Vivo en el barrio de Lavapiés, barrio castizo de Madrid, y soy extranjera. Desde mi llegada a esta ciudad no he parado de oír los comentarios sobre una supuesta avalancha de inmigrantes. El racismo nos acecha a diario y a pesar de que hay muchas personas solidarias todavía existen otras que sencillamente no nos quieren en su país. “Vete a tu país”, es la frase más de moda, y gracias al reciente gobierno de Aznar, hay muchos que generalizan y nos atribuyen el incremento de la criminalidad. Para España, exportadora de emigrantes durante los duros años del franquismo, la inmigración es un nuevo fenómeno. Los “nuevos ricos” ya se han olvidado que muchos de sus compatriotas se tuvieron que hacinar en pisos minúsculos en Alemania, que tuvieron que limpiar las casas de sus nuevos amos, que algunos jamás llegaron a aprender el nuevo idioma y continuaron usando su lengua materna, que jamás dejaron de añorar su antiguo hogar y desde luego que no fueron con intenciones de robar sino de ganarse el pan dignamente.España hoy es receptor de inmigrantes pero parece tener muy mala memoria. La persona que decide venir a este país se encontrará muchas trabas burocráticas, el desprecio que nos muestra la gran mayoría de los funcionarios en las comisarías, en las delegaciones de extranjería y en los consulados donde sólo somos un número que debe esperar pacientemente a que les den su turno. Podría enumerar un sinfín de “anécdotas” para ilustrar el desprecio que sienten por la persona que viene de otro país, pero me faltaría espacio... sólo recomiendo a quien ponga en duda mis palabras que se acerque a una comisaría y sea testigo del trato inhumano que nos dan día a día.
La inmigración en cifras
Si miramos las cifras de la inmigración podemos ver que la “invasión” es una ficción. Para una población de un poco más de 40.000.000 de personas, según el Censo de Población y Viviendas del 2001 (hecho público por el Instituto Nacional de Estadística), un total de 1.572.017 eran extranjeras. De este total 754.025 eran mujeres y 817.992 eran hombres [1] . En el 2002, la población total del España era de 42.717.064 habitantes, de los cuales 2.672.596 eran extranjeros [2].
Durante siglos las migraciones se han visto como un fenómeno masculino, y la mayoría de los estudios no han hecho distinción entre mujeres y hombres. El hombre desde antaño se ha considerado como un sujeto económicamente activo, mientras que la mujer se considera como un sujeto confinado al ámbito doméstico. El hombre es el que sale de su hogar a buscarse la vida para sustentar a su familia... Sin embargo, dada la oferta de trabajo en el ámbito del servicio doméstico, en la agricultura, en la industria textil y en el cuidado de ancianos, hoy son muchas las mujeres que emigran para mantener a sus familias en el país de origen. Cada día emigran más mujeres y, aunque en el caso de España la inmigración masculina solía ser más extensa, los flujos migratorios se están feminizando, como bien podemos ver en las siguientes tablas elaboradas por Gemma Martín Muñoz y Ana López Sala [3].
TABLA A. Residentes extranjeros según sexo y país de procedencia (2000). Se han incluido los datos de las nacionalidades mayoritarias en España a excepción de nacionales procedentes de la UE.
País de
Procedencia Varones Mujeres No Consta Total
Rumania 63,01% 36,52% 0,47% 100%
Colombia 29,99% 69,28% 0,73% 100%
R. Dominicana 27,07% 71,73% 0,20% 100%
Ecuador 44,27% 55,52% 0,31% 100%
Perú 38,01% 61,13% 0,86% 100%
Marruecos 66,30% 32,66% 1,04% 100%
Gambia 66,39% 31,53% 2,08% 100%
Senegal 82,39% 16,95% 0,65% 100%
China 55,55% 43,47% 0,97% 100%
Filipinas 37,74% 61,62% 0,63% 100%
Pakistán 86,82% 12,82% 0,35% 100%
TABLA B.
Residentes extranjeros según sexo y país de procedencia (2002).
País de
Procedencia Varones Mujeres No Consta Total
Rumania 21.502 12.178 25 33.705
Colombia 28.359 42.800 79 71.238
R. Dominicana 10,345 21.956 111 32.412
Ecuador 57.748 57.530 23 115.301
Perú 16.366 22.528 119 39.013
Marruecos 189.280 92.167 985 282.432
Gambia 7.005 3.300 79 10.384
Senegal 12.103 2.621 41 14.765
China 25.644 20.026 145 45.815
Filipinas 6.050 9.263 31 15.334
Pakistán 14.163 1.405 16 15.584
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El desprecio que siente un extranjero es quizás igual que el de una mujer, pero como bien sabemos a la mujer ya se la discrimina por ser mujer y al ser emigrante sufrirá una doble discriminación. Pero ¿cuáles son los problemas específicos de la mujer inmigrante?
Abusos sexuales
Un repaso a la prensa de los últimos años nos ofrece una realidad muy cruda de los abusos que sufren las mujeres al venir a un país nuevo, sobre todo si carecen de papeles para poder acudir a la justicia. Si en mi caso, siendo portadora de un pasaporte australiano (aunque soy chilena de nacimiento), con un nivel económico holgado, con educación universitaria y sin haber emigrado por razones económicas me encontré en una situación de acoso sexual al solicitar una simple extensión de visado de turista, tiemblo al pensar lo que les sucede a las mujeres que no gozan de mis privilegios y que en su país de origen tienen a sus hijos y padres ancianos que dependen de ella para poder vivir. De vez en cuando leemos en la prensa noticias de abusos sexuales perpetrados en contra de mujeres extranjeras, pero me temo que esos son sólo la punta del iceberg. ¿Cuántas mujeres acuden a denunciar un abuso ante la policía si los propios abusadores son sus representantes? Recientemente fue detenido un policía local de Madrid acusado de abusos sexuales a una ecuatoriana. Según la prensa, la mujer afirma que el policía le sugirió que le “hiciera un apañito” para escapar una multa por una infracción de tráfico [4]. Asímismo, el año pasado la fiscalía de Sevilla pidió una condena de tres años de cárcel y 21 años de inhabilitación para un inspector jefe de la Policía Nacional por tres delitos de abuso sexual. En este caso las tres mujeres eran colombianas en situación irregular, a quienes el acusado les prometió ayuda para regularizar su situación a cambio de favores sexuales [5]. En el 2002 un policía de Valladolid fue condenado a 12 años de prisión por abusar de una mujer colombiana a la que detuvo en una parada de autobús. El policía la obligó a hacerle una felación para no abrirle un expediente de expulsión [6]. ¿Qué podemos esperar cuando un policía es el acosador? ¿Qué él mismo tramite la denuncia? ¿O en el caso del subdelegado del PP del Gobierno en Tarragona, Raúl Navarro Roldán que fue denunciado por una mujer rusa que afirma que Navarro le ofreció regularizarla a cambio de favores sexuales? [7]. Recuerdo un día en plena Puerta del Sol, dos guardias civiles charlaban y al pasar dos hermosas mujeres mulatas uno de ellos comentó mientras las desnudaba con la mirada, “¿Quieres papeles, yo te daré papeles...”
Tráfico de mujeres para la prostitución
Aunque no me extenderé sobre el tema de la prostitución, tema que abarcamos en el último número de la revista Poder y Libertad, podemos resaltar que entre un 70 y un 90% de la prostitución en España es ejercida por extranjeras. A pesar de que algunos y asociaciones como Las Hetairas defienden que este es un “trabajo como cualquier otro” y que las que ejercen de meretrices lo hacen “libremente”, una gran mayoría de ellas no lo hace por opción sino que son víctimas de traficantes que las traen con ofertas de trabajo falsas y que luego las obligan a prostituirse bajo amenaza de palizas, violación e incluso de vudú en el caso de las nigerianas [8]. El tráfico de personas es uno de los negocios más lucrativos del mundo y si miramos las cifras más detalladamente, constatamos que una vez más las mujeres y los niños son las principales víctimas. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la cifra de 500.000 inmigrantes indocumentados corresponde a mujeres que son obligadas a vender su cuerpo o son vendidas como esclavas [9]. Algunas veces la mujer consigue su libertad y logra escapar de los tentáculos de los proxenetas y sobrevive para contar su historia.
Mary
Mary, nigeriana de 35 años, llegó a España en 1996 con un pasaporte falsificado por la red que la trajo. Primero fue obligada a pagar su deuda prostituyéndose en prostíbulos de Madrid. Luego la trasladaron a Lugo para que siguiera pagando su deuda que ascendía a 30.000 dólares. Fue allí donde, en 1998, conoció a Carlos López Touzón, un empresario gallego que le prometió amor eterno y que saldaría su deuda y algún día la convertiría en su esposa. Como era de esperar, al empresario pronto se le olvidaron sus promesas y tras hacerla trabajar y dormir en su bar, la obligó a prostituirse en un club de alterne de la zona. Él mismo se encargaba de llevarla al “club” cada noche y la recogía al amanecer. Durante el día Mary tenía que trabajar en su bar y de noche en el club. Un tiempo después López Touzón alquiló un nuevo bar en Cambre, donde la puso a trabajar detrás de la barra sin permitirle ni siquiera salir a la calle. Cuando ella le reclamaba su libertad él la amenazaba con matarla o le recordaba que estaba ilegal en el país y que podía ser expulsada. Vivió así hasta marzo de 2001 cuando la Guardia Civil, alertada por una ONG que a su vez había sido alertada por una amiga y clientes del bar que no habían visto a Mary durante semanas, descubrió una minúscula habitación de seis metros cuadrados donde Mary yacía enferma sin las mínimas condiciones de higiene. Mary estaba moribunda pero aquel hombre que había prometido sacarla de la prostitución había seguido obligándola a mantener relaciones sexuales con él a pesar de su estado de extrema debilidad. La historia de Mary es estremecedora y lo más aterrador es que no se trata de un caso aislado. En el 2000 la Guardia Civil detectó un total de 1.060 víctimas de explotación sexual sólo en Galicia; 968 eran extranjeras [10].
Claudia
Claudia es rumana, y con sólo quince años de edad fue esclava sexual tras ser engañada por una mafia rumana que le prometió un trabajo de interina o de dependienta en Madrid. Como es usual, el líder de la banda mafiosa le adelantó el dinero y ella se comprometió a pagar mil dólares por el viaje y el trabajo una vez instalada en Madrid. Su viaje acabó en un chalet de Arganda del Rey junto a otras cinco chicas secuestradas como ella. Todo el dinero que ganaba iba directo a los proxenetas, ella jamás recibió nada. Del chalet las trasladaban en coche a otros chalets o clubes de alterne, donde tenían que pagar la habitación, pagar sus comidas, y jamás se les permitía salir solas [11].
Las condiciones de esclavitud, de falta de libertad, de humillación y de sumisión son los elementos comunes en la mayoría de los casos de la prostitución en España y quien quiera creer que estos son casos aislados son cómplices de las mafias y los macarras que se aprovechan de la situación de desprotección que experimentan estas mujeres al estar indocumentadas en este país.
Situación laboral
Siempre existen mitos ante lo desconocido y las generalizaciones están al orden del día. Normalmente se cree que las inmigrantes son personas con poca educación porque vienen a cubrir los puestos de trabajo que ni las mujeres españolas desean. En muchas de las innumerables colas que he tenido que hacer para solicitar mi permiso de trabajo y residencia o bien para renovar mis papeles, he conocido historias diversas. Las mujeres que migran por razones económicas no siempre vienen sin titulación alguna. El problema está en que los cupos sólo aceptan mujeres para trabajar en aquellos ámbitos en los que nadie autóctono quiere trabajar. No importa si una tiene una oferta de trabajo en algo que se ajuste más a las cualificaciones universitarias que se poseen, eso no le interesa al Estado, sólo interesa la mano de obra barata. Según un artículo publicado en el 2002, el número de inmigrantes con estudios universitarios está compuesto sobre todo por mujeres de Europa del Este y Sudamérica [12]. Muchas aceptan como primer trabajo el de “asistentas del hogar”, soñando con homologar sus títulos para poder cambiar de trabajo, pero muchas desisten en el camino. Según un estudio realizado por el Colectivo Ioé, muchas familias españolas emplean a inmigrantes y las obligan a trabajar jornadas de catorce horas además de tratarlas de forma degradante. El informe apunta que los ingresos de las inmigrantes son en un 76% inferior a los de las asistentas españolas [13].
Violencia doméstica
Las extranjeras tampoco se salvan de la lacra de la violencia machista que azota nuestra sociedad. Si las mujeres que son ciudadanas de este país encuentran oídos sordos a sus denuncias de malos tratos, ¿qué se puede esperar si la víctima carece de papeles? Si esa pobre mujer está aterrada porque su marido desahoga su frustración y la utiliza a ella como chivo expiatorio ¿cómo se va a atrever a acudir a una comisaría donde lo primero que le pedirán para poner una denuncia son sus papeles? Si en el año 2002 un 40% de las mujeres maltratadas asistidas por el Servicio de Atención a la Violencia Doméstica del Ayuntamiento de Madrid eran extranjeras [14] ¿cuántas más no recibieron ningún tipo de ayuda? ¿Cuántos abusos han quedado impunes? La mayoría de las extranjeras se encuentran solas y aisladas, y aunque sean ingresadas en un hospital, no van a denunciar a su compañero o marido por que no tienen a nadie más. ¿A quién recurrir para recibir apoyo moral o económico? ¿Dónde refugiarse? Como bien dice Beatriz Maciá, secretaria de la asociación Tamaia de Barcelona, “muchos maridos amenazan con denunciarlas si alertan de los malos tratos, les dicen que las devolverán a su país” [15]. Aunque ellos no tengan papeles se atreven a amenazar con denunciarlas, si a eso añadimos las extranjeras que están casadas o conviven con ciudadanos españoles, el terror es mayor. Ellos tienen papeles y por eso tienen derechos, ellas NO.
Susana
Es el caso de Susana, una chica joven y capaz que salió de Colombia para ayudar a su familia. Tras unos tres años de trabajar en Israel decidió venirse a España donde por lo menos hablarían su lengua y encontraría gente más afín a su cultura al tratarse de la madre patria. En España se instaló en el piso de un antiguo novio que había emigrado un poco antes y quien se ofreció a darle una mano. Susana aceptó y aunque al comienzo todo iba bien pronto comenzaron los golpes y los insultos. Su ex novio se “encontraba mal” al estar tan lejos de su familia y comenzó a descargar sus frustraciones sobre Susana. Susana lo abandonó y se alquiló una habitación compartida. Sí, no un piso compartido, una habitación en la que se veía obligada a compartir una cama con otra chica extranjera. Al no tener sus papeles en regla nadie le quería alquilar un piso, ya se sabe “le alquilas a uno y se meten diez...” Conocí a Susana en la frutería donde hacía mis compras y al comentar que tenía un piso para alquilar me enteré de su historia. A pesar de los prejuicios y los consejos de algunas personas conocidas de que no se lo alquilara a una extranjera, Susana fue una inquilina ejemplar. Tras dos años de alquilarle el piso un día vino a mi casa con lágrimas en los ojos, tenía que decirme algo: su nuevo novio se había instalado en el piso y ella había tenido que irse a una pensión porque temía volver al piso con él, temía que le volviera a pegar. Tras una discusión él la había maltratado y la había amenazado con denunciarla por no tener papeles si ella tenía la osadía de ir a la policía o decírselo a su casera . Eché al novio pero Susana dejó el piso que la había hecho sentirse tan feliz porque tenía miedo de que él volviera.
Fátima
El año pasado un periodista narraba como Melilla tiene el más alto índice de denuncias por violencia machista [16]. Si cualquier mujer está expuesta a los malos tratos y se siente indefensa ante la justicia de su país, su experiencia es aún más difícil si es extranjera, musulmana e indocumentada. Los ciudadanos españoles que se casan con estas mujeres por el rito musulmán a menudo no inscriben su matrimonio en el registro civil, despojando así a las mujeres de todo derecho civil y en muchos casos las convierten en esclavas de por vida. Fátima nació en Farhana, Marruecos, zona fronteriza con Melilla. A los catorce años conoció a Abdelkader que vivía al otro lado de la valla. A los tres meses se cerró “el trato” y su padre recibió unos 1.500,00 euros como dote. Se casaron por el rito musulmán y se fueron a vivir en Melilla en casa de su suegra. Todo fue bien hasta el nacimiento de su primera hija, momento en que su marido comenzó a tratarla como una criada, comenzaron las palizas, a veces, relata Fátima “comenzaba a pegarnos sin ningún motivo. En los peores momentos recibía dos palizas diarias”. Fátima intentó convencer a su esposo que registrase su matrimonio en Melilla pero él se negó ya que era su seguro para poder seguir amenazándola con ponerla en la frontera y quedarse con sus hijos ya que todos ellos tenían documentación española salvo ella que seguía siendo marroquí. Así vivió durante doce años hasta que una noche su esposo la violó y quedó embarazada de su cuarto hijo, más tarde en otro episodio de violencia le arrojó leche hirviendo en la espalda; cuando ésta intentó escaparse la quemó con un cucharón al rojo vivo y luego la amenazó con un cuchillo carnicero. Tras ser trasladada a un centro de emergencia y la policía alertada del caso, su esposo huyó a Almería. Como en tantos casos de violencia doméstica, la justicia le dio como única solución que volviera a su domicilio mientras él estuviera desaparecido...
Cualquier persona, sea del sexo que sea, sufre al tener que dejar su entorno familiar y encontrarse en una nueva cultura. Las trabas burocráticas son muchas, la ignorancia y el miedo a lo desconocido por parte de los “anfitriones” es amplia, y como siempre, la mujer sufrirá más que el hombre, porque como bien decía Flora Tristán: “El hombre más oprimido puede oprimir a otro ser, que es su mujer. La mujer es la proletaria del mismo proletario”. Así vemos como los propios inmigrantes desatan su ira sobre sus mujeres, y si estos hombres gozan de pleno derecho como ciudadanos del país de acogida y la mujer ni siquiera tiene papeles, el abuso será aún mayor.
Notas
[1] Las mujeres en cifras 2003. Madrid, Instituto de la Mujer, 2003, p. 123
[2] El País, 29 de enero de 2004
[3] Gema Martín Muñoz y Ana López Sala. Mujeres musulmanas en España. El caso de la inmigración femenina marroquí. Madrid, Instituto de la Mujer, 2003, pp.38 y 45
[4] El País, 16 de julio de 2004
[5] El País, 13 de enero de 2003
[6] El País, 2 de abril de 2002
[7] El País, 1 de septiembre de 2001
[8] El País, 29 de noviembre de 2002. En noviembre de 2002 un pastor evangelista fue detenido junto a nueve compatriotas por traer mujeres nigerianas con falsas promesas y luego prostituirlas. Tras la habitual práctica de confiscarles la documentación las amenazaban con prácticas de vudú
[9] El País, 20 de junio de 2000
[10] El Mundo, 11 de marzo de 2001
[11] El País, 22 de mayo de 2001
[12] El País, 12 de mayo de 2002
[13] El País, 12 de mayo de 2002
[14] El País, 21 de enero de 2003
[15] El Mundo, 30 de noviembre de 2003
[16] Juan Carlos de la Cal, El Mundo, 6 de abril de 2003
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