Entrevista a Alicia Puleo, doctora en filosofía y directora de la Cátedra de Estudios de Genero de la Universidad de Valladolid. Ha escrito numerosos artículos sobre feminismo y es la máxima representante del ecofemisnismo en España. Esta línea de pensamiento, de especial seguimiento en América Latina, propone los objetivos comunes de la lucha por la igualdad de las mujeres y la conservación del medio ambiente, como una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad. El respeto como punto de partida para una sociedad más justa.
PREGUNTA: ¿Cuál es la relación entre ecologismo y feminismo? ¿Cuáles son los objetivos comunes?
RESPUESTA: Creo que ambos son pensamiento y praxis que responden a grandes retos del siglo XXI. El ecologismo busca proteger lo poco que va quedando del mundo natural y nos muestra la necesidad de alcanzar una calidad de vida que pueda ser mantenida sin agotar recursos naturales limitados. Plantea cambiar nuestra relación depredadora con respecto a la Naturaleza. El feminismo, hoy, es la demanda de igualdad efectiva, no sólo formal, para las mujeres. Apunta a una asignatura pendiente en el trabajo asalariado y en el doméstico, en el acceso a puestos de decisión, en el reconocimiento del mérito, etc. También quiere la autonomía en la relación con el propio cuerpo y una corrección de los sesgos androcéntricos de la cultura. Tanto el feminismo como el ecologismo se plantean una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad, no en el sentido de simple acumulación alienada de más objetos de consumo, sino de desarrollo de las capacidades de las personas. Ambos tienen una visión del mundo menos jerarquizada, con profundos cambios en la vivencia de la cotidianeidad.
P: ¿Cómo se define el ecofeminismo, entonces?
R: Es la corriente del feminismo que asume la problemática ecológica como algo que puede ser abordado de manera pertinente en clave de género, aportando ciertas claves de comprensión de la relación humana con la Naturaleza.
P: En la práctica, ¿en qué se traduce? ¿Cómo podemos aplicarlo en nuestra vida cotidiana?
R: Voy a citar algunos ejemplos que no resumen, por supuesto, todas las dimensiones del ecofeminismo. Uno de sus aspectos es el cuidado de la salud, dar un trato menos agresivo a nuestros cuerpos, promoviendo en la medida de lo posible una alimentación sana, sin pesticidas ni transgénicos. No se trata de una preocupación egoísta, referida sólo a la salud personal o de quienes te son más próximos, sino de pensar también en los otros, humanos y animales, y en la tierra que los cobija. Las productoras ecológicas no utilizan agrotóxicos, con lo que preservan su salud, la del medio y la de los consumidores, el componente feminista les provee de una actitud crítica y reivindicativa sobre las relaciones de poder patriarcales en su pareja, en sus organizaciones sindicales y en la sociedad.
Ser ecofeminista implica, además, en tanto consumidoras, ser conscientes de aquellos aspectos de los estereotipos femeninos que dan lugar a prácticas increiblemente crueles como las de experimentación de cosméticos o las que abastecen la industria peletera. Sólo la falta de información de muchas mujeres sobre la forma en que agonizan millones de animales a los que se arranca su piel puede explicar que la moda siga imponiendo el uso de las pieles.
P: De entre las acciones ecofeministas se suele citar el caso de las mujeres de Chipko que, abrazándose a los árboles de su región, evitaron la tala masiva de esta zona del Himalaya en 1973. ¿Conoce más acciones de este tipo?
R: En 2004, el movimiento de mujeres de Plachimada, también en la India, consiguió que la justicia reconociera a la comunidad el derecho de uso del agua frente al deterioro de las condiciones de acceso a este recurso básico producido por la contaminación y la explotación excesiva de las empresas multinacionales. La misma Vandana Shiva lo cuenta en su libro Manifiesto para una democracia de la Tierra. Debemos recordar también las manifestaciones pacifistas de las feministas inglesas de Greenham Common que lograron cerrar bases de misiles con más de trece años de campamentos y manifestaciones en las que desplegaban redes tejidas simbolizando el entramado de lo orgánico que estaba siendo amenazado por la guerra atómica. O la campaña del barrio obrero de Love Canal, en EEUU, cuando las amas de casa se organizaron contra la contaminación química local que afectaba la salud de sus familias. Existen muchos otros casos de resistencia organizada de las mujeres. Pero generalmente no encuentran eco en las agencias de noticias.
P: Existen varias corrientes dentro del ecofeminismo. ¿Cuáles son las que tenemos que conocer para tener una idea global?
R: En efecto, el ecofeminismo no es uno sino múltiple. Incluso se ha llegado a señalar que hay tantas posiciones como teóricas del ecofeminismo. Esquematizando mucho, se pueden diferenciar dos grandes líneas de pensamiento según su manera de entender la identidad femenina y la relación humana con la Naturaleza: un ecofeminismo clásico de corte más esencialista y espiritualista que considera que las mujeres estarían biológica u ontológicamente más cerca de la Naturaleza; y otro constructivista que enfatiza las condiciones históricas y económicas. Pienso que las distintas formas de ecofeminismo hacen valiosas aportaciones desde sus perspectivas específicas apoyadas en distintos contextos culturales y geográficos, aunque no comparta algunos planteamientos diferencialistas o excesivamente lapidarios con respecto al pensamiento moderno.
Por eso, después de varios años de reflexión sobre feminismo, ecología y ecofeminismos, he elaborado mi propia propuesta que he llamado “ecofeminismo ilustrado”. Es una posición que se orienta hacia la ecojusticia y la sostenibilidad sin renegar de las conquistas de igualdad y autonomía que el feminismo ilustrado ha obtenido o sigue demandando como asignatura pendiente de las democracias modernas. Considero que la sostenibilidad debe ser hermandad con el conjunto de la ciudadanía, con niñas, niños, mujeres y hombres pobres del Sur, responsabilidad con las generaciones futuras y compasión activa con los demás seres vivos con los que compartimos la Tierra.
P: ¿Qué corriente es hoy en día la más popularizada?
R: Es difícil decirlo. En los ambientes académicos predomina el constructivismo. Más allá, hay una mezcla de componentes de distinto origen. Algo que me parece importante es que el ecofeminismo está creciendo entre las productoras del movimiento agroecológico en América Latina.
P: ¿En España tiene fuerza este movimiento? ¿Está organizado?
Todavía no, pero estoy percibiendo en muchas jóvenes un fuerte interés por esta dimensión tan poco conocida del feminismo.
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