticas callaron cuando se trató de pronunciarse contra la homofobia. Y sin embargo se escuchó su discordancia sobre la decisión del STF al aprobar el derecho a la unión civil de los homoafectivos.
Nadie escoge ser homo o heterosexual. La persona nace así. Y a la luz del Evangelio la Iglesia no tiene el derecho de tratar a nadie como homo o hetero sino como hijo de Dios, llamado a la comunión con Él y con el prójimo, destinatario de la gracia divina.
Son alarmantes los índices de agresiones y asesinatos de homosexuales en el Brasil. La urgencia de una ley contra la homofobia no se justifica sólo por la violencia física sufrida por travestis, lésbicas, etc. Más grave es la violencia simbólica, que instaura un procedimiento social y fomenta la cultura de la satanización.
La Iglesia Católica ya no condena a los homosexuales, pero les impide que manifiesten su amor hacia personas del mismo sexo. Ahora bien, ¿no procede de Dios todo amor? ¿No dice la 1ª carta de san Juan (4,7) que "quien ama conoce a Dios”? (observe además que Juan no dice que quien conoce a Dios ama…).
¿Por qué fingir ignorar que el amor exige la unión, y querer que esa unión permanezca al margen de la ley? En el matrimonio los verdaderos ministros son los novios. Y no el sacerdote, como muchos piensan. ¿Puede la teología negar la esencial sacramentalidad de la unión de dos personas que se aman, aunque sean del mismo sexo?
¡Dirán algunos que oigamos a la Biblia! Sí, en el contexto patriarcal en que fue escrita sería extraño que aprobara el homosexualismo. Pero muchos pasajes lo sobrentienden, tales como el amor entre David y Jonatán (1 Samuel 18), el centurión romano interesado en la curación de su siervo (Lucas 7) y los ‘eunucos por nacimiento’ (Mateo 19). Si tomáramos la Biblia al pie de la letra tendríamos que pasar por la espada a todos los que profesan creencias diferentes de la nuestra y odiar al padre y a la madre para seguir verdaderamente a Jesús.
Hay que pasar de la hermenéutica singularizadora a la hermenéutica pluralizadora. Hace todavía poco tiempo la Iglesia Católica acusaba a los judíos de ser los asesinos de Jesús, condenaba al limbo a los niños muertos sin bautismo, consideraba legítima la esclavitud y censuraba los créditos con interés. ¿Por qué, pues, excluir a las parejas homoafectivas de los derechos civiles y religiosos?
Pecado es aceptar los mecanismos de exclusión y seleccionar a los seres humanos por factores biológicos, raciales, étnicos o sexuales. Todos son hijos amados por Dios. Todos tienen como vocación esencial amar y ser amados. La ley fue hecha para la persona, insiste Jesús, y no la persona para la ley.
Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=56754
En tiempo de Jesús los segregados eran los paganos, los enfermos, los que ejercían determinadas actividades profesionales, tales como carniceros e inspectores de hacienda. Jesús mantuvo con todos ellos una actitud inclusiva. Más tarde se victimizó a los indígenas, a los negros, a los herejes y a los judíos. Hoy a los homosexuales, a los musulmanes, a los emigrantes pobres (incluidas las ‘personas diferentes’…).
Las relaciones entre personas del mismo sexo todavía son ilegales en más de 80 naciones. En algunos países islámicos dichas relaciones son penalizadas con castigos físicos e incluso con pena de muerte (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Nigeria, etc.).
En el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el 2008, 27 países miembros de la Unión Europea firmaron una resolución pidiendo a la ONU la "despenalización universal de la homosexualidad”.
La Iglesia Católica dio un pequeño paso adelante al incluir en su Catecismo la exigencia de evitar cualquier discriminación a los homosexuales. Aunque las autoridades eclesiásticas callaron cuando se trató de pronunciarse contra la homofobia. Y sin embargo se escuchó su discordancia sobre la decisión del STF al aprobar el derecho a la unión civil de los homoafectivos.
Nadie escoge ser homo o heterosexual. La persona nace así. Y a la luz del Evangelio la Iglesia no tiene el derecho de tratar a nadie como homo o hetero sino como hijo de Dios, llamado a la comunión con Él y con el prójimo, destinatario de la gracia divina.
Son alarmantes los índices de agresiones y asesinatos de homosexuales en el Brasil. La urgencia de una ley contra la homofobia no se justifica sólo por la violencia física sufrida por travestis, lésbicas, etc. Más grave es la violencia simbólica, que instaura un procedimiento social y fomenta la cultura de la satanización.
La Iglesia Católica ya no condena a los homosexuales, pero les impide que manifiesten su amor hacia personas del mismo sexo. Ahora bien, ¿no procede de Dios todo amor? ¿No dice la 1ª carta de san Juan (4,7) que "quien ama conoce a Dios”? (observe además que Juan no dice que quien conoce a Dios ama…).
¿Por qué fingir ignorar que el amor exige la unión, y querer que esa unión permanezca al margen de la ley? En el matrimonio los verdaderos ministros son los novios. Y no el sacerdote, como muchos piensan. ¿Puede la teología negar la esencial sacramentalidad de la unión de dos personas que se aman, aunque sean del mismo sexo?
¡Dirán algunos que oigamos a la Biblia! Sí, en el contexto patriarcal en que fue escrita sería extraño que aprobara el homosexualismo. Pero muchos pasajes lo sobrentienden, tales como el amor entre David y Jonatán (1 Samuel 18), el centurión romano interesado en la curación de su siervo (Lucas 7) y los ‘eunucos por nacimiento’ (Mateo 19). Si tomáramos la Biblia al pie de la letra tendríamos que pasar por la espada a todos los que profesan creencias diferentes de la nuestra y odiar al padre y a la madre para seguir verdaderamente a Jesús.
Hay que pasar de la hermenéutica singularizadora a la hermenéutica pluralizadora. Hace todavía poco tiempo la Iglesia Católica acusaba a los judíos de ser los asesinos de Jesús, condenaba al limbo a los niños muertos sin bautismo, consideraba legítima la esclavitud y censuraba los créditos con interés. ¿Por qué, pues, excluir a las parejas homoafectivas de los derechos civiles y religiosos?
Pecado es aceptar los mecanismos de exclusión y seleccionar a los seres humanos por factores biológicos, raciales, étnicos o sexuales. Todos son hijos amados por Dios. Todos tienen como vocación esencial amar y ser amados. La ley fue hecha para la persona, insiste Jesús, y no la persona para la ley.
Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=56754
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