sábado, septiembre 12, 2009

Cuba: Lydia y Clodomira, dos mujeres de su tiempo

Fuente: CubAhora
La madrugada del 12 de septiembre de 1958 se comportaba en forma similar a otras de aquel año. El ulular de sirenas policíacas se hacía oír por toda la ciudad. Ya no se asesinaban solo a los revolucionarios, bastaba ser joven y andar por las calles a altas horas de la noche para ser detenido, torturado, ultimado.

Un vecino insomne del edificio marcado con el 271 de la calle Santa Rita, en el reparto Juanelo, oyó las fuertes pisadas de un grupo de hombres por las escaleras del inmueble. Una voz angustiada, tras tocar a la puerta del apartamento 11, gimió: "Abre, soy yo".Después sonaron descargas, se oyeron imprecaciones, gritos, las paredes retumbaban, más gritos, ruidos extraños, alaridos, más imprecaciones. Una mujer increpaba: "Asesinos, no los maten". Más gritos. Dos mujeres, obligadas a bajar las escaleras, se defendían peldaño a peldaño.

Luego, una serie de descargas dentro del apartamento 11. Más ráfagas. Disparos aislados. Cuerpos que son arrastrados por las escaleras. Otros dos cuerpos son arrojados desde la baranda hasta la acera. Un sicario arrojó un bulto al latón de basura. Después se comprobó que eran los testículos de cuatro jóvenes.

Por una persiana entreabierta, el vecino vio los cuerpos ensangrentados, ya sin vida, de Alberto Álvarez, Reinaldo Cruz, Onelio Dampiel y Leonardo Valdés, todos combatientes del Movimiento 26 de Julio en Regla.

Las dos mujeres, Lydia Doce y Clodomiro Acosta, fueron obligadas a subir a un auto. No se les volvió a ver más.

LYDIA

Aunque en su certificación de nacimiento consta que Lydia Esther Doce Sánchez nació el 28 de agosto de 1916 en Ciego de la Rioja (hoy Mir), localidad del municipio Calixto García, en la actual provincia de Holguín, su madre, Teresa Sánchez, aseguró a varios entrevistadores que la combatiente había nacido en Velasco.

Quienes la conocieron la recuerdan como alguien alegre, de fácil risa. Tenía unos lindos ojos y cantaba muy bonito. Le gustaba la poesía, las novelas policíacas y románticas. Según su hermano Pablo, "siempre estaba leyendo cuando viajaba y si es cuando iba en tren para La Habana no dejaba de llevar un libro".

A mediados de 1957 conoció al Che mediante Manuel Escudero, uno de los guías de la guerrilla. "Una mujer instruida y muy dispuesta", la describió el serrano. Años después, el Che la evocaría como "una revolucionaria sin tacha".

Según el Guerrillero Heroico, "incontables son los hechos en que Lydia intervino en calidad de mensajera mía o del Movimiento. Llevó a Santiago de Cuba y La Habana los más comprometedores papeles... Traía medicinas, traía, en fin, lo que fuera necesario y las veces que fuera necesario".

"Su audacia sin límites hacía que los mensajeros varones eludieran su compañía. Recuerdo siempre las apreciaciones, entre admirativas y ofuscadas, de uno de ellos que me decía: ‘Esa mujer tiene más c... que Maceo’... Lydia, sin embargo, seguía cruzando una y otra vez las líneas enemigas".

LA VERDAD HISTÓRICA

Si bien es cierto que la traición de un militante del Movimiento 26 de Julio devenido delator llevó al aparato represivo de la tiranía al apartamento 11 de Santa Rita 271, por otra parte en ese lugar no debía estar nadie, según las órdenes emitidas por el jefe del Movimiento en Regla, Gustavo Más.

Tanto Gustavo Mas como Gaspar González Lanusa, el contacto de Lydia y Clodomira con la Dirección del Movimiento en la capital, dicho apartamento era una ratonera e incumplía con las normas de seguridad para que sirviera de refugio a los combatientes. Pero los cuatro jóvenes desoyeron las orientaciones.

De acuerdo con las órdenes emitidas, Lydia tenía que permanecer en casa de Miriam Parra, en La Jata, Guanabacoa, pero por "solidaridad con los muchachos", ella pernoctó en el apartamento de Juanelo.

Lanusa intentó convencer por todos los medios a Clodomira a que esa noche fuera para una casa segura en Miramar. Pero ella decidió quedarse con Lydia y los muchachos.

CLODOMIRA

Gaspar González Lanusa la recuerda como una muchachita "de figura muy delgada, muy joven, no parecía tener más de 20 años. Introvertida, inteligente, en sus gestos había decisión y energía.

No sabía leer, pero esto lo compensaba con una fina memoria, que acumulaba detalles importantes y un gran poder de observación, parecía como si se mantuviera callada para escuchar y ver mejor.".

De acuerdo con investigaciones del propio Lanusa, Clodomira Acosta Ferrales nació el 1ro. de febrero de 1936 en un hogar campesino de El Cayayal, en la hoy provincia de Granma.

Testimonios recogidos por la historiadora Nidia Sarabia aseguran que en los inicios de la lucha guerrillera contra Batista, ella evitó con sus gritos que unos guardias remataran a un revolucionario herido.

La gente acudió y se evitó el crimen. Pero luego, un tristemente célebre militar asesino la mandó a prender y que la pelaran al rape. Clodomira escapó del cuartel en un descuido de sus captores y se internó en la Sierra.

Los rebeldes la acogieron en su campamento y comenzó su labor de mensajera. Entre las encomiendas que le asignó Fidel, quien la calificó una vez de "joven campesina humilde de una inteligencia natural grande y de una valentía a toda prueba", estuvo contactar con la guerrilla del Directorio en Las Villas.

Con un comando de esta organización, Clodomira tomó parte en la acción de El Cacahual. Antes había combatido en la Sierra, con la columna Uno, al mando de Fidel.

DESAPARECIDAS

Al triunfo de la Revolución, por declaraciones de algunos de los criminales de guerra que, a las órdenes de Ventura, habían participado en la detención de Lydia y Clodomira, se conoció sobre los últimos momentos de estas heroínas.

De Juanelo fueron trasladadas a la Oncena Estación de policía, primero, y luego, a la tenebrosa Novena, cubil del sicario Esteban ventura. A Lydia la empujaron por unas escaleras y para obligarla a levantarse le pegaron con bastones en la cabeza. Moribunda, no recuperó más el conocimiento.

Clodomira encaró terribles torturas y se enfrentó a su verdugos con uñas y dientes. No lograron sacarle información. Ventura se las entregó al criminal Julio Laurent, de la Marina para ver si este las podía hacer hablar. Como también fracasó con ellas, este las embarcó en un yate en la madrugada del 15 de septiembre.

Se deshicieron primero de Lydia. En sacos con piedras Laurent ordenó hundir en el mar a Clodomira para que a los pocos minutos la sacaran. Le hacía preguntas pero no obtuvo respuestas. Repitió el procedimiento una y otra vez. Hasta que a una orden suya soltó amarras y no la sacaron más.

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