El feminismo abrió un nuevo horizonte artístico a las mujeres y fue uno de los movimientos culturales más importantes de la historia del siglo XX.
En la década de los años 60 del siglo XX un grupo de mujeres de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, todas ellas especialistas o interesadas en el arte como historia y como práctica, se hicieron estas preguntas. Estas mujeres se veían a sí mismas como "feministas", porque desde su ámbito profesional participaban del "despertar" que caracterizó a esos años y que implicó una intensa reflexión y denuncia de las causas de represión femenina a nivel social, político, familiar, sexual y cultural.
Una historia dominada por los hombres
¿Por qué no ha habido mujeres artistas de la talla de Miguel Ángel, Rembrandt o Picasso? ¿Por qué en la historia del arte occidental, hasta bien entrado el siglo XX, prácticamente no hay mujeres "innovadoras" o "exitosas"? ¿Por qué no se recuerdan mujeres artistas "geniales"? ¿Por qué la mayoría de las mujeres artistas vivieron a la sombra de sus maridos, amantes o mentores artistas?En la década de los años 60 del siglo XX un grupo de mujeres de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, todas ellas especialistas o interesadas en el arte como historia y como práctica, se hicieron estas preguntas. Estas mujeres se veían a sí mismas como "feministas", porque desde su ámbito profesional participaban del "despertar" que caracterizó a esos años y que implicó una intensa reflexión y denuncia de las causas de represión femenina a nivel social, político, familiar, sexual y cultural.
La preocupación de las feministas acerca de la condición de las mujeres está estrechamente ligada a otros acontecimientos y movimientos que sacudieron la conciencia del mundo, como el movimiento por los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos, la guerra de Vietnam, el lanzamiento al mercado de los anticonceptivos, la experimentación con drogas psicotrópicas, los movimientos estudiantiles y hasta la llegada del ser humano a la Luna. En fin: el feminismo fue uno de los eslabones del "despertar" social de grupos hasta entonces marginados de los espacios de poder.
Para analizar la silenciosa presencia de las mujeres en la historia del arte, las estudiosas feministas partieron del rechazo a cualquier insinuación de una supuesta incapacidad "natural" de la mujer para la creatividad artística y se centraron en el terreno que, en su opinión, daría respuesta a todas las interrogantes: la condición social y política de la mujer en el campo del arte.
Según estas mujeres durante prácticamente toda la historia de la humanidad el hombre había construido el mundo social, intelectual, artístico y religioso a su imagen y semejanza, dado que los hombres detentaban el poder en la mayoría de los ámbitos de la vida. En este sistema centrado en los hombres, las mujeres habían tenido muy pocas oportunidades de desarrollar sus capacidades con el mismo alcance que los varones.
Así, en el campo artístico, la enorme mayoría de las obras las producían los hombres, para un público masculino y con mensajes que reflejaban los sueños, expectativas y fobias de los hombres. Además, aunque el acceso de mujeres al estudio formal del arte no estaba prohibido, había políticas que de hecho limitaban su desarrollo profesional.
Todavía en 1893 en las academias de arte europeas no se admitía a mujeres en la clase de dibujo de desnudo, porque se consideraba indecoroso. De este modo a la mujer le estaba vedado uno de los entrenamientos más importantes del aprendizaje artístico. En cambio se presentaban menos obstáculos para que la mujer se dedicara a las artes menores tales como el bordado, pintura de cerámica, etcétera, actividades en las que eran socialmente más aceptadas.
Las feministas que comenzaron a interesarse por desentrañar la condición social de la mujer en el mundo del arte, le dieron mucha importancia a la idea que la cultura occidental perpetuaba acerca las diferencias entre los géneros como causa para la inequidad de oportunidades. Según ellas, la idea dominante era que la mujer se relacionaba más con la naturaleza y la intuición; y el hombre con la cultura y la actividad intelectual. Esta visión fue inventada por los hombres, decían las feministas, y había llevado al desprecio de cualquier aportación cultural o intelectual femenina.
De ahí que las mujeres encontraran sólo oportunidades circunstanciales para exhibir su trabajo y desarrollar su obra como artistas. La pregunta "¿cuál es la diferencia entre los hombres y las mujeres?" fue central en las preocupaciones feministas. Durante la década de los años 70 estas mujeres se dedicaron a explorar en qué eran diferentes las mujeres de los hombres. Y en el terreno artístico se preguntaron de qué manera podía expresarse el "ser femenino".
El feminismo de los años 70, cuando "lo personal es político"
Hasta los años 70 no había existido una expresión auto-conciente de las mujeres en el arte que articulara sus experiencias desde una posición política y social y que tratara de dar a esta expresión un sentido universal. El eslogan "lo personal es político" habla de cómo las feministas decidieron comunicar sus experiencias personales para mostrar a otras mujeres que todas ellas (artistas y no artistas, feministas y no feministas) compartían problemas y reflexiones comunes.
Deliberadamente las artistas feministas situaron sus obras en su experiencia social como mujeres y partieron de la aceptación de que la experiencia femenina es diferente a la de los hombres pero igualmente válida. El principio clave de las feministas era el despertar de la conciencia, definido por las teóricas como el "método de usar la propia experiencia como la forma más válida para formular análisis político". La lucha no era simplemente para dar el voto a la mujer o abrirle espacios profesionales, sino que intentaban rediseñar el papel de la mujer en la sociedad. Las feministas se afirmaron como grupo, así como los negros y los chicanos, para hacer un frente común a la opresión.
Las primeras feministas veían en sí mismas la fuente más importante de conocimiento. Propusieron una nueva posición para la mujer en el arte, como sujeto más que como objeto; como interlocutoras activas y no como temas pasivos (especialmente como objeto sexual). Muchas mujeres feministas de los 70 apoyaron esta meta, pero no tenían todavía muy claro cuál era la "naturaleza" de la identidad femenina, ya que eran ellas mismas quienes debían redefinirla.
¿Quiénes somos nosotras?
Las feministas tenían muy claro qué tan artificial y represiva era la construcción social de los roles de la mujer. Sin embargo, el problema era encontrar, dentro de sí mismas, una voz auténtica que sirviera de base para una nueva y "liberada" identidad femenina. Era muy difícil contestar a la pregunta "¿quién soy yo?" fuera de los marcos sociales de referencia (madre, esposa, trabajadora).
A través del feminismo, las mujeres se dieron cuenta que su "ser" sólo existía socialmente determinado y que la idea del individuo "auténtico" que se enfrenta a la sociedad era una fantasía romántica. Así, en vez de hacerse la pregunta "¿quién soy yo?", comenzaron a preguntarse "¿quiénes somos nosotras?"; es decir, que exploraban la identidad colectiva, compartida, de las mujeres. Sólo como parte de la comunidad de mujeres, las mujeres individuales podían entenderse a sí mismas como seres humanos. Al respecto, uno de los primeros asuntos de identidad compartida que se exploró fue el tema del cuerpo femenino.
Sin embargo, la definición de mujer para las primeras feministas no era simplemente biológica sino política: el poder feminista era el poder de la mujer como parte de un grupo de mujeres. Esta actitud abrió el camino del cambio político en la sociedad y la puerta hacia la creatividad y la novedad en el arte. La mayoría de las artistas feministas trataron de no usar técnicas tradicionales, como la pintura sobre tela. Mucho arte feminista fue hecho en medios nuevos, como video, performance, arte ambiental, etcétera.
Las feministas entraron a la historia del arte a través del arte conceptual; pero como no estaban interesadas únicamente en la estética sino en la situación de las mujeres en la sociedad y en la historia, sus propuestas siempre tuvieron un sentido de militancia política y social. Un ejemplo de este tipo de necesidad expresiva son las fotografías (que dan la apariencia de "stills" cinematográficos) que Cindy Sherman se toma a sí misma representando y criticando los distintos estereotipos del papel de la mujer en la sociedad.
El cuerpo de la mujer
La primera generación de feministas vivió una época en que la represión a la sexualidad de la mujer todavía era intensa. A las mujeres no se les alentaba a apreciar su cuerpo directamente, sino a través de cómo era percibido y usado por los hombres y niños. Las mujeres jóvenes eran enseñadas a valorar sus cuerpos como un trofeo que se otorga o se resiste al deseo masculino y, después del matrimonio, como el vehículo del deber de la esposa.
Por eso las feministas comenzaron desafiando el ámbito más represivo para las mujeres, el sexual. Proclamaban los órganos sexuales femeninos como emblemas metafóricos del poder de independencia de las mujeres y su libertad respecto de la dominación masculina. Una de las creencias establecidas que combatieron las feministas fue la que resume la frase: "biología es destino".
A través del arte, las feministas intentaron liberar a las mujeres de imágenes y actitudes negativas acerca de la anatomía y fisiología femeninas. Trataron temas tabú como el sentimiento ante la menstruación (Judy Chicago en su instalación Menstruation Bathroom) y representaron imágenes realistas o simbólicas de vaginas, senos y otras partes de la anatomía que hasta entonces habían sido un "objeto" de la cosmovisión masculina.
Las feministas celebraron el cuerpo femenino y su poder biológico: querían liberarlo de las exigencias sociales impuestas sobre él, de ser un objeto sexual o maternal, de ser perfectas según los estándares masculinos y cumplir con las exigencias de la moda. Las feministas hacían sus experiencias corporales tema artístico para abstraer el cuerpo de la mujer de la mirada masculina y sus exigencias. En sus palabras, pretendían "descolonizar el cuerpo femenino".
El arte feminista se propuso cambiar el cuerpo femenino de objeto pasivo a agente comunicativo. Crearon imágenes corporales para un público femenino e incluso para la mirada lesbiana. Asimismo, trataron el hasta entonces poco usual tema del enojo o dolor de la mujer a través del arte. Por ejemplo, Nancy Fried desahogó su rabia por el cáncer de mama que la afectaba en una escultura y Hanna Wilke registró en una serie de fotografías el desarrollo del cáncer que la llevó a la muerte.
Otras artistas feministas vincularon su cuerpo con la naturaleza en un sentido mítico y primordial. Como en los tiempos antiguos, encontraron en su propia corporeidad una relación con el "cuerpo" de la Madre Tierra. Así usaron sus cuerpos en rituales asociados con sitios naturales para restaurar la relación entre la naturaleza y los seres humanos. Por ejemplo, la artista cubana Ana Mendieta desde 1975 hizo "siluetas" (algunas en Oaxaca, México) en las que imprime su propio cuerpo en el paisaje.
Entre las feministas también se dio la preocupación por el medio ambiente, movimientos ecologistas y la renovación espiritual del mundo moderno. En esta corriente del arte feminista el enfoque seguía en el "nosotras" y no en el "yo". Así para ellas era muy importante interactuar con los miembros de la comunidad que iban a intervenir artísticamente, así como trabajar en equipo con ingenieros, arquitectos, etcétera.
Las mujeres del pasado
Las primeras feministas se dedicaron a conectarse con toda una genealogía de mujeres artistas del pasado. Entre las feministas se desarrolló una genuina admiración por mujeres que aportaron a la cultura, historia y arte de la humanidad, por ejemplo: Frida Kahlo, Susan Valadon, Camille Claudel, Georgia O'Keeffe, Lee Kasner, Louise Bourgeois, etcétera. Asimismo, las feministas se dieron a la tarea de "descubrir" mujeres que habían sido olvidadas por la memoria histórica, pero que habían tenido méritos artísticos.
En obras de arte feministas se rindió homenaje a las mujeres del pasado, la más famosa de ellas es la instalación "The dinner party" (La cena), de Judy Chicago, hecha en 1979. En esta obra, Chicago intentó mostrar una historia simbólica de la lucha de las mujeres por la libertad y la justicia en una sociedad dominada por los hombres. A su mesa invitó a 39 mujeres memorables, desde la "diosa primordial" hasta Georgia O'Keeffe. Esta instalación incluyó muchas técnicas que honran el trabajo femenino, como manteles bordados y cerámica pintada, e involucró la labor de 200 artesanas.
Revaloración del arte decorativo
El feminismo artístico también incluyó una revaloración de las artes tradicionales practicadas por las mujeres a lo largo de la historia, como el bordado, tejido, flores de migajón y otras artesanías atribuidas al quehacer femenino. Las feminstas decidieron honrar la creatividad que siguió los caminos de las artes menores, porque otros estaban prácticamente vedados. Así reutilizaron la decoración que practicaban sus abuelas y dieron nueva vida a estas formas, retando el sistema de valores del orden cultural del cual provenían. Es decir que se identificaron con la tradición femenina, pero le dieron un sentido político-social.
En el mismo sentido, recuperaron patrones decorativos "exóticos", como el japonés y el musulmán, pues querían liberar esas expresiones de la marginación impuesta por el "machismo eurocentrista". Las feministas se enfrentaban así al esquema dominante occidental, a través de formas decorativas consideradas "femeninas" o amaneradas. Como ejemplo está la serie de abanicos de Miriam Schapiro, donde utiliza diseños japoneses para decorar un objeto típicamente femenino.
ara las feministas, el arte hecho por ellas representaba un nuevo comenzar; una segunda parte en la historia de la cultura occidental para completar la larga parte uno, la de la historia masculina. La meta del feminismo era cambiar la naturaleza del arte, transformar la cultura de forma permanente introduciendo la hasta entonces ignorada perspectiva femenina. En el nuevo orden que se implantaría habría mayor equilibrio entre el arte y cultura de los géneros, habría una verdadera "universalidad" que representara las experiencias y sueños tanto de hombres como de mujeres.
Muchos críticos e historiadores ven el arte feminista como una corriente vanguardista más, que fue antecedida y precedida por otros movimientos artísticos. La feministas creen que su propuesta es un sistema de valores nuevo, una estrategia revolucionaria; una forma de vida que, como el Dadá o el Surrealismo, cambió todos los estilos y movimientos artísticos desde su aparición. Se planteó que lo revolucionario del arte feminista son sus contenidos, no sus formas.
Por otro lado, en el ámbito académico de la historia del arte, la insistencia de las feministas de dar prioridad a la experiencia y el significado sobre la forma y el estilo, implicó un reto para la valoración moderna del desarrollo de estilos y temas. Uno de los temas que más interesaron desde la perspectiva de la historia del arte feminista es cómo se ha representado visualmente a la mujer en distintas épocas y lugares. Así se hicieron estudios sobre la mujer como ángel o demonio en el arte del siglo XIX, pornografía e imágenes sexuales, imágenes de "femme fatale", mujeres victorianas, mujeres míticas, etcétera.
Lo que el arte debe al feminismo
Se reconocen como las principales aportaciones del feminismo: La noción de que el género se construye socialmente y no es "natural".
* La revaloración de formas artísticas que hasta entonces no se consideraban parte del "gran arte", como la artesanía y el video.
* Puso en duda el culto al "genio" y a la "grandeza" del artista según los estándares de la historia del arte occidental.
* La conciencia de que detrás de la supuesta "universalidad" hay una serie de perspectivas personales y plurales. La convicción de que todo lo que se consideraba "universal" es en realidad el punto de vista masculino y dominante y tiene que ver con la experiencia masculina, no femenina.
* La creación de nuevas posiciones teóricas y de nuevas categorías estéticas, a partir de la experiencia de las mujeres.
* La apertura del horizonte artístico a temas raciales, sexuales y que tratan preocupaciones sociales.
* La idea de que el arte que encontramos más atractivo es aquel cuyo creador tiene más en común con nuestras experiencias.
* El énfasis en que debe existir un diálogo entre arte y sociedad, entre artista y audiencia, entre mujeres artistas del presente y las del pasado.
* Importancia de la participación de la mujer en la protesta social, como la obra de Faith Ringgold, que lucha simultáneamente contra el racismo y el sexismo.
Revisiones y críticas al feminismo
Treinta años después se ha revisado el feminismo y se acepta que no hay algo así como "un punto de vista
femenino"; que no todo el arte que hacen las mujeres es feminista, ni siquiera el arte que hacen las propias feministas. La pregunta acerca de si el hecho de ser mujer afecta de algún modo el estilo o contenido artísticos, es una de las preguntas fundamentales de la crítica al feminismo de los años 70, por lo que desde los años 80 comenzó a ponerse en duda si existía algo así como una "sensibilidad femenina".
Actualmente se sigue haciendo arte feminista, pero en formas que difieren de las feministas de los años 70. A muchas mujeres artistas no les gusta el estereotipo de la artista feminista porque refiere a un esencialismo, es decir creer que todas las mujeres comparten algo (sensibilidad, experiencias, gustos, etcétera). Al contrario: ahora se reconoce que la "feminidad" es una construcción social y por lo tanto no es una realidad estable, además de que el proceso creativo de las mujeres no es necesariamente distinto al de los hombres.
Sin embargo, el feminismo sigue siendo una línea de pensamiento actual, ya que la experiencia femenina es uno de los temas que se revisan continuamente desde distintas disciplinas intelectuales y artísticas.
Bibliografía:
- Lucie-Smith, Edward: ArToday, London, Phaidon Press Limited, 1995.
- The Power of Feminist Art. The American Movement of the 1970s, History and Impact, Editado por Norma Broude y Mary D. Garrard, Nueva York, Harry N. Abrams Inc. Publishers, 1994.
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