martes, septiembre 08, 2009

La división sexual del trabajo...

En todas las sociedades, de todos los tiempos, los adultos se han visto en la necesidad de realizar tres actividades esenciales:

1. El trabajo productivo: que es de carácter social, colectivo, mediante el cual se producen los bienes que constituyen, en conjunto, la riqueza social. La forma en que este trabajo es organizado depende de las condiciones históricas de cada comunidad, lo que da lugar a los distintos modos de producción que se verificaron a lo largo de la historia (esclavitud, feudalismo, capitalismo).
2. El trabajo doméstico: que es individual, mediante el que se satisfacen las propias necesidades cotidianas, como la adquisición de las provisiones diarias, la preparación del alimento y la higiene y el mantenimiento de la vivienda. Este tipo de trabajo, por las propias condiciones de su existencia, ya que se origina en las necesidades más básicas de las personas, trasciende el modo de organización social que adopta cada comunidad, aunque no es independiente del modo de producción, porque las personas que la costumbre socialmente impuesta designa para su realización dependen del modo de producción (el trabajo doméstico está a cargo de esclavos, criados, empleados domésticos que reciben un salario o por los propios integrantes de cada unidad familiar).

3. La crianza de los hijos: mediante la que se inculcan y transmiten los usos y costumbres propios de la comunidad, garantizando de esta manera la reproducción del imaginario cultural de la sociedad.

Aunque el sentido común pareciera indicar lo contrario, el trabajo doméstico y la crianza de los hijos resultan las actividades más pesadas.


El trabajo productivo es realizado dentro de un período de tiempo determinado, tantas horas por día, una determinada cantidad de años en la vida de una persona. Por supuesto que esto es muy variable, dependiendo del modo de producción y organización social de cada comunidad; tanto en el sistema esclavista, como en el feudal y el capitalista, hay personas que no trabajan porque se apropian de la riqueza generada por el trabajo de la mayoría. Por otra parte, e independientemente del modo de producción, hay personas que no trabajan por otros motivos (niños pequeños, ancianos, enfermos), mientras que los que trabajan pueden comenzar y finalizar su actividad a edad más temprana o más tardía dependiendo de muchos factores. Dejo deliberadamente de lado el tema de la desocupación porque entiendo que forma parte de las condiciones históricas del desarrollo de un sistema de producción social, afectando a los trabajadores en otros aspectos, no en cuanto a los tres tipos de actividad que se ven en la necesidad de realizar, y poreso no lo analiozo aquí.

En contraposición al trabajo productivo, el trabajo doméstico debe llevarse a cabo todos los días a lo largo de la vida de una persona, de manera que si hay personas que no lo realizan, por los motivos que fueren (por la posición que ocupan dentro de la escala de poder en la organización social, o por razones de edad o salud) otros se ven obligados a hacerlo por ellos, de manera que estas personas realizan un trabajo doméstico múltiple.

Lo mismo ocurre con la crianza de los hijos, supuestamente a cargo de ambos progenitores, que debe cumplirse a lo largo de años, todos los días y a toda hora.

La división sexual del trabajo, al asignar compulsivamente el trabajo doméstico y la crianza de los hijos a la mujer, "libera" al hombre de estas tareas, posibilitando que la totalidad de la potencia creadora de su fuerza de trabajo sea puesta al servicio del trabajo productivo. La división social del trabajo, al separar a los hombres en propietarios de los medios de producción (explotadores) y provedores de la fuerza de trabajo (explotados) instaura una sociedad de desiguales. La división sexual del trabajo se comprende entonces como una herramienta potenciadora de la división social del trabajo: la explotación doméstica de la mujer permite incrementar la explotación de los trabajadores, pues su fuerza de trabajo se reserva exclusivamente para la producción social de bienes.

Por otra parte, es en el ámbito familiar donde comienza el proceso de transmisión de la cultura social imperante que se conoce con el nombre de educación. Desde el primer día de vida el niño crece y se educa en el marco de una estructura jerárquica y autoritaria (la familia), donde hay un dominador (el padre) y una dominada (la madre), circunstancia que es incorporada por el niño como naturalmente dada. El sometimiento aceptado de la madre al padre, concebido como algo natural por el niño, es reforzado por una clara diferenciación de roles dentro del ámbito familiar (padre/hombre es sinónimo de fuerza, poder, decisión, autoridad, mando; mientras que madre/mujer es sinónimo de obediencia, debilidad, aceptación, sometimiento). La incorporación de este esquema en la mente infantil es el mecanismo que garantiza, por analogía, que sea tomado también como algo natural (y por lo tanto inmutable) la organización jerárquica, vertical y autoritaria de la sociedad, donde hay quienes detentan un poder análogo al del padre (los que toman decisiones: gobernantes, dueños de los medios de producción, jefes religiosos), y quienes ocupan un papel análogo al de la madre (los que obedecen).

Pero además, no solo el padre somete a la madre con el concentimiento de ésta, sino que ambos someten a su vez a los hijos. En otras palabras, el niño se ve sometido por una sometida. Esto mismo acontece en la sociedad, donde la cadena de sometimiento tiene numerosos eslabones: el dueño de una empresa somete al gerente, que somete al jefe de personal, que somete al jefe de sección, que somete al trabajador. Una vez más, la reproducción a escala social del esquema jerárquico familiar hace que aquel sea tomado como natural y aceptado por el niño sometido, futuro adulto sometido.

De esta manera el sometimiento de la mujer es la mejor garantía del mantenimiento de una sociedad desigual e injusta. Mientras el hombre produce bienes destinados al intercambio y consumo, la mujer produce, con su trabajo doméstico y familiar, a los futuros productores (hijos varones) y a las futuras productoras de nuevos productores (hijas mujeres destinadas al matrimonio para tener más hijos, y continuar así la cadena productiva hasta el infinito). Es por esto que desde siempre, en todas las épocas y culturas, se le impuso a la mujer que su realización consistía en casarse y tener hijos, y fue educada para esto.

En las últimas décadas, el trabajo productivo hecho por mujeres se ha ido incrementando cada vez más, lo que no significa ninguna "liberación femenina", sino todo lo contrario, porque estas mujeres deben contnuar haciendoel trabajo doméstico y criando a sus hijos al regresar a su hogar; en lugar de liberarse aumentaron su sometimiento.

Entonces, es facil entender que la verdadera emancipación de la mujer, y del hombre, solo ocurrirá mediante la abolición simultánea de la división sexual y la división social del trabajo, situación que solo se dará como resultado de una verdadera Revolución Social.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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