Por Sara Más
Con cada proceso electoral, más mujeres se incorporan a los diferentes niveles de gobierno en Cuba, pero ¿acaso están todas las que son elegibles y capaces? Aun entre obstáculo y prejuicios, ellas siguen conquistando nuevos espacios de protagonismo y utilidad.
En medio de sus múltiples ocupaciones, de tradiciones familiares que no siempre las favorecen y aun con el mayor peso y responsabilidad de la familia y el hogar sobre sus hombros, las cubanas siguen conquistando espacios de gobierno.
En medio de sus múltiples ocupaciones, de tradiciones familiares que no siempre las favorecen y aun con el mayor peso y responsabilidad de la familia y el hogar sobre sus hombros, las cubanas siguen conquistando espacios de gobierno.
De ese modo, aunque lentamente y sin cuotas establecidas, las mujeres van incrementando su presencia y ejercicio del poder, desde que en 1976 se establecieran en el país los órganos del Poder Popular. De entonces acá, han pasado de ser el 15% para representar a más del 27% de los delegados de las circunscripciones.
La búsqueda de un lugar propio en la sociedad tiene larga data para ellas, desde la época en que casi andaba huérfano el continente de movimientos feministas y en la Isla se creaba el Club Femenino de Cuba. Y también desde temprano empezaron las cubanas a pedir su derecho al voto. Pero no fue hasta 1940, al cobrar efecto la nueva Constitución, que se hizo firme su derecho al sufragio y otros preceptos de avanzada que entonces la ley establecía, como la igualdad con independencia de la raza, la clase y el sexo; el derecho a ejercer algunas funciones civiles sin necesidad de la autorización del marido, y la protección de la maternidad obrera por igual para solteras y casadas. Sin embargo, de la letra a la realidad, siguió tardando la justa estimación para que las mujeres comenzaran a ejercer plenamente sus derechos.
Hoy día las cubanas concurren al proceso e1eccionario en igualdad de oportunidades para elegir y ser elegidas, de modo que su representatividad -más alta o menos alta- responde más al reconocimiento real de sus condiciones y capacidades, y no precisamente al cumplimiento de una norma, en este caso.
El número de mujeres nominadas en Cuba como candidatas para ocupar los puestos de delegadas en la circunscripción, primer escalón de gobierno a nivel de barrios, creció al final de las asambleas que acaban de culminar en la Isla, para dar paso a los sufragios que se extendieron hasta finales de octubre.
Entre las más de 37 300 personas nominadas esta vez, casi el 29% fueron mujeres, lo que significó 1500 propuestas más que en las elecciones anteriores. De ellas, más del 59% se desempeñaba hasta entonces como delegada, lo que habla del mérito, la responsabilidad y la seriedad con la que han hecho su trabajo.
«Habría otras miles de compañeras que podrían ser nominadas y elegidas si tenemos en cuenta su desempeño”, comentaba Yolanda Ferrer, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, al referirse a la representatividad femenina en la sociedad cubana actual, donde las mujeres ocupan el 66% en la categoría ocupacional de técnicos y profesionales y el 40% en la administración central del Estado.
Si bien es cierto que, con el transcurso de los años, van quedando atrás concepciones viejas, estereotipos y criterios arraigados que hacían de la discriminación una práctica cotidiana, «todavía no hemos erradicado las viejas formas de pensar, porque hay quienes piensan aún que somos las únicas que podemos encargarnos de las tareas del hogar, los hijos y la familia. Pero quedan muy pocas pensando que no tenemos capacidad para dirigir, aunque sí que no tenemos tanto tiempo para la gestión o que, elegir a las mujeres significa sobrecargarlas de tareas», expuso.
En cambio, reconoció que las delegadas del gobierno en los barrios, las integrantes de asambleas de gobierno en municipios y provincias, y las que están en niveles superiores, en su mayoría son madres, tienen pareja, familia, «y eso no ha sido un obstáculo», alegó.
«La FMC nunca ha convocado a nominarlas o a votar por ellas por ser mujeres; abogamos porque se propongan y elijan a las personas con más capacidad, condiciones y experiencia, sean hombres o mujeres», precisó.
Sin apelar al sistema de cuotas vigente en otras latitudes, la presencia femenina en el Parlamento cubano es de 36%, el octavo lugar por países y el segundo en la región latinoamericana, después de Costa Rica (38,6%), según datos difundidos este año por la Unión Interparlamentaria.
Sin embargo, esa representatividad no se comporta igual en los niveles bajos o intermedios. La realidad demuestra que esas cifras cambian cuando se trata de las estructuras de gobierno más cercanas a la base -las que se acaban de renovar en la Isla-, y también si son de puestos de dirección directamente vinculados a la economía. Incluso en sectores como salud y educación, cuyo personal es mayoritariamente femenino, son pocas las directoras de escuelas y hospitales, respecto a los varones, que se desempeñan como tales.
Entre las muchas razones que limitan el acceso de las mujeres a estos puestos está que, a la hora de elegir o asumir tales responsabilidades, a veces no se piensa en ellas y sus posibilidades, cuando no son ellas mismas las que se rehúsan a aceptarlas, pues temen sobrecargar sus días, ya muy presionadas con el trabajo y las encomiendas familiares y domésticas, que siguen siendo mayormente tareas de mujeres, aunque no faltan hombres que también las asuman.
Los prejuicios salen igualmente a relucir, de parte y parte. La investigación La igualdad de mujer en el proceso revolucionario cubano: teoría y práctica, realizada por la Federación de Mujeres Cubanas, constató que más de la cuarta parte de las personas entrevistadas dijo preferir a un hombre en lugar de una mujer que lo dirigiera. Además, el 30% del grupo entrevistado aseguró que ellos son mejores jefes.
Esta situación es más contradictoria cuando se sabe que las cubanas ocupan el 46% de los empleos en el sector estatal civil y son mayoría entre la fuerza altamente calificada. Sus avances tienen su base, además, en la formación profesional, pues el alumnado y los egresados de estudios universitarios lo integran fundamentalmente mujeres, al punto de acuñarse ya el término de que la Isla vive la «feminización» de la educación superior.
Ahora, cuando han concluido las elecciones y miles de mujeres por todo el país se adentran en las arduas y necesarias tareas del gobierno, sabemos, entonces, que quizás no estén todas las que tienen posibilidades y condiciones para ejercerlas. Pero estas que elegimos y reconocimos como buenas trabajadoras, líderes naturales y de altos valores, siguen ganando y defendiendo, poco a poco, el espacio que muchas han sabido conquistar.
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