martes, marzo 22, 2011

Marjane Satrapi: “Persépolis”o el triunfo del feminismo tranquilo

Portal Paula /Tomado de Palabra de Mujer
Cómics y películas animadas se perfilan como eficientes soportes para desgranar historias con inevitable denuncia feminista.

Si en Japón triunfan las viñetas de Hataraki Man, cuya heroína lucha por lograr el reconocimiento laboral en una cultura empresarial dominada por hombres, en Europa lo hace Persépolis, el célebre cómic autobiográfico de la francoiraní Marjane Satrapi (Rasht, Irán, 1969), cuya versión cinematográfica introduce al gran público en un nuevo enfoque del debate sobre el velo, sacando a la luz la cotidianidad de las mujeres que se rebelan contra la obligación de llevarlo.

“Persépolis nos permite cambiar nuestra perspectiva respecto a ciertos radicalismos, como la visión que tenemos de los musulmanes, que parece que todos tengan que ser integristas, y también respecto al velo: nos recuerda que no todas lo llevan y que no en todos esos países se ha llevado siempre”. Quien así habla es Anna Guerrero, presidenta en Barcelona de la organización francesa Ni Putes ni Submises. Se refiere a esa visión de una familia liberal y culta iraní que resiste frente al sha para verle luego sustituido por Jomeini.


"Tengo la sensación - prosigue Guerrero- de que en nuestro país la gente no sabe que en el mundo árabe hay lucha feminista. Una estudiante me consultó para un trabajo de investigación y se sorprendió cuando le dije que allí existen movimientos contrarios al velo. Eso es lo positivo de Persépolis: nos recuerda que en Irán las mujeres no lo llevaban durante muchos años y que fue la revolución la que les obligó a ponérselo".

La historieta narra cómo Marjane trata desde su niñez de conquistar espacios de libertad en un Irán convertido en República Islámica. Su mirada feminista es tranquila y honesta: sencillamente, algo no encaja en aquella sociedad. "El velo nos hace libres - les dice en una viñeta a sus alumnas la maestra de Marjane-, nos preserva de la mirada de los hombres".

Treinta mil ejemplares vendidos en Francia en sólo un año y todo un best seller entre la juventud de Catalunya, el cómic transmite desde la primera viñeta la idea de que hay lugar para la resistencia. La adaptación en dibujos al cine - encumbrada en Cannes y designada por Francia como aspirante al Oscar- esparce esa misma idea sobre un público más amplio. Persépolis ha sido uno de los productos inusuales de la cartelera navideña; pronto saldrá en DVD y los pósters arrasan en las tiendas. ¿La clave? La lucidez de Marjane, que se mueve en un mundo dual, entre guardianes de la revolución que la increpan durante su inquieta pubertad - "no puedes correr, se te mueve el culo de manera impropia"- y un mercado negro de alcohol, fiestas privadas y pop que se vende a susurros por discretas esquinas: Estivi Vonder,Bee Jees,Julio Iglesias, Pink Floyd, Jickael Mackson..

A la discusión en Occidente sobre el velo le convenía cierta dosis de realidad procedente de los países islámicos para poder observar que no todo pivota entre una debida tolerancia hacia las musulmanas que quieren llevarlo y la necesidad de garantizar espacios libres de signos religiosos: se trata también de proporcionar a las mujeres la posibilidad de romper con sus supuestas obligaciones de decencia. La Vanguardia ha contrastado el mensaje de Persépolis con la profesora de estudios árabes e islámicos Dolors Bramon, quien alaba de la historieta que "refleja cómo algo como el velo puede imponerse de forma estúpida".

En Ser dona i musulmana (Cruïlla, 2007) Bramon analiza la situación de las mujeres en las tradiciones islámicas y concluye que la palabra de Dios según el Alto Corán era en el siglo VII revolucionaria: ¡reconocía por primera vez que la mujer también tenía alma! Sin embargo, el texto estuvo sujeto a interpretaciones patriarcales, de ahí la supuesta obligación del velo.

"El velo - asegura Bramon- no es religión, es básicamente cultura, y últimamente reacción contra una avasalladora cultura occidental respecto a la inmigración. Estoy preocupada porque aumenta su uso y es difícil hacer cambiar de opinión a quien quiere ponérselo". Contraria a prohibirlo, Bramon recuerda que en países árabes, muchas abuelas y madres que no lo habían llevado en su vida empiezan a verlo en sus nietas e hijas. "Lo he visto en Jordania, donde pasé el verano del 80", asegura.

Si en los años 50 las jóvenes marroquíes, argelinas y tunecinas lo habían abandonado casi por completo, la caída del muro acentuó las diferencias con la religión y la cultura islámicas, lo que originó, señala Bramon, una doble reacción: la reivindicación de sus tradiciones y de su condición religiosa por medio del velo y un rechazo a la imposición de los modelos de la cultura occidental. "En Barcelona y Madrid se ven unos tapamientos... - advierte-; y también lo fomentan las comunidades islámicas. Hay rumores fundados de que existen premios en metálico para las familias de las que van tapadas. ¡Eso no es libertad!".

Al final de sus clases, esta doctora en Filología Semítica felicita a las musulmanas por no llevar el velo. No las puede distinguir del resto de las universitarias, pero le constan en su lista. En su opinión, las inmigrantes se lo quitarán a medida que se culturicen. "Leerán el Corán con un criterio propio y verán que no están obligadas.

LA FE, LA ÚLTIMA DE LAS RAZONES POR LAS QUE SELLEVA EL VELO

Refiere Dolors Bramon en Ser dona i musulmana que, según una encuesta realizada hace una década por una socióloga libanesa musulmana sobre las razones por las que se lleva el velo, los motivos religiosos eran los menos argüidos por las encuestadas. Según el estudio, la mayoría veía en el velo un instrumento de liberación, pues daba "libertad de movimientos en la calle, el autobús, el mercado...", teniendo en cuenta que un musulmán no debe dirigirse a una mujer velada. El segundo grupo más numeroso consideraba que estilizaba la figura; luego venían las campesinas que querían parecerse a las de ciudad y, en penúltimo lugar, figuraban las que querían proclamar que eran vírgenes para encontrar marido.

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