sábado, agosto 01, 2009

Mujeres y socialismo del siglo XXI: ¿un feminismo patriarcal?

Por: Tatiana Malaver *
El debate sobre el socialismo del Siglo XXI en nuestro país ha traído consigo también el debate sobre el feminismo y la cuestión de la mujer. La autora del artículo que hoy publicamos interpela, escruta, somete a análisis, algunos de los aspectos puntuales sobre lo que es un tema de crítica actual y debate en el feminismo venezolano, y nos ofrece sus puntos de vista al respecto.

...Sin embargo, una política consecuentemente socialista y emancipadora de la mujer no será tal si no contempla los mínimos derechos como el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y proyecto, despenalización del aborto, liberación de la doble jornada laboral, una implacable penalización de la violencia doméstica, sexual y de género, la instauración de guarderías, casas-cuna, comedores populares, lavanderías populares, entre otros servicios, como derechos sociales, serían algunas de las medidas mínimas que podrían contribuir a la real emancipación de la mujer.

El gobierno y el PSUV han generado toda una matriz según la cual en Venezuela estamos asistiendo a un proceso progresivo y revolucionario donde las mujeres han logrado mayor empoderamiento, participación, igualdad y protección, en el plano simbólico, político, laboral, alimentario y de salud

Si bien es cierto que desde el Estado se intenta consagrar ciertos derechos hacia la condición de la mujer, como la implementación de un lenguaje no sexista en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el reconocimiento constitucional al trabajo doméstico con el derecho de las amas de casa a la Seguridad Social, la Ley de Inamovilidad Laboral en la cual se protege (por lo menos en el plano legal) a la mujer madre durante el embarazo y durante el primer año de nacimiento del bebé, entre otros.

No es menos cierto que, en el plano concreto y estructural, la división del trabajo asalariado y doméstico sigue siendo completamente sexista y patriarcal; millones de mujeres siguen padeciendo condiciones de sobreexplotación, dobles jornadas laborales (el trabajo asalariado y el del hogar) y doble opresión (como trabajadora y como mujer).

Según María León, presidenta de Inamujer:

Uno de los grandes planteamientos de las mujeres en los sectores populares es el acceso al crédito para desarrollar una pequeña empresa sin desatender a los hijos. En esa aspiración hemos avanzado. Para ello, el Gobierno ha diseñado programas a través del Banco de la Mujer, Vuelvan Caras y Madres del Barrio.

Esta política implica, no tanto la liberación de la mujer, como sí el reforzamiento de la doble jornada laboral que la fórmula patriarcado + capitalismo ha logrado generar y consolidar.

Presidente de Venezuela, Hugo Chávez y Ministra de Estado para Asuntos de la Mujer, María León

Se trata de brindarle a la mujer posibilidades de trabajo (no el doméstico), pero perpetuando los roles históricamente impuestos por el patriarcado y manteniéndola bajo las rejas que supone la esclavitud doméstica; tomando el espíritu de lo expresado por María León, “sin desatender a los hijos” y “desatender” al marido.

En este sentido, algunos sectores y organizaciones de mujeres, han dejado a un lado las luchas necesarias para la reivindicación de las mujeres, fundamentalmente las trabajadoras y las pobres (eso para establecer diferencias necesarias en las distintas y distantes condiciones que existen entre las mismas mujeres), y se han adosado a las políticas del Estado sin ningún criterio de independencia, silenciando y neutralizando muchas veces exigencias fundamentales.

Mientras desde el Estado se promueven los valores que perpetúan la condición doméstica, maternal y, por tanto, patriarcal de la mujer, algunas dirigentas y representantes de la cuestión de la mujer y del género, han acompañado estas políticas con total beneplácito y, casi en su totalidad, las han promovido invisibilizando, con ello, todo el trasfondo patriarcal que estas contienen.

Cuando se abrió la discusión sobre el aborto, varias representantes institucionales y del gobierno prefirieron postergarla y engavetarla, en función de un interés electoral, pues, según estas, si se abría la discusión ello podía afectar los resultados electorales en contra del “proceso”.

¿Cuántas elecciones más tendrán que pasar para que se asuma la cuestión del aborto como un asunto dJulia´s cousin contamana Perue salud pública que requiere medidas urgentes, aun cuando estas trasgredan los acuerdos del Estado con sectores conservadores, de la Iglesia católica y de la evangélica?

Políticas promovidas como revolucionarias, emancipatorias y liberadoras, como las de la Misión Madres del Barrio, los microcréditos del Banco de la Mujer y la última Ley de Lactancia Materna -donde, en vez de tomar medidas que permitan a la mujer salir de la cuarentena post-parto, la mantienen en el claustro privado del hogar-, no son más que políticas patriarcales que siguen manteniendo y condenando a la mujer a las cadenas de la esclavitud doméstica.

¿Por qué se muestra como revolucionario el hecho de brindar trabajo a la mujer sin deslastrarla de la carga que supone el cuidado de los hijos y del hogar? ¿No es esta en realidad una política de duplicación de la jornada laboral y doméstica que sostiene solo la mujer?

¿Por qué no se socializa el trabajo doméstico a la par que se brinden condiciones a las mujeres para que pueda trabajar fuera del hogar sin que ello implique llegar a casa y seguir con la otra jornada de trabajo?

Ninguna de las políticas de Estado permite que las mujeres trabajadoras y las mujeres de los sectores populares puedan elegir un proyecto de vida que no implique someterse a los grilletes del cuidado del hogar y de los hijos y de la doble jornada.

Mientras la situación de la mujer pobre y trabajadora se dibuja de este modo, las representantes feministas del proceso bolivariano y “revolucionario” se encargan de legitimar el carácter patriarcal de la política hacia la mujer, colocando en manos de Chávez, el mesías, la tarea de dirigir a las mujeres.

Ello lo podemos ver en declaraciones de la propia María León cuando afirma:

…Yo tengo una convicción, por sobre el liderazgo de nuestro Presidente en este país no hay nada, Dios solamente y Dios está con Chávez. Y si nuestro Presidente asume la decisión de la unión de esos movimientos de mujeres, ellas tienen que unirse, dignificarse y converger en una sola organización, porque él es quien puede aquí convocar; él es quien puede llamar a la unión; él es la única persona respetable; no hay ningún otro liderazgo que pueda lograrlo…

Y esta posición, lamentablemente, no obedece a una consideración personal de María León, si no que, por el contrario, es expresión de toda una política levantada e impulsada por las organizaciones de mujeres: “La construcción de esta organización debe seguir los parámetros generales, expresados por el presidente Hugo Chávez, para la conformación del Partido Socialista Unido de Venezuela…” (Fdim, Plataforma Unitaria de Mujeres Revolucionarias de Venezuela) que, en defensa a ciegas de Chávez, son incapaces de levantar las banderas y las consignas concretas que deben ser implementadas a favor de la emancipación de la mujer.

La falta de autonomía e independencia política por parte de estas organizaciones y colectivos se convierten en un gran obstáculo al mantener en el silencio y neutralizadas todas aquellas demandas fundamentales y necesarias que puedan atentar contra la conveniencia partidista, de Chávez o “del proceso”.

Es esta misma falta de autonomía la que ha consentido los acuerdos políticos del Estado con la Iglesia y demás sectores religiosos, postergando la lucha por la despenalización del aborto, en virtud de una supuesta “inconveniencia política”.

La política discursiva gubernamental por vender un programa neo-desarrollista y populista con rostro socialista, revolucionario y, ahora también, feminista, ha postulado que con el Socialismo del Siglo XXI se materializarán todas las demandas de las explotadas y explotados, de las oprimidas y oprimidos. El paraíso, pues, está en Venezuela.


Sin embargo, una política consecuentemente socialista y emancipadora de la mujer no será tal si no contempla los mínimos derechos como el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y proyecto, despenalización del aborto, liberación de la doble jornada laboral, una implacable penalización de la violencia doméstica, sexual y de género, la instauración de guarderías, casas-cuna, comedores populares, lavanderías populares, entre otros servicios, como derechos sociales, serían algunas de las medidas mínimas que podrían contribuir a la real emancipación de la mujer.

*Artículo publicado en Portal de Juventud de Izquierda Revolucionaria de Venezuela, 2007. Editado y adaptado por Palabra de Mujer. Diario de Los Andes, 2 de agosto de 2009

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