Nació dentro de una familia noble; la bautizaron bajo los nombres de Amantine Aurore Lucile y el apellido Dupont significaba familia de “campanilla”. Los primeros años vivió en la hacienda de su abuela paterna, traveseando en el campo, hasta que llegada su edad adolescente la internaron en un convento para completar conocimientos de letras y matemáticas. En 1882, la casaron con el barón Casimir Dudevant y al tiempo nacieron Maurice y Solange. Las nupcias no buscadas la desaforaron. Abandonó al esposo y se llevó a sus dos hijos a quienes cuidará de aquí en más contra viento y marea.
Tumultuosa vida la estaba esperando. Podemos comprender la barahúnda en que se sumergió teniendo en cuenta que el barón resultó aburrido y vividor, aprovechado de la fortuna de los Dupont, al que ella aguantó durante 9 años. Liberada de unos vínculos que entonces calificó de ridículos e insoportables, participó de la bohemia del siglo, deslumbrada y deslumbrando, que es lo que experimenta Balzac al verla. Seducción breve que cortará para encamarse con Franz Lizst, violinista de origen zíngaro con quien sufrirá un violento encontronazo. Cuentan que al enterarse este fogoso señor de la intromisión de nuevos entusiasmos en el corazón de Amantine Aurore Lucile, le arroja sobre la cama un sueldo de prostituta. En los entreactos, ella escribirá Indiana, su ópera prima, en 1832.
De pronto enardece pasionalmente por un escritor jovencito que bien podría ser su hijo, Jules Sandeau, y cambia su nombre por George Sand, en su homenaje. Escribirá enseguida otra novela, Valentine. En ambos libros defenderá el amor libre. “La inteligencia busca pero quien elige es el corazón.”
En la plenitud de su existencia y belleza extraña conoce a Alfred Musset, pero la fidelidad, virtud soslayada por la escritora, la inducirá a conectarse sentimentalmente con Didier y con Gransagne a quienes admira y, como según ella “el amor sin admiración es sólo amistad” se acuesta con ellos al mismo tiempo y horario... comienza a usar prendas de vestir masculinas. Franqueará su interés a las fronteras lésbicas y mantiene relaciones con la actriz dramática Marie Dorval. Con ella estaba cuando se arroja cual tigre hambriento sobre el pálido y debilucho Federico Chopin y entre valses, polcas y toses del músico tuberculoso viaja a Mallorca recalando en la Cartuja de Valdemossa, en un vapor mallorquín. Justo es recordar que allí George Sand escribirá su novela Un invierno en Mallorca y que Frederic musicó su Vals del Perrito, y que allí mismo se filmó una película hermosa donde la actriz Merle Oberon personifica a Sand, y Cornell Wild personificará a Chopin. Tengo in mente ese lugar donde estuve un invierno de 1953. Los árboles que rodean la casa y abundan en su parque estaban nevados y el frío era avasallador y cortante.
Ese frío permanecía adentro de las heladas habitaciones y en una de ellas vi un lecho escueto, cuatro o cinco sillas, en otra habitación, sobre una mesita se abrían en unos folios musicales los pentagramas en claves de Sol y de Fa. Al mirar un rincón, vi el piano... hace poco, alguien comentó por tevé acerca de “el gran e importante piano de Chopin”. Juro que no es así. Se trata de un piano de los llamados de estudio, flaquito y chiquito como Chopin, el afrancesado polaco que no pudo adueñarse del corazón de Sand ni contagiarle su tuberculosis. Del abovedado techo pendía una araña con caireles y luz pálida. Todo aquello me representó el reino de la pena. Me fui de la Cartuja de Parma oyendo las notas de un tocadiscos que rolaba un disco de Chopin, quien compartió con Sand, 10 años. Apaciguados los tumultos de una revolución, George Sand publicará las novelas François le Champi y La pequeña Fadette, con textos campesinos.
En 1858 dará a conocer sus novelas Los caballeros de Bon Dorè y El marqués de Villemar donde manifiesta ideas socialistas. Mencionaremos el período de Nohant cuando la escritora ha regresado al hogar de sus mayores organizando reuniones literarias a las que asistieron: Theophile Gautier, Gustave Flaubert, Eugène Fromenti y Eugène Delacroix. Los años desvencijan a esta señora igual que a una poltrona, en su Historia de mi vida no sabemos si se lamenta o se vanagloria: “Estaba muy bien constituida y durante mi vida prometí ser una belleza, esperanza que no se ha cumplido, probablemente, ha sido culpa mía, ya que a esa edad en que la belleza florece me pasaba las noches leyendo y escribiendo. Siendo hija de dos padres de una belleza perfecta, no debería haber degenerado, y mi pobre madre, que estimaba la belleza más que nadie, me hacía ingenuos reproches con frecuencia. Por mi parte, jamás pude detenerme en el cuidado de mi persona”. Luego de tan inesperadas conclusiones dará a luz un libro de cuentos infantiles, dedicado a sus nietecitos... Sand fallece un día de verano en Nohant y su viudo, el barón Casimir Dudevant,solicitará al gobierno francés una orden de condecoración por haber tenido el coraje de aguantar públicamente el peso de estar casado con la defenestrada George Sand. En 1952 André Maurois, en su biografía la confunde y asimila a Leila, mujer virtual creada por Sand, en su novela homónima y que significa alguien enfermo de erotismo. En realidad George Sand figuró la ruptura de lo convencional del género femenino declarando, ella misma, que usó pantalones para ocultarlo...
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