María Centeno
RNV En mayo del año 1984 se reunieron en un bar de la avenida Francisco Solano de Sabana Grande un grupo de mujeres y un hombre para bautizar una revista. El bar era un sitio bohemio que tuvo corta vida y que se llamaba la Conjura de los Necios. Las mujeres eran Giovanna Mérola, Gioconda Espina, María Teresa Ogliastri, Zoraida Ramírez y quien esto escribe. El hombre no era otro que Salvador Garmendia, autor de la novela La Mala Vida, cuyo título toma prestada la revista que se estaba bautizando esa noche. Giovanna, ya fallecida, fue la madre paridora de esta publicación. Escribía, diagramaba, hacía ilustraciones, buscaba financiamiento y distribuía la revista. Posteriormente se incorporaron como colaboradoras Marta Bunster, Marta Yadira Rodríguez, Gladys Parentelli, Beatriz Cova, Morelba Jiménez, Luz María Varela y muchas otras y otros.
Al decir de Gioconda Espina, La Mala Vida fue mucho más que una revista. Lanzó cada número en bares, con fiestas abiertas a todo el mundo, organizó varios ciclos de cine, un concurso de cuentos y editó las dos primeras agendas feministas del país. A La Mala Vida se le invitaba a programas de radio y televisión, a foros, seminarios y cuanto evento tuviera que ver con la mujer.
En las páginas de la revista se tocaba con humor y desparpajo cualquier tema, desde sexo hasta historia, arte, política o crítica feminista. Para ella escribieron plumas como Tecla Tofano, Herrera Luque, Salvador Garmendia, y muchas otras. En los tiempos en que comenzó La Mala Vida palabras como feminismo, patriarcado, misoginia o machismo eran casi desconocidas. Llamar a una persona “feminista” era considerado un insulto. La revista se publicó hasta el año 1988, se editaron 15 números en lo que se convirtió en punto de referencia desde la izquierda de la lucha por la igualdad y por los derechos de las mujeres.
Años después apareció la revista feminista Mujer tenía que ser, hija de la Mala Vida. Pero ésta es otra historia.
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