Por: Yaren Rojas
El ejercicio sexual, tiene consecuencias claras en la identidad personal y necesariamente desencadena una serie de comportamientos habituales, propios de la sexualidad ( y no tan propios): en todas partes, y en todo momento el sujeto establece una identidad de genero, juega un rol dentro del mismo, y elige una orientación sexual. La sexualidad, como todos los comportamientos, está sujeta a estados patológicos, por una u otra razón.
El ejercicio sexual, tiene consecuencias claras en la identidad personal y necesariamente desencadena una serie de comportamientos habituales, propios de la sexualidad ( y no tan propios): en todas partes, y en todo momento el sujeto establece una identidad de genero, juega un rol dentro del mismo, y elige una orientación sexual. La sexualidad, como todos los comportamientos, está sujeta a estados patológicos, por una u otra razón.
1.2.Desmond Morris en su obra El zoo humano [1] , nos describe diez categorías de sexo y en cada una hace clara una posible desencadenación “antinatural”. La más patológica de las formas es el supersexo o sexo de estatus, ritual dirigido a la dominación y sumisión. Desmond, nos señala que las mamíferas cumplen la mayor parte del tiempo el segundo rol, mientras que el macho, cumple el papel dominante y aunque se den relaciones homosexuales, siempre existe este comportamiento piramidal.
1.3. Sobre el terreno de dominación, la simbolicidad fálica ha creado un culto que se esfuerza por la representación sustitutiva de los signos abiertos de antiguos pueblos en refinados simbolismos de la sociedad civilizada. Así, una corbata y el sentarse con las piernas abiertas, denotan un status sexual que antes se evidenciaba con el hecho de pintarse los miembros de colores y mantenerlos erectos antes de una batalla y mantener bien abiertas las piernas con el pene erecto para poner de manifiesto quién es el líder del grupo.
1.4. Los tabúes sociales nos han obligado a sustituir nuestras agresivas manifestaciones sexuales por símbolos. La femineidad se ha visto desvanecida por la potencia de instrumentos alargados y puntiagudos en la mayoría de los diseños de toda clase. Sin embargo, en general, puede observarse una gran pérdida de expresión sexual en nuestra civilización, puesto que todo es un símbolo, no una imagen idéntica alusiva.
1.5. Lo anterior ha traído como consecuencia un desplazamiento del ego sexual. Entre más intensa es la necesidad de autoafirmarse a través del sexo, las medidas tomadas para lograrlo pueden ser desesperantes y en la mayoría de los casos innecesarias. Las variantes sexuales o parafilias [2] , que bajo su medida, recompensan la apetencia sexual, son más bien la consecuencia de la presión de estatus que exige y opera en nuestra sociedad. De éste modo un individuo con necesidad de status, fácilmente caerá en el sadismo o en la pedofilia, donde el estímulo sexual se desencadena en la ansia de poder y dominación.
1.6. Sin embargo, Desmond considera que la verdadera promiscuidad es un mito, y que la relevancia del tema en nuestra época, es parte de la sublimación del propio deseo del sexo de status. Deseo que difícilmente –no por ello se excluyen los casos- podrá llevarse a cabo, pues requiere una expulsión y reprobación social. Es sobre la renuncia al instinto, sobre la cual está fundada nuestra cultura.
2. La cura de los estados patológicos.
La sublimación y concientización del comportamiento sexual agresivo de nada sirven, si no tiene una satisfacción real, el deseo continua latente. Wilhelm Reich, en su obra La revolución sexual [3] , propone una tesis que destruye la dogmática antitesis entre cultura y sexualidad, fundamentada principalmente por Freud, quien según la critica de Reich, se hizo acreedor a sí mismo de la cultura por la renuncia a su propia teoría de liberación del instinto. Es cierto que el análisis puede liberarnos de la cadena de deseos y patologías por medio de la represión, mas no por ello se reprime la propia sexualidad.
2.1. Reich, hace claras distinciones antagónicas entre la regulación moral y la regulación por la economía sexual. El segundo es el resultado positivo del ejercicio de una sexualidad sana. El primero, es la regulación correspondiente del individuo neurótico.
2.2. Wilheim, afirma que las exigencias morales en torno a la sexualidad, recurre a conflictos en la base psíquica del individuo y de la sociedad en general. Las exigencias morales han creado un estado vegetativo que imposibilita los estímulos sexuales y su capacidad de satisfacción. Pero, si es posible cambiar este comportamiento en un sujeto, es posible cambiar el comportamiento de las masas. La finalidad, es que la capacidad natural de satisfacción sexual deje de ser sustituida por formas antinaturales, además de lograr su plenitud de expresión en el orgasmo. Para ello es necesario eliminar las inhibiciones, los traumas, las fijaciones la ansiedad y los tabúes en torno a la sexualidad.
2.3. La simplificación del comportamiento sexual trae consigo una compensación, no una supercompensación, propia del sexo de status. Dicho en otras palabras: el sentimiento de inferioridad es intercambiado por un sentimiento de confianza en la propia capacidad, eliminando la agresión y el ansia de dominación equivalente a la autodefensa del individuo frente a la sociedad moral. La afirmación del individuo, propicia la aceptación del placer y el término de la culpabilidad frente al mismo: el individuo sano ya no tiene moralidad, porque no tiene actos impulsivos que necesiten de regulación rígida.
2.4. La autorregulación es la afirmación de la potencia orgiástica: el principio de economía sexual. Dicho principio facilita la monogamia y la armonía entre dos individuos sanos.
3. La resistencia cultural.
Sin embargo, no por ello ha concluido la miseria sexual. La economía sexual es tan sólo una lucha. Su propuesta hace evidente lo podrido que hay en la sociedad. El individuo enfermo difícilmente renunciará a su medicina y, si hay una cura natural ¿quién se lo dirá? La mayoría de las desavenencias sexuales, son una lucha inconsciente del individuo con su misticismo y moralidad, no siempre evidencialmente latentes.
3.1. En nuestro esfuerzo por ser infelices afianzamos el poder de quienes mantienen las diferencias económicas para lograr la miseria de vida y a la esclavitud sobre la cual se basa la formación de la familia. Nuestra institución conyugal y/o relación patriarcal de dominación; es una fabrica ideológica [4] que produce prefijaciones necesarias para crear un odio entre los miembros actuales y posteriores.
3.2. En el tercer mundo hay un notable esfuerzo por ofrecer descripciones [5] que nos son propias a manera de datos generales, lo cual hace más patente cuan capaces somos de incrementar nuestro control general, y específicamente sexual: la sobrepoblación, los abortos, la maternidad joven, el patriarcado dominante, las madres solteras, el divorcio, el número de violaciones, etc., son algunos rasgos distintivos que señalan nuestro encantamiento por el sexo; sin duda, una delicada vulgarización instintiva.
3.3. Un tema tan amplio como lo es la sexualidad, fácilmente puede llegar a conclusiones inapetecibles cuantitativa y cualitativamente. Por economía, como los astronautas, nos tomamos una pastilla. Porque a nadie le gusta lo que decimos sobre la sexualidad, siempre nos compromete: nos da vergüenza ser felices.
Reich, Wilhelm, La revolución sexual, Ed.Planeta-Agustini, Barcelona, 1945, pp.31-64.
NOTAS
[1] Sexo procreador, de formación de pareja, de mantenimiento de pareja, fisiológico, exploratorio, recompensador por sí mismo, ocupacional, tranquilizador, comercial, y de status. (Sexo y supersexo en El zoo humano, de Morris, Desmond, Adolfo Martin trad., 1ra. ed., Ed. Tribuna, México, 1995, pp. 65-99.)
[2] Homosexualidad, Voyeurismo, froteurismo, exhibicionismo, fetichismo, zoofilia, sadismo, masoquismo, sadomasoquismo, necrofilia, coprofilia, pedofilia, gerontofilia, troilismo, pluralismo, trasvestismo, transexualismo, masturbación e incesto. (Expresiones en la conducta sexual y sus variantes en Salud y sexualidad, Anamiel Monroy, 1ra.ed., Ed Pax, México, 2002, pp.182-188.)
[3] Reich, Wilhelm, La revolución sexual, Ed.Planeta-Agustini, Barcelona, 1945, pp.31-64.
[4] La familia es la fuerza social más significativa para la gestación de los desordenes de conducta. Los factores que intervienen para la formación de pareja: culturales, económicos, biológicos, emocionales, morales, religiosos, etc., podemos reducirlos a dos. Que sobre este par de individuos se ejerza coerción abierta o no tan abierta, señala los detalles de las condiciones de interrelación - general - que se ejerce entre los miembros del grupo social al cual pertenecen, así como el estado general del mismo.
Las variaciones y grados de patologías, son tan numerosos como infinitas son las cruzas entre personalidades y temperamentos. El resultado de dicha combinación - por lo menos relativamente-, son la posibilidad de desarrollo de nuevos valores y a la vez, la consecuencia de una cadena sucesiva de formación que siempre se remite a la anterior: los padres cargan consigo la información de su núcleo y posteriormente, crearan otra información o la repetirán.
Además de lo anterior, el número de acontecimientos y situaciones de fijación dentro del núcleo familiar, estará determinado en gran parte por las condiciones socioeconómicas, temporal-espaciales y políticas donde se encuentren ubicados. Una repetición es siempre consecuencia de un estimulo de fijación fuerte. Sin embargo, se puede carecer de este estimulo primitivo y ser empujados hacia la patología por falta de estímulos.
[5] .Anamiel Monroy, Op.cit. p. 1.
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