Primer click
Volvió Marcelo. Y arrasó con más de 40 puntos de rating, que es algo así como 4 millones de televidentes. No vamos a hacer una crítica sobre su propuesta de entretenimiento, sólo llamar la atención sobre algo que pretende hacer reír (supongo que, exclusivamente, a la platea masculina) y, sin embargo, en algunas mujeres –como quien suscribe- provoca angustia e indignación.
La “jodita para Tinelli” vuelve a ser un falso programa con invitados, en el que todos son cómplices, menos una joven modelo boliviana. Los demás, al principio, resultan pesados, tontos... pero la broma termina cuando uno de los falsos invitados se desnuda íntegramente delante de la chica, obligándola a ver sus genitales que, luego, son discretamente pixelados en la versión editada para la teleaudiencia.Según la Ley 25.087 debe pagar una multa “el que ejecutare o hiciese ejecutar por otros actos de exhibiciones obscenas expuestas a ser vistas involuntariamente por terceros.” Esta ley incluso, prevé penas mayores si el tercero o la tercera involuntaria es menor de edad. Pero probablemente, Tinelli pague la multa correspondiente... El punto es que si causa angustia e indignación es, quizás, porque casi no hay mujer que, en su infancia o adolescencia, no haya padecido esta situación involuntariamente, sin comprender muy bien de qué se trataba, pero sintiendo que se la vulneraba en algún lugar profundo de su intimidad.
La mayoría de las víctimas de los exhibicionistas son menores de edad y, por supuesto, del género femenino. Por eso no nos causa gracia ver que la escena se repita por TV, en clave de broma, aunque la víctima tenga un par de años más que los necesarios para que la ley la considere mayor de edad. Porque aun siendo mayor, de eso trata la “integridad sexual”, es decir, de la libertad de cada uno respecto de la esfera sexual en la que nadie puede introducirse sin su voluntad.
Segundo click
Cambio de canal, para respirar otro aire. La publicidad de autos señala que una mujer se convierte “verdaderamente” en tal, en el momento de parir. Pienso ¿qué soy yo, entonces, que he decidido no ser madre? ¿qué es mi amiga que decidió adoptar amorosamente porque no podía quedar embarazada? ¿Falsas mujeres?
Pero la publicidad continúa señalando de qué manera un hombre se convierte en “verdaderamente” hombre. Y entonces, nuevamente el delito aparece fortaleciendo la imagen de masculinidad. El tipo se hace
hombre cuando su padre lo lleva al prostíbulo a debutar sexualmente.
Es sólo algunos segundos de una imagen oscura. Basta una luz rojiza, una mujer con minifalda apoyada contra una puerta, la palmada del hombre mayor en la espalda del joven.
Los segundos cuestan millones en televisión y, entonces, no hay tiempo para decir que más de 600 jóvenes se encuentran desaparecidas en nuestro país, en los últimos años, secuestradas por redes de trata y prostitución. Que en esos prostíbulos de luz rojiza, son muchas las que se encuentran esclavizadas, luego de quitarles sus documentos, su dinero, luego de haber sido introducidas involuntariamente en el consumo de drogas y de haber sido violadas grupalmente para “ablandarlas” –como dicen los proxenetas en su jerga-. Los segundos cuestan millones, por eso, más vale usarlos para poner en primer plano la marca del auto que te convertirá en un “verdadero” hombre.
Tercer click
Cambio de canal, nuevamente. El noticiero presenta un informe sobre la violencia contra las mujeres. Una mujer es asesinada cada tres días en Argentina. En 2008, 105 mujeres fueron asesinadas por sus parejas y,
en lo que va de este año, los crímenes ascienden a 38. La mayoría son jóvenes: un tercio de estas mujeres que fueron asesinadas el año pasado tenían entre 15 y 24 años. El dato es periodístico, porque no hay cifras oficiales sobre la violencia contra las mujeres en nuestro país.
¿No te hace un click?
La violencia contra las mujeres se origina allí: en un sistema que se sostiene en el uso monopólico de la violencia institucional por parte de una clase dominante contra millones de explotadas y explotados. Más allá de las declamaciones de los gobiernos y las instituciones del Estado, es este mismo sistema –con su estado, sus fuerzas armadas, la Iglesia, la policía, etc.- el que no puede erradicar tanta violencia, porque al mismo tiempo la legitima, la reproduce, la sostiene, la justifica. Y la televisión, indudablemente, también hace su parte.
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