En el género, como en la raza, la “no violencia” y el pacifismo son posiciones que representan a los privilegiados
Victoria Aldunate Morales - La Haine
A las mujeres se nos recomienda, a menudo, no resistirnos a la violación, porque podría atraer “peores consecuencias”. Si alguna mata a un agresor, se dice que alimenta el círculo de la violencia. Si respondemos violentamente a un acosador, se nos cataloga de “agresivas”.
A menudo se habla de “violencia cruzada” pasando por alto la violencia de la asimetría.
El primer y más importante paso de la creación del Patriarcado es el género. Sostenemos una forma de organización social estructuralmente violenta, jerárquica, de privilegios, estratificada y asimétrica. Es un proceso de Dominación que se extiende, además del cuerpo a los territorios. Por eso en el género como en la raza, la “no violencia” y el pacifismo, son posiciones que representan a los privilegiados.
Que una prostituta, una travesti, maten a un policía que las viola en una celda del E$tado, es un acto de violencia que se castigará contundentemente. Ellas no se salvan tampoco del oprobio. Pero cuando muere un detenido a golpes en la misma celda, “es un hecho que hay que investigar”; y cuando un policía, amparado por un gobierno, asesina a un joven mapuche en una recuperación de territorios –como al mapuche Matías Catrileo- el criminal uniformado termina siendo liberado como en $hile.
La moral patriarcal nos enseña que en vez de defendernos en situaciones de violencia machista, racista, sexista, debemos experimentarlas pacíficamente y esperar a que la sociedad entienda y transforme esta realidad. Para los cristianos será colocar la otra mejilla, para los agnósticos confiar en las instituciones creadas por el propio patriarcado: el E$tado, los gobiernos, las Policías, el Sistema Judicial, Los Centros de Ayuda Institucional... La moral patriarcal está para sostener su sistema y renovarlo, para justificar de manera presentable la Violencia desde la Dominación.
Los sujetos principales en el patriarcado no son la gente rebelde, pobre, loca, con SIDA, ni las niñas ni las viejas, ni las mujeres desadaptadas al patriarcado (a su Matrimonio, a su Pareja, a su Heterosexualidad, a su Familia);son los maridos, los padres –luego las madres-, los heterosexuales, los y las jóvenes exitosas, los hombres con poder, los caudillos - de la raza, género y práctica sexual que sean-, y por su puesto toda la burguesía que mientras más blanca, mejor -pero si no, igual les toleran-. Esta gente es la que concita la atención de sus iguales que están en el E$tado. Cuando alguna de estas personas muere por violencia, se produce conmoción.
Si muere torturada una mujer cualquiera, una trans, una lesbiana, no hay sorpresa. Cuando es asesinado un indígena por arremeter contra el colonialista, no se movilizan Gobiernos. Cuando una mujer es violada se busca en primer lugar su culpabilidad en los hechos, y en el acosador se destaca una psiquis frágil y deteriorada por efectos de una vida infeliz. Cuando un indio sin poder mata a un terrateniente se le llama terrorismo y cuando las policías del E$tado allanan comunidades indígenas o a otra gente rebelde, es seguridad ciudadana.
Que una comunidad despojada recupere sus territorios, es terrorismo. Que los ricos defiendan su propiedad privada, es constitucional. El patriarcado reserva casi exclusivamente el uso de la violencia a los hombres y a los poderosos.
¿Inclusión?
En este contexto asimétrico, desigual, se nos insta a que aceptemos, “manejemos” la realidad establecida y nos adaptemos a ella. Para eso es la ideología de la “autoestima” individual, sin colectivo ni organización y sin autonomía; para endosarnos la responsabilidad de no funcionar con las reglas establecidas. Para tener ese tipo de autoestima, entonces, hay que aceptar la inclusión. Que te incluyan en una forma de vida ajena, en espacios marcados por la Dominación.
La inclusión es machista, heteronormativa, es racista, es clasista. Y es arribista de nuestra parte, aceptarla. Porque la inclusión es anexarnos, aunque nos toleren con la nariz tapada por nuestro hedor. Olor a pobre, olor a india, olor a ismos, anarquismos, feminismos, marxismos… ¡tan pasados de moda!
Aceptar ser incluidas como unas impresentables y malqueridas es bien indigno. Es una vivencia triste que no fortalece nuestro amor propio y menos nuestra capacidad de rebelarnos y autoafirmarnos como seres y colectivos autónomos, capaces de autodeterminarnos.
El trato racista, el machista y misógino, el despojo, no son elecciones neutrales, sino voluntarias. Son violencia desde la Dominación. La Violencia cruzada no existe en un contexto así. La rabia va juntándose, transformándose en rebeldía y actúa. Y la violencia de los esclavos y la esclavas es igual de cruel que la que otro cualquiera. Sólo en eso vamos a la par.
* memoria feminista, feministas autónomas
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