A pesar de que las mujeres en América Latina y el Caribe trabajan durante el mismo número de horas, e incluso más, que los hombres, son ellas quienes cumplen con la mayoría de las tareas domésticas. Esto las perjudica en el mercado de trabajo, dentro del cual sufren discriminaciones y desventajas que se manifiestan en mayores dificultades para insertarse laboralmente, menores posibilidades de ascenso, menos ingresos y una mayor tasa de trabajo informal.
Los trabajos informales, que no cuentan con beneficios como vacaciones, licencias por maternidad o enfermedad y jubilación exigen horarios extensos y flexibles; no obstante, son las alternativas disponibles para las mujeres, lo que agrava aún más las tensiones entre vida laboral y familiar, destaca un informe publicado en junio de este año por la Organización Internacional de Trabajo (OIT) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Actualmente, en América Latina y el Caribe, 50 por ciento de las mujeres en edad de trabajar son parte del mercado laboral, y si se considera sólo a las que tienen entre 20 y 40 años, la cifra aumenta a 70 por ciento.
Según el informe “Trabajo y familia: Hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social”, en el marco de la intensificación de la exclusión social y del aumento de la distancia entre la economía global formal y la economía local informal, las mujeres acceden a más empleos, pero no de mejor calidad.
La tendencia a flexibilizar el trabajo femenino tiene que ver con la división sexual del trabajo, la cual, informan la OIT y el PNUD, está presente en todas las sociedades, y aunque la forma en que se expresa varía –lo que en una sociedad constituye “trabajo de hombres” en otra puede ser “trabajo de mujeres”–, tiene un principio común: el trabajo masculino tiene un valor mayor que el que realizan las mujeres.
INFORMALIDAD Y DESPROTECCIÓN
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el 2006 la tasa de trabajo informal de las mujeres ocupadas era de 50.7 por ciento, contra un 40.5 por ciento para los hombres. La situación es más grave aún para las mujeres afrodescendientes y las pertenecientes a pueblos originarios.
En la economía informal, la calidad del empleo de las mujeres es inferior a la de los hombres: sus ingresos son más bajos, cuentan con menor cobertura de seguridad social y son mayoría en los segmentos más precarios, como el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado.
La informalidad del trabajo femenino se explica por las dificultades de acceso a empleos formales, pero también por la adaptabilidad de los empleos informales a las responsabilidades familiares.
Cabe destacar que estas responsabilidades, que empujan a las mujeres a insertarse en la economía informal, las llevan también a un callejón sin salida de empleos de mala calidad que no brindan protección social. Según datos de la CEPAL correspondientes a 2008, sólo 15 por ciento de las mujeres entre 15 y 65 años está afiliado a la seguridad social.
El informe calcula que la actual crisis económica mundial puede perjudicar aún más a las mujeres: 22 millones de ellas podrían perder su empleo. La crisis puede amenazar los logros alcanzados por ellas y profundizar las desigualdades de género, a no ser que las políticas para enfrentarla contemplen explícitamente esta dimensión.
Una de las medidas para mejorar la situación de las mujeres en el mercado laboral, señalan la OIT y el PNUD, es la transformación de la concepción del cuidado entendida como una responsabilidad privada de los hogares y de las mujeres.
Para ello, es indispensable la promoción de modelos alternativos de maternidad, paternidad y masculinidad. Esto implica dar un nuevo significado al papel de los padres dentro de la familia como personas afectivas, interesadas y capaces de asumir responsabilidades familiares: tareas domésticas, crianza de hijos, cuidado de ancianos y familiares enfermos.
Asimismo, los Estados deben de ampliar los servicios públicos y adaptar sus horarios a las necesidades de trabajadoras y trabajadores con responsabilidades familiares y fomentar su descentralización geográfica.
1 comentario:
¡NO tan solo en estas tierras!!!!
En España, las mujeres cobran un 30% menos que los hombres en cualquier trabajo, y lo que es ya incontestable y que demuestra cómo las desigualdades están enraizadas perversamente: las mujeres con altos cargos también cobran un 30% menos que los hombres.
A esos trabajos informales yo les llamo trabajos sin proyección profesional y sin garantías sociales. Los eufemismos de las denominaciones oficiales siempre esconden injusticias....
Besosssmil!!!!
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