A una semana de ardua labor retrospectiva sobre el avance de la participación de las mujeres, hoy ésta, más pública que privada, es evidente. Quizá se nos vea exhaustas y débiles, pero nunca en posición de retirada.
La visibilización de nosotras, de nuestra diaria lucha y nuestros logros, por desgracia, no se difunde tanto, como sí se hace con los tropiezos y los retrocesos que negocian grupos interesados en vernos nuevamente sometidas y encerradas en pequeños cuartos privados o de servicio al mejor postor. Como dice un dicho mexicano: “Mátalas callando”. O como esa vieja estrategia: “Divídelas y vencerás”.
La primera confrontación legal fue si lo dicho en la ley para los ciudadanos también se aplicaba para las ciudadanas. Y, en efecto, ante la ley mujeres y hombres somos iguales, pero no se lo tomen tan en serio, porque con todo existen países en los que la desigualdad entre hombres y mujeres está a la orden del día sea por mandato legal o por mandato divino.
A las mujeres, en la mayoría de los países, nos quieren, aun, de y para tiempo completo en la crianza, en la cocina –de preferencia en la repostería– y disponibles para la sexualidad todo el año.
La visibilización de nosotras, de nuestra diaria lucha y nuestros logros, por desgracia, no se difunde tanto, como sí se hace con los tropiezos y los retrocesos que negocian grupos interesados en vernos nuevamente sometidas y encerradas en pequeños cuartos privados o de servicio al mejor postor. Como dice un dicho mexicano: “Mátalas callando”. O como esa vieja estrategia: “Divídelas y vencerás”.
La primera confrontación legal fue si lo dicho en la ley para los ciudadanos también se aplicaba para las ciudadanas. Y, en efecto, ante la ley mujeres y hombres somos iguales, pero no se lo tomen tan en serio, porque con todo existen países en los que la desigualdad entre hombres y mujeres está a la orden del día sea por mandato legal o por mandato divino.
A las mujeres, en la mayoría de los países, nos quieren, aun, de y para tiempo completo en la crianza, en la cocina –de preferencia en la repostería– y disponibles para la sexualidad todo el año.
Y qué bueno. Lo anterior no está peleado con el feminismo porque tampoco una, esta peleada con el amor a los niños y niñas, los quehaceres domésticos y la cocina, con vestirnos siempre a la moda o darle rienda suelta a la diversión, y por supuesto que no le decimos no a los hombres.
De ahí que la sabia posición de las mujeres, las de hoy y siempre, es el de permanecer ‘iguales’ y ser ‘iguales’ en un mundo de ‘iguales’.
Hoy las mujeres están entre iguales y son iguales a los hombres, porque eso ya no está más en duda. Lo que sí está en el campo de batalla, donde nosotras estamos en ardua lucha, es el respeto a nuestros derechos humanos, como el derecho a decidir un embarazo o un aborto. Y así, también nuestro derecho a una convivencia libre de violencia.
Y es precisamente en estos rubros, los de nuestros derechos humanos y del derecho de convivencia libre de violencia, donde el agotamiento se nos nota, porque aun existen grupos que no quieren festejar con nosotras nuestros triunfos.
De ahí que las altas y bajas en esta batalla sean cada vez más notorias, como esa insistencia en el silencio: “está bien que existas, pero callada, porque callada te ves más hermosa y más bonita”.
Esos grupos se oponen a nuestro derecho de vivir plena y legalmente nuestra felicidad como seres pensantes y conscientes de lo que deseamos para nosotras, y utilizan su aparato de comunicación para promover que somos inestables e inseguras y difundir que hay “mujeres poderosas, pero menos felices”.
Dicen allá en Inglaterra, o aquí, en Estados Unidos, que la revolución feminista destruye lo que encuentra, y que, a final de cuentas, en su batallar de alcances libertarios, a quienes realmente ha beneficiado es a los hombres, porque nosotras nos hemos sumado más cargas.
Con esto hago referencia a Maureen Dowd y Yasmin Alibhai, quienes han escrito sobre el devenir histórico de las mujeres. Comparto justo con ellas que existe un balance imposible entre el trabajo y la vida. Entre el tiempo de la pobreza y el de vivir siempre bajo la presión de ser joven y bella.
Estas derivaciones de mujeres y hombres reaccionarios hacen de nuestros triunfos algo ninguneado. De ahí que estemos exhaustas. Pero que esto no inste a desistir; por el contrario, hoy más que nunca urge nuestra posición al frente de nuestra lucha.
Las feministas decimos que la pelea debe de seguir, pues algún día el feminismo nos llevara a la victoria. Porque, como bien menciona Alibhai, “nos la merecemos”. Ella afirma: “no estoy haciendo ruido en estas extensiones o pintándome los labios mientras lo escribo” e insiste en que “la lucha debe de continuar”. Y sí, en efecto, debemos continuarla, puesto que en la mayoría de los países, preferirían que las mujeres, que nosotras, regresáramos a la vida enclaustrada.
El 25 de noviembre, Inés Alberdi, directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), en su mensaje del décimo aniversario del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, señaló que la violencia que vivimos las mujeres “no es más un simple tema tratado de preocupación de mujeres únicamente”. Hoy es un tema de derechos humanos. De paz y de seguridad. Y una problemática que concierne tanto a hombres como a mujeres.
El 70 por ciento de las mujeres experimenta violencia sexual y psíquica por parte de los hombres en un momento de sus vidas, de acuerdo con datos mundiales de cada nación. Sucede en todos lados: en casa, en el trabajo, en las calles, en las escuelas. Y durante tiempos de paz o de conflicto.
Desafortunadamente continuamos viviendo en un mundo donde la violencia en contra de las mujeres y las niñas brinda inseguridad de más de la mitad de la población mundial: desde la violencia domestica hasta la mutilación genital; Desde las muertes por honor hasta las violaciones sexuales masivas en tiempos de guerra.
La violencia contra de las mujeres y su solución es todavía un gran desafío en todo el mundo. El llamado es mundial. No a la retirada.
Ni un paso atrás, ni para tomar impulso. Las mujeres no nos rajamos y mucho menos estamos en pose de rendición. La lucha sigue.
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