Tatiana Rojas, integrante del colectivo Faldas en Revolución |
Marianny Sánchez AVN .-
Angélica prefiere mantener su verdadera identidad reservada. Solicita ser un seudónimo más cuya experiencia permanezca englobada en un indicador estadístico. Esta venezolana de 21 años es parte de los aproximadamente 40 millones de mujeres en el mundo que interrumpieron voluntariamente su embarazo en 2012, de acuerdo a cifras presentadas por el Instituto Guttmacher, líder en investigaciones sobre sexualidad y derechos reproductivos.
Tres semanas luego de haber puesto punto final a una relación de pareja signada por la violencia verbal y eventualmente llegada a física, descubrió que estaba embarazada. "Pensé en decírselo al papá pero le tenía miedo, a lo mejor eso iba a acarrear más golpes, porque la que se estaba cuidando era yo, con pastillas. La falla se debió a que me recetaron unos antibióticos por una infección y la medicina hizo que la pastilla anticonceptiva perdiera efecto", recuerda.
Dependiente aún de sus padres y negada a la posibilidad de retornar al vínculo amoroso agresivo que había decidido romper, tomó la decisión de interrumpir el proceso de gestación. "No veía muchas más opciones ni para mí ni para el bebé", dice y guarda silencio por un rato prolongado.
Fueron necesarios varios préstamos de amigas para pagar los 10 mil bolívares que un gineco-obstetra de una clínica privada de Caracas le solicitó para llevar a cabo el aborto por aspiración. Cancelados, el procedimiento no tuvo mayor complicación.
Aquellas que sin la disponibilidad de los recursos económicos no pueden acudir a la interrupción terapeútica, echan mano de los más variopintos métodos: brebajes e introducción de objetos vía vaginal suelen ser prácticas comunes entre las menos pudientes. No es gratuito que de las 434 mujeres gestantes que murieron en Venezuela durante 2009, 16% de ellas fallecieran como consecuencia de complicaciones derivadas de prácticas abortivas, como lo demuestran las estadísticas manejadas por el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
"La principal razón para que las mujeres decidan abortar son las razones económicas, otra es cuando no tienen pareja, no tienen vivienda, cuando no tiene ningún ingreso económico, que es totalmente dependiente de sus padres, o de su marido, hay muchas razones, pero la más frecuente que nosotros enfrentamos es la razón económica, por eso nosotras estamos hablando de acceso igualitario al aborto seguro, porque las mujeres abortan de manera segura cuando tienen dinero y pueden ir a una clínica con un método completamente salubre y el acompañamiento de un médico, pero las mujeres de bajos recursos no tienen acceso a eso", explica Tatiana Rojas, integrante del colectivo Faldas en Revolución, que desde 2011 asumió la tarea de activar una línea telefónica en la que se ofrece información sobre la práctica abortiva segura y desmedicalizada, cuyo protocolo avala la Organización Mundial de la Salud (OMS): la toma del misoprostol, medicamento mejor conocido como Cytotec.
Del total de las llamadas que recibió la línea Aborto Seguro en 2011, 44,3% de las mujeres afirmó que apelaban a esta opción por dificultades económicas, la siguiente razón fue porque consideraban que de dar continuidad al embarazo éste limitaría sus posibilidades de desarrollo laboral y académico.
Contrario a lo que se piensa, el informe de Faldas en Revolución revela también que el 55% de las usuarias de la línea se ubica entre los 21 y 30 años de edad y 49% ya tiene hijos. 60% alega que usó mal el método anticonceptivo y 40% que éste falló.
Debido a la complejidad de los motivos que intervienen en la interrupción voluntaria del embarazo y la cooptación del derecho de las mujeres a elegir sobre su cuerpo y su fertilidad que representa la penalización del aborto, la Araña Feminista (organización en la que convergen más de 20 colectivos de mujeres y por la igualdad de género) introdujo en 2010, ante la Asamblea Nacional, la propuesta de reforma del Código Penal venezolano, con el fin de que se remueva la interrupción del embarazo como una práctica punible en la legislación del país.
Entrados en 2013 la lucha en el campo de lo legal permanece congelada, los colectivos, sin embargo, siguen abonando las discusiones con las bases del Poder Popular y se encuentran discutiendo nuevamente la propuesta de reforma.
México, pionero en despenalización del aborto en Latinoamérica al aprobarlo en 2007, y Uruguay, donde está permitida la interrupción del embarazo desde diciembre de 2012, son dos de los ejemplos que cita Tatiana Rojas para afirmar que la legislación nacional está en deuda con la mujer venezolana. "Nosotras vemos el ejemplo de la Revolución Cubana, donde una de las primeras medidas que se tomaron fue la despenalización del aborto, y si vemos las cifras de mortalidad materna en Cuba, observamos que son bajísimas", agrega.
Y es que prácticas seguras para la interrupción del embarazo pueden ser salvadoras de vida. La Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología, por ejemplo, asegura que la interrupción del embarazo con Cytotec ha influido en la reducción de la mortalidad asociada al aborto en varios países donde este aún permanece en la ilegalidad, como Brasil.
La lógica de la maternidad como castigo a una sexualidad irresponsable o como destino obligatorio para todas las mujeres son algunas de las premisas soslayadas en el discurso de los sectores más conservadores, que se niegan a comprender la problemática que representan – para las mujeres y los Estados – los embarazos no deseados.
El anonimato de Angélica es producto del miedo al rechazo y a las acusaciones que compartir su testimonio podría acarrearle. "Es que nadie quiere pasar por un aborto, la gente dice muy libremente que una decide irse a abortar y ya, que uno no tiene corazón, pero es una decisión compleja y un proceso que, al menos para mí, fue muy emotivo. Uno no piensa 'ay, no pasa nada, si quedo embarazada, voy y me hago un aborto', quien ha pasado por eso muy seguramente nunca más querrá hacerlo", relata visiblemente afectada.
A pesar de las reticencias, Tatiana Rojas se muestra optimista ante la posibilidad de la despenalización del aborto en Venezuela. "Aquí se dice mucho que somos una sociedad conservadora, que no estamos preparados para eso, pero nosotras que estamos hablando todos los días con mujeres y hombres que muchas veces llaman en nombre de sus parejas, nos damos cuenta de que sí estamos listos, de que esto le puede pasar a cualquier persona, que de hecho nos ha pasado a casi todos, y si no a ti a tu vecina, tu hermana, tu prima, pero es un tema que aunque estamos acostumbraos a lidiar con él, tenemos una especie de doble moral al respecto. Hemos tenido casos de personas creyentes que nos dicen que creen que abortar es pecado pero que lo tienen que hacer igual porque no les queda de otra. Entonces yo creo que sí hay que hacer un trabajo de información y sensibilización, pero también hay un terreno fértil para dar el paso".
Educación para la prevención
La satanización, el señalamiento social y los riesgos de muerte intrínsecos a la clandestinidad son sólo algunas variables a las que están expuestas las mujeres que optan por ejercer su derecho a decidir sobre su propio cuerpo y sobre el momento adecuado para ser madres.
De allí que los colectivos que trabajan por la democratización de los métodos contraceptivos reconozcan la necesidad de acompasar la lucha por la despenalización del aborto de un profundo trabajo educativo que devenga en una cultura masificada de prevención.
"Una medida de despenalización del aborto tiene que estar necesariamente acompañada por una política de educación sexual y de acceso a los métodos anticonceptivos, porque a veces sucede que no siempre están disponibles en los dispensarios, o que la gente no conoce que hay sitios donde los dan gratis, veamos incluso cuánto cuesta una caja de preservativos en cualquier farmacia", explica Rojas.
Un estudio realizado por el Instituto Guttmacher, apunta que 222 millones de mujeres en el mundo desean evitar un embarazo, pero no están utilizando – bien por escasos recursos económicos, bien por la presión de complacer a sus parejas sexuales – un método anticonceptivo moderno.
Es por ello que la formación y sensibilización por la que trabajan - y en nombre de la cual organizan y dictan talleres en distintas comunidades de Caracas – no sólo va dirigida a la necesaria promoción de las opciones de anticoncepción y planificación familiar, también apunta a la deconstrucción de los discursos patriarcales que hacen del cuerpo de las mujeres objetos aptos de ser legislados por opiniones y medidas ajenas a las decisiones de las propias féminas.
"El tema del aborto es muy sintomático de todo lo que es el patriarcado en la sociedad, lo que se juega con él es el derecho de decidir sobre el propio cuerpo y el propio destino, a disfrutar de una sexualidad que no sea necesariamente con fines reproductivos. La cultura patriarcal nos dice que tenemos que ser madres obligatoriamente, pero se trata de una bendición y una decisión, y hacia eso hay que avanzar", comenta Tatiana Rojas, en representación de Faldas en Revolución.
El cuerpo de Angélica ha salido ileso, su espíritu sigue en parte cautivo del miedo a enunciar, con nombre y apellido real, su historia. Mientras tanto, al menos dos mujeres de Caracas ingresan diariamente a un hospital por complicaciones derivadas de prácticas abortivas clandestinas y la línea Aborto Seguro repica aproximadamente cinco veces.
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