El capitalismo intensifica los valores patriarcales porque proporciona a los hombres riqueza, ya que son los que trabajan de forma remunerada, cosa que les da poder como sustentadores de su familia
Por: Laura Bordera / Kaos en la Red
Neoliberalismo y patriarcado.
La desigualdad social se define como la posición de dominación o de subordinación que socialmente se impone a los individuos por medio de la demarcación diferenciada de grados de acceso a recursos (Bretones, 2001).
A pesar de los absurdos intentos de algunos poresconder ciertos datos o de manipular la información exhibiendo indicadores que no demuestran nada1, hoy en día toda persona sabe que vivimos en un mundo desigual y que la riqueza material está injustamente repartida en el mundo. La brecha de la pobreza es más grande que nunca y la tendencia no va en decrecimiento. Como una grieta que avanza en el territorio, las condiciones económicas actuales y el valor del capital está dividiendo el mundo en tipologías diferenciadas de países, de clases sociales y de barrios, haciendo que los puentes que pueden juntar las distintas realidades sean cada vez más difíciles de construir.
Así pues, describir las sociedades en estratos es ser realista, y apuntar al sistema neoliberal como causante de todo ello también. Este modelo organizativo humano además de dividir a las personas en grupos diferenciados en función de su riqueza, también ha potenciado otro problema que traviesa de forma vertical todos las capas de la pirámide de clases y es ladesigualdad de género. De este modo, cuando se habla de capitalismo se está hablando también de patriarcado, es decir, de diferencias estructurales entre hombres y mujeres.
Siguiendo el análisis de Engels, el capitalismo intensifica los valores patriarcales porque proporciona a los hombres riqueza, ya que son los que trabajan de forma remunerada, cosa que les da poder como sustentadores de su familia, o bien como propietarios o herederos.
En segundo lugar, el capitalismo se basa en una sociedad consumista, que proporciona a los individuos, además de poder, felicidad y sentimiento de autorrealización. Si tenemos en cuenta que vivimos en sociedades superficiales que basan el valor de las personas en su imagen tenemos el elemento femenino en el punto de mira. La mayor parte del consumo de la imagen va dirigido a la mujer (desde productos adelgazantes, industria de la cosmética y moda, hasta productos de limpieza y electrodomésticos), consolidando así los símbolos que conforman la violencia cultural, legitimadora de la directa y punto de apoyo de la estructural (Macionis y Plummer, 1999). En tercer lugar, el capitalismo requiere del patriarcado en cuanto a la forma que debe tener el mercado laboral. El sistema necesita de un cabeza de familia que cobre de su trabajo para traer comida a casa, comida que será cocinada por una mujer que además se encargará de cuidar de hijos y de mantener el hogar en correctas condiciones, todo ello sin remuneración económica. En el momento que la mujer quiera tener independencia del varón (poniéndonos en el plano de la familia tradicional occidental) tendrá que renunciar a tener hijos y a encargarse de las labores del hogar (y contratar a otra mujer para ello) consiguiendo un trabajo que seguramente esté peor pagado por el hecho de ser mujer.
Que la mujer sea una participante activa del mundo laboral sin discriminación por género es algo que le resulta inviable al capital. Si se observan los datos de empleo remunerado femenino desde una perspectiva global vemos que tan solo en Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Suecia, Finlandia y algunos países más de la Europa del este el porcentaje de mujeres en la población activa es del 40% o superior (Maccionis y Plummer, 1999). Para que la gran maquinaria funcione se precisa de una parte de la población que cargue con trabajos mal remunerados y al mismo tiempo haga trabajos necesarios de forma gratuita. De este modo, la precariedad se feminiza y la pobreza a escala global acaba mostrando rostro de mujer.
Evidentemente, el capitalismo no es la causa de la existencia de un sistema patriarcal, pero en todo caso si que lo potencia y lo reafirma fortaleciendo cada vez mas ese famoso ‘techo de cristal’ con el que se encuentra cualquier mujer al llegar a este mundo. Acabar con la opresión de la mujer en la esfera socioeconómica implica un cambio de sistema. No obstante, esto solo seria un pequeño esbozo de las consecuencias del sistema sobre la cuestión del género. Aquí la cuestión se ha tratado a nivel global, pero si concretamos en los efectos que el neoliberalismo tiene sobre la guerra, y ésta sobre la mujer, se verá el cambio paradigma más claro.
Neoliberalismo y conflictos armados.
Así como ha sucedido con el sistema patriarcal, el capitalismo no ha inventado las guerras, sin embargo, éste ha encontrado en ella una gran aliada para sus propósitos. Para comprenderlo hay que revisar las distintas premisas en las cuales se basa el neoliberalismo, manifiestas en el Consenso de Washington de 19892. En primer lugar, se propone un modelo de Estado no intervencionista que ha de privatizar los servicios que ofrece. Aquí se encuentra una de las grandes paradojas que envuelve la industria militar. Para visualizar mejor el panorama tomaremos el ejemplo de España. Por un lado, el Estado decide no irrumpir en el negocio todas aquellas empresas privadas que producen armamento y deja de invertir cada vez más en servicios públicos (en pro de la privatización) como la sanidad o las pensiones.
Hasta aquí cumple con los mandamientos. Prueba de ello es la entrada de capital privado en las universidades, las medidas de Esperanza Aguirre en la sanidad, o el tan reciente “zapatazo” del Gobierno en el que para reducir el déficit público se ha decidido bajar un 5% el sueldo de los funcionarios/as, congelar las pensiones, suprimir las prestaciones por nacimientos y recortar el gasto farmacéutico y de las administraciones locales3. Todo ello sin afectar en lo más mínimo al gasto militar, presupuestado para 2010 en 18.609,60 millones de euros (50,98 millones de euros diarios), cuando el ahorro de la reforma supone 15.000 millones de euros. Vale decir también que pese a la profunda crisis económica que se sufre el mundo desde hace dos años ninguno de los grandes programas de armas ha sido suspendido ¿A esto se refiere el Consenso cuando en uno de los puntos menciona el cambio de prioridades en el gasto público? Gran parte de los méritos de la industria de armamento se la deben al Estado, ya que éste asume la tarea de invertir en investigación y desarrollo4 para que luego la empresa privada tenga sus propios beneficios.
Así pues, la dinámica es que mientras se recorta el gasto social se continúa alimentando a empresas privadas de armamento (y sea dicho de paso, a bancos). De este modo se ve que el intervencionismo es relativo a los intereses del capital, ya que cómo se explica sino que lagunas legales permitan que la Unión Europea exporte aparatos de tortura por todo el mundo5 ¿Se le llama a esto desregulación de las actividades económicas?
Otra de las bases del Consenso es la liberalización del comercio internacional y la promoción de las exportaciones. En ese sentido, la lección está aprendida ya que ahora mismo la Unión Europea se ha convertido en el primer exportador de armamento pesado a países como Arabia Saudita, China, Colombia, India, Irak, Israel, Pakistán o Tanzania6.Todos ellos, países con conflictos armados activos o tensiones que llevan fácilmente a brotes de violencia, en los que las principales víctimas son civiles. Todo ello comprometido con la base de la libre competencia a cualquier coste y con la aplicación de medidas
monetaristas en cada Estado, intentando exportar también este modelo a cada rincón del planeta.
La armas únicamente tienen la función de matar, pero el beneficio que aporta en el mercado es muy cuantioso, ya no sólo por las inversiones que se hacen en esta industria, que en realidad no son tan rentables, sino por que es un negocio que sirve de ‘punta de lanza’ a otras empresas que tienen un importante papel en el juego capitalista como son los bancos (Caramés, ---). En España un gran número de cajas de ahorros y bancos ofrecen créditos e invierten en industrias de armamento. Ejemplo de ello es que en 2007 el grupo Maxam (dedicado a la producción de armamento) recibió el mayor crédito concedido en España por un valor de 300 millones de euros de la mano de 18 entidades bancarias lideradas por el
BBVA y el Banesto (Delàs, 2009).
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