(Especial de SEMlac).- Con cifras récord de acceso a la educación e incorporadas plenamente al trabajo remunerado, muchas cubanas aún se debaten entre su alto grado de participación social y las cargas domésticas heredadas tras muchos años de patriarcado.
Yamilé Alfonso, una campesina de poco más de 30 años, fue incorporada hace apenas once meses como obrera directa a la plantilla de la finca "La Milagrosa", en la provincia de Granma, a unos 800 kilómetros de la capital de la isla, a pesar de ser reconocida como una de las trabajadoras más eficientes desde que se creó la finca, hace más de tres años.
"Trabajo tanto como los hombres preparando los almuerzos, las comidas, seleccionando las cosechas y hasta en el surco cuando ha hecho falta", detalló Alfonso en entrevista con SEMlac.
Su esposo, Alioni Ascencio, a cargo de la finca productiva, coincidió a la hora de valorar los méritos laborales de su pareja, pero reconoció que "no había pensado antes" en la posibilidad de incorporarla oficialmente al equipo de sus trabajadores.
Yamilé Alfonso, una campesina de poco más de 30 años, fue incorporada hace apenas once meses como obrera directa a la plantilla de la finca "La Milagrosa", en la provincia de Granma, a unos 800 kilómetros de la capital de la isla, a pesar de ser reconocida como una de las trabajadoras más eficientes desde que se creó la finca, hace más de tres años.
"Trabajo tanto como los hombres preparando los almuerzos, las comidas, seleccionando las cosechas y hasta en el surco cuando ha hecho falta", detalló Alfonso en entrevista con SEMlac.
Su esposo, Alioni Ascencio, a cargo de la finca productiva, coincidió a la hora de valorar los méritos laborales de su pareja, pero reconoció que "no había pensado antes" en la posibilidad de incorporarla oficialmente al equipo de sus trabajadores.
A mediados de la actual década, las investigadoras Niurka Pérez Rojas y Miriam García Aguiar, integrantes del Equipo de Estudios Rurales (EER), de la Universidad de La Habana, se enfrentaron a historias similares mientras indagaban acerca de la inserción femenina en cooperativas de créditos y servicios (CCS), de producción agropecuaria (CPA) y unidades básicas de producción cooperativa (UBPC).
Las expertas encontraron entre los hombres del agro -sobre todo al interior de las CCS- un marcado desacuerdo ante la posibilidad de que sus esposas se incorporaran a tareas productivas. Y entre aquellos que lo aprobaban, la mayoría opinó que no debían sumarse al trabajo agrícola por considerarlo muy fuerte.
Entre las mujeres entrevistadas por las expertas, la razón más mencionada para explicar por qué no se incorporaban a las labores agrícolas fue que tenían "que atender la casa y los hijos".
Por su parte, datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), refieren que las cubanas suman alrededor de 47 por ciento de las personas que habitan en áreas rurales.
Sin embargo, según las cuentas del Ministerio de la Agricultura, en julio de 2009 apenas llegaban a 19,2 por ciento de la fuerza agrícola en el país.
En la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), Dilcia García Pérez, doctora en Medicina Veterinaria y responsable de los proyectos de género, reconoce esas brechas.
"Una muy importante está en que todavía no logramos hacer visible el trabajo de las mujeres, su aporte a la producción animal en sentido general. Tenemos órganos de base de criadores particulares que producen conejos, aves y resuelven problemas de seguridad alimentaria en su comunidad y de su familia. Pero ocurre, muchas veces, que los asociados son los hombres, aunque en realidad quienes crían los animales son las mujeres", detalló a SEMlac.
En línea con la Cumbre
A las puertas de la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas que pasará revista al cumplimiento de los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), a cumplirse en 2015, Cuba muestra muchas de estas metas vencidas o en vías de solución, pero enfrenta, a la par, no pocos desafíos.
Precisamente el tercer ODM: "promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer", pone en evidencia la brecha abierta en la isla entre las conquistas sociales de la población femenina y el terreno que aún falta por ganar en el espacio privado.
El objetivo, diseccionado en una meta e indicadores medibles, apunta a eliminar las desigualdades entre los géneros en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para 2005, y en todos los niveles de la enseñanza antes de finalizar 2015.
Igualmente, busca equiparar las proporciones de mujeres y hombres en los empleos remunerados en el sector no agrícola y elevar la participación femenina en los parlamentos de sus países.
Según la publicación Cuba en cifras. Objetivos de Desarrollo del Milenio, editada en 2009 por la ONE, al cierre de 2008 la relación entre niñas y niños en la enseñanza primaria, secundaria y superior era de 95,2 por ciento, 90,7 por ciento y 172,1 por ciento, respectivamente.
Esto significa que por cada 100 varones, había matriculadas poco más de 95 niñas en la enseñanza primaria y alrededor de 91 en la secundaria. Sin embargo, en la universitaria, por cada 100 hombres se sentaban en las aulas unas 172 mujeres, un dato que no pocos expertos atribuyen a la persistencia y estabilidad en el estudio que ellas poseen.
Hoy las cubanas representan más del 46 por ciento de las personas empleadas en el sector estatal civil; superan el 65 por ciento de los profesionales y técnicos, y son el 39 por ciento de los dirigentes del país, lo que no deja muchas dudas acerca del cumplimiento del citado ODM.
Pero puertas adentro de los hogares ellas siguen desempeñando dos o tres jornadas laborales, que a menudo no son visibilizadas ni remuneradas.
En entrevista para el portal digital Cubainformación TV, la investigadora Inalvis Rodríguez, quien trabaja actualmente como asesora de género en desarrollo en el Sistema de las Naciones Unidas en Cuba, reconoció que "en nuestro país, si bien muestra avances en alguna presentación de una imagen no reduccionista de la mujer, también se muestran roles tradicionales y numerosos estereotipos".
Según el informe Objetivos de Desarrollo del Milenio 2010, preparado por la ONU con motivo del actual proceso de evaluación de los ODM, "la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer son ODM clave y condiciones esenciales para superar la pobreza, el hambre y las enfermedades".
"Sin embargo, los avances a este respecto han sido lentos en todos los aspectos: desde la educación hasta el poder de decisión política", precisa el texto.
Algunos datos ilustran esa afirmación. En las regiones en vías de desarrollo, las niñas nacidas en el 20 por ciento de los hogares más pobres tienen 3,5 veces más posibilidades de permanecer sin escolarizar que las niñas de los hogares más ricos, y cuatro veces más probabilidades que los niños más favorecidos.
El panorama no es totalmente desolador. En 2008 había 96 niñas por cada 100 niños matriculados en escuela primaria y 95 muchachas por cada 100 varones en secundaria, mientras que en 1999 esta proporción era de 91 a 100 y 88 a100, respectivamente.
Pero, pese al progreso, "la paridad de géneros en educación primaria y secundaria (una meta que debía haberse logrado en 2005) todavía está fuera del alcance de muchas regiones en vías de desarrollo. En términos de educación primaria, los desafíos más grandes se encuentran en Oceanía, África subsahariana y Asia occidental", precisa el informe.
En la educación universitaria, en cambio, otras disparidades de género están vinculadas a las áreas de estudio; una situación que también puede observarse en Cuba, aunque la matrícula femenina en la educación superior supere a la masculina.
Según el texto de ONU "hay una gran mayoría de mujeres en humanidades y ciencias sociales y una marcada minoría en ciencias, tecnología y, en particular, ingeniería".
En materia de acceso a posiciones clave de toma de decisiones, ellas constituyen 30 por ciento o más en las cámaras bajas parlamentarias en 26 países, y 40 por ciento o más en siete países.
Después de las elecciones parlamentarias de 2009, las mujeres registraron avances en África subsahariana, ya que 29 por ciento de los puestos fueron ganados por mujeres, lo cual elevó el promedio regional a 18 por ciento.
En Sudáfrica ganaron 44 por ciento de los escaños en las elecciones de la cámara baja, logrando un tercer puesto en el ranking mundial, después de Ruanda y Suecia.
Según datos de junio de 2010 de la Unión Interparlamentaria, Cuba ocupaba el cuarto lugar, inmediatamente después de Sudáfrica, con 43,2 por ciento de parlamentarias. En el extremo opuesto del espectro, 58 países tienen 10 por ciento o menos mujeres parlamentarias, y en nueve cámaras no hay ninguna mujer.
En relación con el empleo, en el sur de Asia, el norte de África y en Asia occidental, sólo 20 por ciento de los empleados en sectores no agrícolas son mujeres, que generalmente perciben menos salarios y ocupan los puestos laborales menos seguros.
Es muy común que las mujeres estén en trabajos más vulnerables que los hombres, y esa brecha es particularmente evidente en las regiones donde las oportunidades de empleo remunerado para las mujeres son menores, como ocurre en Asia occidental y África septentrional.
No obstante las dificultades, la ONU persiste en promover el cumplimiento de los ODM en los años que restan hasta 2015. "No alcanzarlos podría multiplicar el riesgo mundial de inestabilidad, enfermedades epidémicas o degradación del medio ambiente. Sin embargo, alcanzar los objetivos nos situaría en dirección a un mundo más estable, más justo y más seguro", asevera el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el prólogo del informe Objetivos de Desarrollo del Milenio 2010.
Los otros siete ODM
Aprobada por 189 países y firmada por 147 jefes de Estado, en septiembre de 2000, la llamada Declaración del Milenio incluyó la instrumentación de ocho ambiciosos objetivos, con la aspiración de verlos cumplidos en 2015, conocidos como Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
Además del número tres, dirigido a promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, los otros siete ODM son, en este orden, erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
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