"Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino" (1)
Carlos Marx
Mucha tinta se ha derramado para señalar la relación (o falta de ella) entre el marxismo y el feminismo. Algunas teóricas afirman que el marxismo es la única teoría que llevará la lucha de las feministas hasta las últimas consecuencias. Otras afirman que el marxismo es la continuidad del modelo de opresión y explotación, que ayuda a sustituir a la actual clase dominante por otra, y que el cambio para las mujeres no es tal. Este tipo de conclusiones son comprensibles, si se toma en cuenta la experiencia del estalinismo en la Unión Soviética.
Algunas compañeras aseguran que el marxismo no incluyó desde sus orígenes la lucha de las mujeres. Eso es falso. Tanto Marx como Engels hablan de la clase obrera en general y no en todas sus obras ponen énfasis en las mujeres. Marx y Engels hablaban de burguesía y proletariado partiendo de criterios objetivos, pues distinguieron que en la sociedad capitalista hay unos que poseen los medios de producción, y otros que sólo tienen su fuerza de trabajo. Eso los llevó a reconocer a los sujetos sociales existentes en el capitalismo, quienes expresaban la principal contradicción del sistema, e identificaron al proletariado como el sujeto histórico de la próxima revolución.
Algunas compañeras aseguran que el marxismo no incluyó desde sus orígenes la lucha de las mujeres. Eso es falso. Tanto Marx como Engels hablan de la clase obrera en general y no en todas sus obras ponen énfasis en las mujeres. Marx y Engels hablaban de burguesía y proletariado partiendo de criterios objetivos, pues distinguieron que en la sociedad capitalista hay unos que poseen los medios de producción, y otros que sólo tienen su fuerza de trabajo. Eso los llevó a reconocer a los sujetos sociales existentes en el capitalismo, quienes expresaban la principal contradicción del sistema, e identificaron al proletariado como el sujeto histórico de la próxima revolución.
Pero con esta división social no se debe entender, como ya muchos y muchas lo han hecho, que el tema de las mujeres no fue importante para los fundadores del materialismo histórico. Eso sólo pone en evidencia una lectura ligera y una crítica sin mayores fundamentos.
Marx y Engels no tocaron el tema de las mujeres con la amplitud que muchos quisiéramos. No lo hicieron porque estaban dando respuesta a una de las necesidades más urgentes de su época: dotar al proletariado de su propia teoría y programa, además de develar el origen, las contradicciones y los mecanismos de funcionamiento del sistema capitalista. Para los fundadores del materialismo histórico, esta teoría y programa tienen la finalidad de armar a la clase trabajadora (formada por hombres y mujeres) en la lucha por su liberación. Consideraron a la mujer trabajadora de la fábrica y del hogar como parte de esa clase y no elaboraron un programa específico para las mujeres (aunque dejaron un basamento para hacerlo). Por lo demás, sería intelectualmente deshonesto decir que no se detuvieron a contemplar el papel de la mujer en la historia. Por el contrario, Marx y Engels fueron de los primeros estudiosos que dieron a conocer al mundo la importancia del papel de la mujer en la sociedad. A partir de las investigaciones antropológicas llevadas a cabo en su época, principalmente las de Lewis Morgan, Engels encuentra que en los orígenes de la humanidad los matrimonios eran grupales y las mujeres podían tener relaciones sexuales con varios miembros de la tribu. Eso hacía imposible detectar la línea paterna, pero si permitía identificar la materna. Las mujeres eran consideradas madres de todos los niños y niñas del grupo. Existía una división del trabajo, pero que era natural, en donde el hombre era cazador y la mujer se ocupaba de las tareas domésticas.
"En el antiguo hogar comunista, que comprendía numerosas parejas conyugales con sus hijos, la dirección del hogar, confiada a las mujeres, era también una industria socialmente tan necesaria como el cuidado de proporcionar los víveres, cuidado que se confió a los hombres" (2) .
Esto no implicaba ningún tipo de subordinación del trabajo doméstico. El hombre ocupaba un papel de segundo plano en el hogar. Esto le daba un papel relevante a la mujer en la sociedad: "Entre todos los salvajes y todos los bárbaros en los estadios medio e inferior, y hasta en una parte del estadio superior, la mujer no solo tiene una posición libre, sino que también es muy respetada". (3)
Y si bien es cierto que en el comunismo primitivo había opresión, esta era de naturaleza distinta a la que conocemos en la actualidad, pues esta era ejercida por los adultos hacia las mujeres y hombres más jóvenes, por lo tanto, iba desapareciendo a lo largo de los años.
Todo esto cambió cuando surge la propiedad privada, y con ella, la instauración de la monogamia y el derecho paterno, cambios que tenían el fin de garantizar la herencia y con ella, la protección de la propiedad.
"Todo el excedente que dejaba ahora la producción pertenecía al hombre; la mujer participaba en su consumo, pero no tenía ninguna participación en su propiedad. El "salvaje", guerrero y cazador, se había conformado con ocupar en la casa el segundo lugar, después de la mujer; el pastor, "más dulce", engreído de su riqueza, se puso en primer lugar y relegó al segundo a la mujer. Y ella no podía quejarse. La división del trabajo en la familia había sido la base para distribuir la propiedad entre el hombre y la mujer. Esta división del trabajo en la familia continuaba siendo la misma, pero ahora trastornaba por completo las relaciones domésticas existentes por la mera razón de que la división del trabajo fuera de la familia había cambiado. La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa -su ocupación exclusiva en las labores domésticas-, aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo productivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquél, un accesorio insignificante".
"La supremacía efectiva del hombre en la casa había hecho caer los postreros obstáculos que se oponían a su poder absoluto. Este poder absoluto lo consolidaron y eternizaron la caída del derecho materno, la introducción del derecho paterno y el paso gradual del matrimonio sindiásmico a la monogamia" (4) .
Como se ve, el surgimiento de la propiedad privada constituyó la primera gran derrota de las mujeres.
Una vez que el sistema capitalista se convierte en el sistema dominante, Marx y Engels se percatan que el papel de la mujer cambia con respecto a otras épocas, pues el propio sistema de producción así lo exigía. En el feudalismo por ejemplo, con su pequeño taller y producción individual, la clase dominante no necesitó arrancar a la mujer de las tareas del hogar. Pero el capitalismo, con su producción social y su gran industria, obliga a la mujer a salir del hogar y entrar a la fábrica. Al respecto Marx señalaba:
"La maquinaria, al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin un desarrollo físico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del niño fue, por tanto, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria. De este modo, aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros, se convertía inmediatamente en medio de multiplicación del número de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital. Los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no sólo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto del trabajo libre dentro de la esfera doméstica y a romper con las barreras morales, invadiendo la órbita reservada incluso al mismo hogar"(5) .
Estos hechos, inéditos hasta el momento, llevaron a las mujeres de la producción casera e individual, a formar parte de una fábrica y convertirse junto con otras mujeres y hombres, en el sujeto social antagónico de la burguesía: el proleta-riado. Paradójicamente, el capitalismo, encar-gado de potenciar la explotación y la opresión hacia las mujeres, fue también el primer modo de producción que permitió que hombres y mujeres obreras tuvieran un punto en común para la organización, la fábrica.
Las mujeres obreras toman el poder: la Comuna de París
Estos cambios permitieron que las mujeres se organizaran, lograran tener una mayor participación en la lucha social y que su voz fuera tomada en cuenta en los primeros movimientos obreros. Así lo demuestran las comuneras de París.
Del primer gobierno obrero y popular que constituyeron las trabajadoras y trabajadores a través de la Comuna en marzo de 1871, Carlos Marx sacó grandes lecciones y logró comprobar muchos aspectos de su teoría.
La Comuna constituyó el primer ejemplo de cómo los obreros y obreras pueden "hacerse dueños de sus propios destinos tomando el poder".
Una vez que las obreras y obreros tomaron el control de París, se decretaron una serie de disposiciones como la separación de la Iglesia y el Estado, la revocabilidad de cualquiera de los dirigentes que ocuparan un cargo en el gobierno; consejos municipales elegidos por todos a través del voto, y cuyos integrantes estaban obligados, así como todos los funcionarios, a ganar lo mismo que cualquier trabajador; la educación laica y gratuita para todos y todas; y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Ante este hecho peligrosísimo para la estabilidad burguesa, el gobierno francés, que en aquel momento se encontraba en guerra contra Prusia, firmó rápidamente un acuerdo de paz y con la colaboración del gobierno prusiano, atacó despiadadamente París. Miles de cuerpos quedaron tendidos en las barricadas, víctimas de las ametralladoras de la burguesía.
El Comité de Vigilancia de las Ciudadanas, La Unión de Mujeres para la Defensa de París, entre otras organizaciones, fueron los centros de actividad de las mujeres trabajadoras. Y fueron ellas las primeras en salir a defender su Estado, gobernado por ellas y ellos, en el que contaban con muchos más derechos que en cualquiera de las avanzadas repúblicas democráticas burguesas de aquella época.
Al respecto, Lenin anotaba: "Cierto observador burgués de la Comuna de París escribía a un periódico inglés en mayo de 1871: "Si la nación francesa estuviera formada sólo por mujeres, ¡que nación terrible sería!" Mujeres y niños hasta de trece años lucharon en la Comuna de París, hombro a hombro con los hombres. Y no podrá suceder de otro modo en las batallas futuras por el derrocamiento de la burguesía. Las mujeres proletarias no mirarán pasivamente cómo la burguesía, bien armada, ametralla a los obreros, mal armados o desarmados. Tomarán las armas, como lo hicieron en 1871... Surgirá, sin duda alguna, tarde o temprano, pero con absoluta certeza, una liga internacional de las "naciones terribles" del proletariado revo-lucionario (6) ".
La incorporación de las mujeres a las organizaciones revolucionarias
Por ser el marxismo una doctrina creada para servir a los sectores más explotados y oprimidos de la población, no podía dejar a un lado la lucha de las mujeres.
Para los marxistas era indispensable que las obreras formaran parte de las organizaciones sindicales y revolucionarias, y que junto con los hombres lucharan por su emancipación en igualdad de derechos.
Los integrantes de la Primera Internacional no dudaron en apoyar a los obreros y obreras de París. Elizabeth Dimitrieff, una de las más importantes integrantes de la Asociación Internacional de los Trabajadores (I Internacional) y amiga de Carlos Marx, fue enviada a París a brindar apoyo a los comuneros; se convirtió en una de las organizadoras de la Unión de Mujeres para la Defensa de París. Junto con otras revolucionarias, estuvo también encargada de organizar la sección femenina de la Asociación.
Que las mujeres formaran parte importante de la Internacional no fue simple concesión, sino resultado de sus primeras luchas organizadas. Al interior de la misma Internacional se dio lugar una fuerte discusión, pues para algunos de sus miembros, como Proudhon, las mujeres no debían de participar en la fábrica, ni tampoco en la lucha social. Según él, esas luchas estaban reservadas para los hombres. Por el contrario, para Marx y Engels, las mujeres tenían que formar parte de la I Internacional por su carácter de explotadas y doblemente oprimidas. Esta posición visionaria en cierta medida (estamos hablando de la segunda mitad del siglo XIX), permitió que mujeres como Elizabeth Dimitrieff formaran parte de la dirección de la Internacional.
En 1889 se funda la II internacional, que agrupa a las principales organizaciones revolucionarias de aquella época, entre ellas al Partido Socialista Alemán, el cual desde su fundación, había integrado como parte de su programa la lucha por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. La principal impulsora de esta política fue Clara Zetkin, responsable de la organización de la sección femenil del partido y jefa de redacción del periódico "La Igualdad", el principal medio de expresión de las socialistas.
Los socialistas y la I guerra mundial
Una vez que la I Guerra Mundial estalló en 1914, la gran mayoría de los partidos socialdemócratas que formaban parte de la II Internacional resolvieron dejar de lado la lucha contra sus burguesías y llamaron a los obreros y obreras a defender "a la patria", a tomar el fusil y asesinar a sus hermanos de clase que también se encontraban en el frente de batalla. Esa postura implicaba una traición a los principios revolucionarios y rompía la tan buscada unidad de los trabajadores del mundo entero, en pos de la defensa de los intereses de las burguesías nacionales enfrentadas en la guerra. En esta misma línea se colocaron algunas organizaciones feministas que habían comenzado a participar en la lucha por el sufragio universal, mejor conocida como la "primera ola" del feminismo. Carentes de todo principio de clase, estas organizaciones terminaron claudicándole a la burguesía.
"Mientras tanto, las mujeres feministas que habían dirigido movilizaciones de miles de mujeres por el derecho al voto, se alinearon con sus respectivos gobiernos nacionales, colaborando en la economía de guerra. Hubo algunas que dijeron que a partir de ese momento "la mujer de mi enemigo, es mi enemigo". Otras como las conocidas inglesas de la familia Pankhurst, que habían encabezado motines de mujeres por el sufragio, quemando buzones, rompiendo vidrieras, plantearon que las mujeres debían servir a la patria durante la guerra y dejar a un lado sus intereses momentánea-mente" (7) .
Junto a Clara Zetkin, nos encontramos a otra mujer que también destacó en su lucha contra la guerra fraticida: Rosa Luxemburgo, que se opuso rotundamente a la guerra y denunció constantemente la claudicación de la socialdemocracia alemana a la burguesía imperialista y junto con Lenin, Trotsky y otros destacados revolucionarios llamaron a las obreras y obreros del mundo a no participar en la guerra fraticida entre obreros de distintas naciones.
Cuando los hombres fueron enviados a los frentes de batalla, las mujeres ingresaron de manera masiva a las fábricas. No sólo tenían que producir, también tenían que mantener el hogar y cuidar a los hijos. Esto llevó a las mujeres a organizarse y protestar en contra de la guerra.
"En 1915, las trabajadoras de Berlín organizaron una manifestación masiva en dirección al Parlamento, contra la guerra. En París, en 1916, las mujeres atacaron los almacenes y desvalijaron los depósitos de carbón. En junio de 1916, en Austria hubo una insurrección de tres días cuando las mujeres empezaron a manifestarse también contra la guerra y la inflación. Después de la declaración de guerra y durante la movilización de las tropas, las mujeres se tendieron en las vías de ferrocarril para retrasar la salida de los soldados. En Rusia, en 1915, las mujeres fueron las instigadoras de los disturbios que se propagaron a partir de San Petersburgo y Moscú hacia todo el país"(8) .
Clara Zetkin organizó el III Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, en marzo de 1915, en donde se aprobó hacer la guerra contra la guerra.
La Revolución rusa
En la revolución realizada en febrero de 1917, fueron las mujeres las principales protagonistas en la lucha que terminaría derrocando al zar:
"Es evidente, pues, que la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolu-cionarias; con la particularidad de que esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil, entre las cuales hay que suponer que habría no pocas mujeres casadas con soldados. Las colas estacionadas a la puerta de las panaderías, cada vez mayores, se encargaron de dar el último empujón. El día 23 se declararon en huelga cerca de 90.000 obreras y obreros. Su espíritu combativo se exteriorizaba en manifestaciones, mítines y encuentros con la policía. El movimiento se inició en la barriada fabril de Viborg, desde donde se propagó a los barrios de Petersburgo" (9) .
Una vez que la revolución triunfó en octubre de 1917, el nuevo régimen empieza a impulsar los cambios necesarios para garantizar a la mujer mejores condiciones de vida y la igualdad de la mujer ante el hombre en todos los sentidos. Lenin señala al respecto:
"La igualdad ante la ley no es necesariamente la igualdad en los hechos. Necesitamos que las obreras consigan la igualdad con los obreros, no solo ante la ley, sino en los hechos. Para ello es preciso que las obreras participen cada vez más en la administración de las empresas sociales y en la administración del Estado.
Al participar en la administración, las muje-res aprenderán con rapidez y se pondrán a la misma altura que los hombres.
Elijan más obreras al Soviet, tanto comunistas como apartidistas. Con tal de que sean obreras honradas, capaces de realizar su trabajo de manera inteligente y honesta, aunque no sean miembros del partido, ¡elíjanlas al Soviet de Moscú!
¡Más obreras en el Soviet de Moscú! Que el proletariado de Moscú demuestre que está dispuesto a hacer y hace todo lo necesario para la lucha hasta la victoria, para la lucha contra la vieja desigualdad, contra la vieja humillación burguesa de la mujer!
El proletariado no puede lograr la victoria completa sin conquistar la plena libertad para la mujer"(10) .
"A pesar de todas las leyes de emancipación femenina, la mujer sigue siendo una esclava doméstica, porque las pequeñas tareas domésticas la agobian, la asfixian, la embrutecen y la rebajan, la atan a la cocina y a los hijos, y malgastan sus esfuerzos en faenas terriblemente improductivas, mezquinas, que desgastan los nervios, embrutecedoras y agotadoras. La verdadera emancipación de la mujer, el verdadero comunismo, sólo comenzarán dónde y cuándo comience una lucha total (dirigida por el proletariado que tiene el poder) contra esa pequeña economía doméstica o, más exactamente, cuando comience su transformación general en una gran economía socialista.
(…)Los comedores públicos, las casas-cuna, los jardines de infantes; he aquí algunos ejemplos de esos brotes, he aquí los medios sencillos, ordinarios, sin pompa, sin elocuencia ni solemnidad, que realmente pueden emancipar a la mujer, disminuir y suprimir su desigualdad respecto del hombre, en lo que se refiere a su papel en la producción y en la vida social (…).
(…)No cabe duda de que tenemos, entre las obreras y las campesinas, mucho más talento organizador de lo que parece; tenemos mucha más gente de la que imaginamos que puede organizar tareas prácticas, con la cooperación de gran número de trabajadores y de una cantidad mucho mayor de interesados, sin tantas palabras, sin tanta alharaca, sin tantas discusiones y sin tanta charla sobre planes, sistemas, etc., cosa a la que "se inclina" nuestra presuntuosa "intelectualidad" o los "comunistas" inmaduros"(11) .
Los bolcheviques, una vez en el poder, despenalizaron el aborto, garantizaron a la mujer el derecho al voto, la igualdad de la mujer ante la ley y legalizaron el divorcio; crearon guarderías, lavanderías y comedores públicos para liberar a la mujer del trabajo en el hogar; garantizaron el derecho al trabajo con los mismos derechos para mujeres y hombres, y abrieron los órganos de gobierno a la participación femenina.
Desafortunadamente, producto de varios factores, una casta privilegiada, encabezada por José Estalin, se apoderó de la dirección del nuevo Estado soviético, lo que produjo consecuencias nefastas para los derechos recién conquistados de las mujeres, como da cuenta de ello Andrea D'Atri, en el artículo publicado en este mismo número.
Conciente de esta traición a los principios de la revolución por parte del stalinismo, Trotsky se dispone entonces a construir una nueva alternativa revolucionaria, conse-cuente con los principios del marxismo revolucionario: la IV Internacional.
Entre los puntos programáticos de esta nueva organización internacional, se señala que:
"La marcha de las cosas lleva a todas las organizaciones oportunistas a concentrar su interés en las capas superiores de la clase obrera, y, en consecuencia, ignoran tanto a la juventud como a las mujeres trabajadoras. Ahora bien, la época de la declinación del capitalismo asesta a la mujer sus más duros golpes tanto en su condición de trabajadora como de ama de casa. Las secciones de la IV Internacional deben buscar apoyo en los sectores más oprimidos de la clase trabajadora, y por tanto, entre las mujeres que trabajan. En ellas encontrarán fuentes inagotables de devoción, abnegación y espíritu de sacrificio.
¡Abajo el burocratismo y el arribismo!
¡Paso a la juventud!
¡Paso a la mujer trabajadora!
Tales son las consignas inscritas en la bandera de la Cuarta Internacional". (12)
Las mujeres en los partidos revolucionarios
El socialismo contempla, desde su surgimiento, la necesidad de impulsar la lucha de las mujeres, la reivindicación de sus derechos y la supresión de la opresión y explotación que se vive en los centros de trabajo y en la vida cotidiana.
La formulación de una política para las mujeres en los programas de las organizaciones socialistas no es tarea sencilla. Cuando no se entiende que la opresión femenina es una cara más del capitalismo, cuando enfrentamos los prejuicios hacia todo aquello que pueda oler a feminismo por parte de compañeras y compañeros; o peor aún, cuando el tema amenaza los privilegios de género de algunos compañeros varones, nos enfrentamos a una doble tarea: la de ganar a los militantes (hombres y mujeres) a la lucha contra la opresión femenina, y conquistar a las compañeras feministas a la lucha de clases.
La lucha contra la opresión que vivimos en todos los ámbitos las mujeres, será piedra de toque para la lucha socialista, ya que una sociedad que se presuma diferente y superior a la capitalista deberá reconocer y hacer efectiva la igualdad de hombres y mujeres en todas las esferas de la vida: casa, fábrica, escuela, pareja. Y la lucha feminista nunca estará completa si no reconoce la importancia de la lucha de clases, si no se reconoce el origen de la opresión y se combate la ideología que enseña que unas nacieron para obedecer y otros para mandar.
Aunque hablar de temas como aborto, violencia y trabajo femenino es importante, la discusión debe ser más profunda e ir encaminada hacia la construcción de un genuino partido revolucionario: ¿de qué manera cada organización revolucionaria promueve la participación política de las mujeres?.
Por ejemplo, qué solidaridad le damos a las compañeras que son madres (solteras o no) para que puedan asistir a reuniones y actividades políticas, garantizando su participación al 100%. ¿Qué hacemos con las compañeras de los obreros que se encuentran en huelga?, ¿cómo las ganamos a la lucha?; ¿qué hacer con las jóvenes estudiantes que tienen que enfrentar a la familia para militar?. Son sólo algunas de las cuestiones que pueden dificultar la militancia femenina y, en consecuencia, el desarrollo político de las compañeras al interior de las organizaciones.
La historia de la lucha socialista ha mostrado la importancia y la vigencia de esta discusión; ciertamente, las mujeres que ahora participamos en organizaciones socialistas, ya no enfrentamos los mismos obstáculos que enfrentaron las revolucionarias contemporáneas de Zetkin. Las proletarias del siglo XXI enfrentan problemas políticos, sociales, de salud y culturales muy similares a los de siglos anteriores, pero también es cierto, que los años de luchas femeninas han dado sus frutos, y hoy se han superado algunos obstáculos; sin embargo, el desarrollo del capitalismo también ha traído consigo nuevas condiciones que continúan manteniendo a las mujeres en condiciones de opresión y desigualdad, y por tanto, el tema de la mujer continúa vigente.
Para terminar, es importante aclarar que no se trata de que las mujeres se sienten a esperar a que la organización discuta y resuelva las problemáticas que limitan el crecimiento al interior de las organizaciones. Es una obligación de cada mujer militante, de cada mujer que se reivindique socialista, llevar a la mesa de discusión estas cuestiones, proponer, escuchar y construir; pero sobre todo, no olvidar la historia y los capítulos que recuerdan que la lucha por el socialismo, es la lucha por la liberación de la mujer.
Prostitución, adulterio y monogamia
Por Federico Engels
Morgan entiende por heterismo el comercio extraconyugal, existente junto a la monogamia, de los hombres con mujeres no casadas, comercio carnal que, como se sabe, florece junto a las formas más diversas durante todo el período de la civilización y se transforma cada vez más en descarada prostitución.
El heterismo es una institución social como otra cualquiera y mantiene la antigua libertad sexual... en provecho de los hombres. De hecho no sólo tolerado, sino practicado libremente, sobre todo por las clases dominantes, repruébase la palabra. Pero en realidad, esta reprobación nunca va dirigida contra los hombres que lo practican, sino solamente contra las mujeres; a éstas se las desprecia y se las rechaza, para proclamar con eso una vez más, como ley fundamental de la sociedad, la supremacía absoluta del hombre sobre el sexo femenino.
Pero, en la monogamia misma se desenvuelve una segunda contradicción. Junto al marido, que ameniza su existencia con el heterismo, se encuentra la mujer abandonada. Y no puede existir un término de una contradicción sin que exista el otro, como no se puede tener en la mano una manzana entera después de haberse comido la mitad. Sin embargo, ésta parece haber sido la opinión de los hombres hasta que la mujeres les pusieron otra cosa en la cabeza. Con la monogamia aparecieron dos figuras sociales, constantes y características, desconocidas hasta entonces: el inevitable amante de la mujer y el marido cornudo. Los hombres habían logrado la victoria sobre las mujeres, pero las vencidas se encargaron generosamente de coronar a los vencedores. El adulterio, prohibido y castigado rigurosamente, pero indestructible, llegó a ser una institución social irremediable, junto a la monogamia y al heterismo. En el mejor de los casos, la certeza de la paternidad de los hijos se basaba ahora, como antes, en el convencimiento moral, y para resolver la indisoluble contradicción, el Código de Napoleón dispuso en su Artículo 312: "El hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre al marido". Este es el resultado final de tres mil años de monogamia.
El esclavizamiento de un sexo por el otro
Federico Engels
La familia monogámica nace... en el período de la transición entre el estadio medio y el estadio superior de la barbarie; su triunfo definitivo es uno de los síntomas de la civilización naciente. Se funda en el predominio del hombre; su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible; y esta paternidad indiscutible se exige porque los hijos, en calidad de herederos directos, han de entrar un día en posesión de los bienes de su padre. La familia monogámica se diferencia del matrimonio sindiásmico por una solidez mucho más grande de los lazos conyugales, que ya no pueden ser disueltos por deseo de cualquiera de las partes. Ahora, sólo el hombre, como regla, puede romper estos lazos y repudiar a su mujer. También se le otorga el derecho de infidelidad conyugal, sancionado, al menos, por la costumbre (el Código de Napoleón se lo concede expresamente, mientras no tenga la concubina en el domicilio conyugal), y este derecho se ejerce cada vez más ampliamente, a medida que progresa la evolución social. Si la mujer se acuerda de las antiguas prácticas sexuales y quiere renovarlas, es castigada más rigurosamente que en ninguna época anterior.
Entre los griegos encontramos en toda su severidad la nueva forma de la familia. Mientras que, como señala Marx, la situación de las diosas en la mitología nos habla de un período anterior, en que las mujeres ocupaban todavía una posición más libre y más estimada, en los tiempos heroicos vemos ya a la mujer humillada por el predominio del hombre y la competencia de las esclavas. Léase en la "Odisea" cómo Telémaco interrumpe a su madre y le impone silencio. En Homero, los vencedores aplacan sus apetitos sexuales en las jóvenes capturadas (...) En cuanto a la mujer legítima, se exige de ella que tolere todo esto y, a la vez, guarde una castidad y una fidelidad conyugal rigurosas. Cierto es que la mujer griega de la época heroica es más respetada que la del período civilizado; sin embargo, para el hombre no es, en fin de cuentas, más que la madre de sus hijos legítimos, sus herederos, la que gobierna la casa y vigila a las esclavas, de quienes él tiene derecho a hacer, y hace, concubinas siempre que se le antoje. La existencia de la esclavitud junto a la monogamia, la presencia de jóvenes y bellas cautivas que pertenecen en cuerpo y alma al hombre, es lo que imprime desde su origen un carácter específico a la monogamia, que sólo es monogamia para la mujer, y no para el hombre. En la actualidad, conserva todavía este carácter.
(...) Tal fue el origen de la monogamia, según hemos podido seguirla en el pueblo más culto y más desarrollado de la antigüedad. De ninguna manera fue fruto del amor sexual individual, con el que no tenía nada en común, siendo el cálculo, ahora como antes, el móvil de los matrimonios. Fue la primera forma de familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia y procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle: tales fueron, abiertamente proclamados por los griegos, los únicos objetivos de la monogamia.
Por tanto, la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria. En un viejo manuscrito inédito, redactado en 1846 por Marx y por mí, encuentro esta frase: "La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos". Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino.
Tomado de El origen de la familia, la propìedad privada y el Estado, en Obras escogidas de Marx y Engels, Moscú, Ed. Progreso.
_________________________________
(1) Marx, Carlos. "Carta de Marx a Ludwing Kugelmann" en Correspondencia Marx y Engels. En http://www.marxists.org/espanol
(2) Engels, Federico. "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado". URSS. Edit. Progreso. 1979. URSS
(3) Op. Cit.
(4) Op. Cit.
(5) Marx, Carlos. "Maquinaria y gran industria" en El Capital Tomo I. México. DF. Edit. FCE.
(6) Ilich, Vladimir. "El programa militar de la revolución proletaria" en Obras Completas. Tomo 24. URSS. Edit. Progreso.
(7) D´Atri. Andrea. "Un análisis del rol destacado de las mujeres socialistas en la lucha contra la opresión y de las mujeres obreras en el inicio de la Revolución Rusa" en http://www.andreadatri.com.ar
(8) Op. Cit.
(9) Trotsky, León. "Historia de la Revolución Rusa" Tomo I. Madrid. Edit. Sarpe 1985.
(10) Ilich, Vladimir. "A las obreras" Obras Completas. Tomo XXXII. URSS. Edit. Progreso
(11) Ilich, Vladimir. "Una gran iniciativa" en Obras Completas. Tomo 31. URSS. Edit. Progreso
(12) Trotsky. León. El Programa de Transición. En http://www.marxists.org
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