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Si queremos trabajar en la construcción nacional desde y hacia el socialismo, debemos igualmente pensar y activar esa construcción desde y hacia el feminismo.
Tras la sugerente lectura del artículo publicad por GARA de Ainhoa Güemes «Feministas vascas conflictivas y conflictuadas», son muchas las cuestiones planteadas en torno a la participación política del movimiento feminista en Euskal Herria que la autora dejó encima de la mesa y que merece la pena retomar a fin de reflexionar sobre la construcción del sujeto político feminista y de la participación democrática en procesos estratégicos de creaciones de alianzas.
Si entendemos que en democracia los pueblos tienen que tener derecho a la libre determinación para decidir sus propias formas de gobierno, que la identidad nacional hace de un sujeto colectivo un sujeto político capaz de ejercer el derecho de autodeterminación, y que sin el reconocimiento del mismo no hay condiciones democráticas suficientes para legitimar el sistema en el que nos encontramos, ¿cómo no plantearse la deficiencia de esos mismos sistemas democráticos en los que sus índices de participación se basan en una ficticia representación política que prescinde de colectivos, minorías y movimientos sociales? Igual de necesaria para la oxigenación democrática es que todos los proyectos políticos puedan defenderse, lo es que la ciudadanía asuma personal y colectivamente su responsabilidad política en la participación de la transformación social.
Partiendo de que la vindicación política es la que puede modificar los mecanismos sociales de dominación y desigualdades, es imprescindible que estos grupos subordinados alcancen un reconocimiento político que les permita acceder a los ámbitos de decisión y participación, no en términos adscriptivos, o como simples merecedores de medidas compensatorias, sino como verdaderos revulsivos capaces de tambalear desde su base el sistema propiciatorio de esas desigualdades.
Durante diferentes procesos que pasaron a la historia como «revolucionarios», las reivindicaciones feministas han sido dejadas a un lado haciendo que estos procesos fueran mucho menos revolucionarios, sus transformaciones menos profundas, sus jerarquías internas más estables y la brecha entre dominadores y subordinadas tan ancha como al principio. Las consecuencias políticas y sociales son tan graves como las que cabe esperar de procesos en los que una gran parte de la ciudadanía no dispone de los mismos derechos que la otra y es apartada sistemáticamente de lo público y lo político.
El verdadero sentido de la igualdad debe inclinarnos a una visión radical del concepto de ciudadanía y de democracia, porque sin ella no hay ni ciudadanía ni proceso democrático.
¿Debemos conformarnos con la formulación, aún solo en el marco teórico, de la transversalidad de género en los programas políticos aunque parezca un truco del lenguaje para desactivar algo con un potencial transformador mucho mayor?¿Debemos permitir a las socialdemocracias vivir cómodamente sin contradicciones la inclusión de términos históricamente ligados al feminismo en sus discursos políticos, sin plantearse que ese mismo feminismo cuestiona la existencia del sistema que les sustenta y que nació con la vocación y que vive con la esperanza de subvertirlo?
Güemes planteaba la necesidad de alianzas entre diferentes niveles de participación política, cruces entre naciones y movimientos de base, y recuperaba la tesis de Butler incitándonos a romper los actuales marcos desde la izquierda y desde el feminismo.
Para esta ruptura y la consecuente construcción de un nuevo marco es necesario comprender que, del mismo modo que no hay grupo social sin identidad, todo movimiento que aspire a convertirse en actor social con voz propia y capacidad de transformación e interlocución debe constituirse en sujeto político.
Si queremos trabajar en la construcción nacional desde y hacia el socialismo, debemos igualmente pensar y activar esa construcción desde y hacia el feminismo. Porque una cosa no lleva a la otra, es decir, el socialismo no lleva implícito el feminismo de la misma manera que ser miembro de la clase trabajadora no lleva implícito el ser socialista. La lucha ideológica feminista es necesaria para mantener vivo el permanente cuestionamiento del orden social.
El feminismo se nos revela como el paradigma imprescindible en la profundización de cualquier proceso democrático, y las alianzas entre feministas y agrupaciones feministas dentro y fuera de nuestras mugas, en todos y cada uno de los niveles organizativos es una estrategia política prioritaria. Por ello hay que seguir andando, trabajando, llenando las calles, los discursos académicos, los ámbitos públicos y políticos y reivindicando en definitiva una voz y visión propia de la realidad que nunca haga invisibles las desigualdades.
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