sábado, enero 09, 2010

Colombia: El poder, el amor y la mujer


El Tiempo, Colombia Por Florence Thomas

No hay ninguna razón que nos anime a pensar que 2010 será mejor que 2009: problemas sin resolver con los mismos políticos de siempre, una sola mujer en la contienda electoral sin ninguna plataforma de género, juegos mezquinos al confeccionar las listas legislativas y cero paridad entre hombres y mujeres. En fin, nada nuevo bajo el viejo sol de esta tierra tan maltratada. Sin embargo, y para no hundirnos en un pesimismo sin remedio, bien cabe echar un vistazo a algunas conquistas logradas en la década.

En el campo legislativo se expidieron algunas normas que reconocen los derechos de las mujeres, entre ellas la ley de cuotas que promueve la participación de mujeres en los cargos decisorios, y la Ley de 2008, por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres.

Hacia 2003 emerge una Política Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, que busca responder a requerimientos de mejoramiento de la calidad de vida de la población colombiana, tanto en lo individual como lo social.

En Bogotá se formula y aprueba un Plan de Igualdad de Oportunidades y Equidad de Género, lo cual estimula la construcción de políticas públicas de equidad de género.

Especial mención para las mujeres víctimas del conflicto armado y las movilizaciones de mujeres para la solución negociada del conflicto.
Asimismo, los movimientos feministas estimularon el reconocimiento de los derechos de las poblaciones afrodescendientes, indígenas y LGBT. Se avanzó en el fortalecimiento de organizaciones, grupos y redes de mujeres y se acordó realizar en 2011 el Duodécimo Encuentro Feminista Latinoamericano en Colombia, cuando llegarán 1 600 feministas con propuestas innovadoras para otra Latinoamérica posible.

Claro, es necesario precisar que, si bien Colombia se distingue por avanzar en legislaciones, al mismo tiempo está presta para aletargarse en su cumplimiento y, lo más grave, busca cómo obstaculizar sus realizaciones. Como si el papel aguantara lo que la cultura no está dispuesta a ceder.

Sin embargo, estamos aprendiendo a reaccionar en contra de los (y las) que buscan hacernos retroceder en la conquista de autonomía y libertad de nuestra vida y nuestro cuerpo, como si la vieja expresión "mi cuerpo me pertenece" fuera obsoleta, cuando nunca ha sido tan pertinente.

Con un trabajo incesante y una firme convicción ante la posibilidad de volver las utopías realidades, las mujeres han puesto en la escena duros debates sobre las profundas relaciones entre el poder, el amor, el saber y el hacer.

Y si hay una cosa que puedo afirmar después de 42 años de trabajo con mujeres es que cuando ellas dan dos pasos adelante, nunca dan un solo paso atrás.

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