principia marsupia Las mujeres británicas llevaban décadas reclamando el derecho al voto, pero los panfletos, las peticiones al Parlamento y las concentraciones pacíficas habían servido para poco.
Harta de protestas mansas que no llegaban a ninguna parte, Emmeline Pankhurst fundó en 1903 la Unión Política y Social de las Mujeres. “Hechos, no palabras” fue el eslogan elegido para la organización.
Las suffragettes se encadenaron a la entrada de Buckingham Palace, quemaron buzones, arrasaron hipódromos y campos de cricket, lugares tradicionales de reunión de la aristocracia.
Más de un millar mujeres pasaron por las cárceles. Una vez encerradas se declaraban en huelga de hambre. Las autoridades, aterradas de que alguna muriese y se convirtiese en mártir del movimiento sufragista, acabaron concediendo la libertad a muchas de ellas. Emmeline Pankhurst entró y salió 11 veces de prisión.
Las nuevas tácticas de protesta funcionaron: mucha gente estaba molesta por los fastidios provocados por las suffragettes, y eso precisamente logró que el derecho femenino al voto entrase de lleno en el debate público.
¿Cómo solucionar el asunto? Una souffragette llamada Bertha Brewster propuso esta ingeniosa solución en la carta al Daily Telegraph el 26 de febrero de 1913:
Estimado señor,
Todo el mundo parece estar de acuerdo en la necesidad de acabar con los problemas que causan las suffragettes; pero nadie tiene un plan concreto para lograrlo.
Hay dos (solamente dos) maneras de arreglarlo. Ambas serían efectivas.
1) Matar a todas las mujeres del Reino Unido
2) Dar a las mujeres el derecho a votar
Sinceramente suya,
Bertha Brewster.
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