Comprometerse en lo doméstico quizás no sea fácil para el varón, porque supone admitir que es un productor de injusticia y no muchos toleran percibirse de ese modo.
¿Por qué el intercambio cooperativo en lo doméstico, desde una óptica igualitaria de búsqueda de bienestar compartido y una ética de la justicia y el respeto de género, es tan poco frecuente? ¿Por qué la innovación y el cambio progresista en el hogar son minoritarios entre los varones? ¿Por qué la mayoría de los varones son tan poco receptivos a los reclamos femeninos igualitarios en lo doméstico? ¿Por qué, pese a que incluso muchos proclaman verbalmente el valor de la igualdad, son tan pocos los que en la práctica son coherentes con dicho discurso y toman la iniciativa para transformar sus comportamientos desigualitarios?
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