Rebelión El patriarcado aporta al capitalismo recursos y servicios que se producen en la esfera doméstica y que permiten una eficaz reproducción de la vida de las personas, la socialización para la adquisición de las pautas de comportamiento adecuadas a la clase social que les corresponda en el capitalismo y la renovación generacional de trabajador@s y propietari@s. El capitalismo aporta al patriarcado recursos materiales mercantiles, que sirven de materia prima y de medios de producción para el trabajo doméstico, pero también la base ideológica para que en la esfera de producción tengan lugar las suficientes relaciones patriarcales para que el patriarcado social no se debilite.
Patriarcado y capitalismo son dos sistemas que se alimentan mutuamente, aunque sus relaciones cambian históricamente. Por ejemplo, del culto a la domesticidad y a la mujer del hogar de mediados del siglo XX, se ha pasado a la obligación de ser productiva (funcional al modo de producción capitalista) para las mujeres del siglo XXI, sin cambios en la organización social de la reproducción y cuidado de la vida. La contribución económica de las mujeres a la familia se ha vuelto indispensable en el capitalismo avanzado, apoyada ideológicamente por la filosofía de derechos individuales iguales para hombres y mujeres, sin tiempo, sin historia y sin circunstancias, sin diferencias genéricas y sin responsabilidades por la reproducción de la vida.
El contrato social moderno capitalista fue excluyente, individualista, jerarquizador y conflictivo. La prioridad acumuladora y expansionista del sistema capitalista es destructiva. Un nuevo pacto social debe poner la vida, su sostenibilidad y su reproducción ampliada en el centro de la organización socio-económica, destronando a la hoy dominante lógica del beneficio y haciendo responsable del mantenimiento de la vida al conjunto social. Esto implica que todas las personas tenemos el derecho humano a ser cuidados y derecho a cuidar y a no cuidar. Toda persona ha de ser, o de poder ser, parte de una red amplia y horizontal de cuidados; o de múltiples redes colectivas y autogestionadas. La forma en que nos organicemos para sostener materialmente el bienestar humano nos incumbe tanto a varones como a mujeres.
Patriarcado y capitalismo son dos sistemas que se alimentan mutuamente, aunque sus relaciones cambian históricamente. Por ejemplo, del culto a la domesticidad y a la mujer del hogar de mediados del siglo XX, se ha pasado a la obligación de ser productiva (funcional al modo de producción capitalista) para las mujeres del siglo XXI, sin cambios en la organización social de la reproducción y cuidado de la vida. La contribución económica de las mujeres a la familia se ha vuelto indispensable en el capitalismo avanzado, apoyada ideológicamente por la filosofía de derechos individuales iguales para hombres y mujeres, sin tiempo, sin historia y sin circunstancias, sin diferencias genéricas y sin responsabilidades por la reproducción de la vida.
El contrato social moderno capitalista fue excluyente, individualista, jerarquizador y conflictivo. La prioridad acumuladora y expansionista del sistema capitalista es destructiva. Un nuevo pacto social debe poner la vida, su sostenibilidad y su reproducción ampliada en el centro de la organización socio-económica, destronando a la hoy dominante lógica del beneficio y haciendo responsable del mantenimiento de la vida al conjunto social. Esto implica que todas las personas tenemos el derecho humano a ser cuidados y derecho a cuidar y a no cuidar. Toda persona ha de ser, o de poder ser, parte de una red amplia y horizontal de cuidados; o de múltiples redes colectivas y autogestionadas. La forma en que nos organicemos para sostener materialmente el bienestar humano nos incumbe tanto a varones como a mujeres.
La concepción liberal de la democracia ha sostenido la ficción de que el ciudadano es autónomo, autosuficiente y establece relaciones contractuales. Pero de hecho, la realidad cotidiana hace evidente que todas y todos dependemos unos de otros y necesitamos soporte humano a lo largo del curso de vida, la visión de los cuidados visibiliza esto.
Los cambios se centran en la transformación cultural de las formas de trabajo de producir y cuidar la vida, y de consumo. Todo eso supone la transformación del significado de qué es trabajar, de los límites entre trabajo y no trabajo, visibilizando la diversidad del trabajo, en los trabajos de cuidados. El mundo del trabajo se expande a través del flujo de la vida. La economía debería cambiar su sentido a fin de garantizar la sostenibilidad de las vidas personales y comunitarias, preguntándose por lo que se produce, cómo se produce y cómo se distribuye. La economía para la vida se ocupa de las condiciones que hacen posible la vida a partir del hecho de que el ser humano es un ser natural, corporal, necesitado (sujeto de necesidades). Se trata del ser concreto, sexuado, en sus circunstancias. El ser humano es un ser situado, que requiere cuidado para su supervivencia y perfección. Y ésta es una responsabilidad común y pública.
El socialismo significa la preeminencia de lo social, y con ella de lo solidario y lo humano por encima de lo crematístico, en contra del capitalismo que tiene como centro la ganancia, el individualismo y prioriza la competitividad. Oponiéndose a la separación de lo público y lo privado, que legitima la explotación particular de la vida. Socialismo significa compromiso con una idea fuerte de igualdad, no relacionada con la propiedad o los derechos civiles, que diverge de la idea liberal que afirma que “todos somos iguales ante la ley”, y como decía Marx, ahí empieza la desigualdad, porque somos desiguales en la realidad. El objetivo es la igualdad sustantiva y no meramente formal, esto significa la transformación de todo el orden social hacia un orden desjerarquizado y desmercantilizado. Se propone superar el valor económico como medida de la vida social y del intercambio entre los seres humanos, incluyendo en el valor social el imperativo ético de reproducción de la vida humana.
Necesitamos otra lógica para asegurar el futuro. En el siglo XXI ha de cambiar la organización social y cultural de los cuidados, desde una óptica de derechos y corresponsabilidad societal y familiar. Se trata de maternizar a la sociedad y a los hombres, y desmaternizar a las mujeres. Todas y todos necesitamos y tenemos derecho al cuidado, y todas y todos podemos hacerlo. La idea fuerza en torno al cuidado es la valoración de la dimensión empática y solidaria del cuidado que no conduzca al descuido ni está articulado a la opresión. Se trata de que las sociedades todas, incluyendo estado y organizaciones sean responsables por atender, mantener y proteger a sus integrantes, especialmente a los están en sus circunstancias de fragilidad. El socialismo debe ser una sociedad del cuidado, para lo cual hay que crear condiciones objetivas y subjetivas.
La vía imaginada por las feministas y las socialistas utópicas desde el siglo XIX y puesta en marcha parcialmente en algunas sociedades tanto capitalistas como socialistas y tanto en países del primer y del tercer mundo, ha sido la socialización de los cuidados, que consiste en la transformación de algunas actividades domésticas, familiares y privadas en públicas. Estos programas han significado mejoría para la vida de las mujeres, liberación de tiempo para el desarrollo personal, la formación, el arte, el amor y las pasiones, la amistad, la política, el ocio, la diversión, el deporte y el autocuidado, incluso, una mejoría en la calidad de vida y en la autoestima.
Sin embargo, las actividades de cuidados no pueden socializarse todas completamente, hay tareas que por sus características intrínsecas es más conveniente y mejor que continúen siendo realizadas en los hogares. Y es indispensable una armonización entre la vida personal-familiar y laboral, para lo cual son indispensables jornadas laborales escalonadas y que consideren la vida. Tiempo para vivir y tiempo para trabajar remuneradamente en forma equilibrada, son necesarios para que mujeres y hombres puedan realizar corresponsablemente las actividades de reproducción ampliada de la vida. Se trata de repensar el mundo y la organización social desde los valores y la experiencia histórica femenina.
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