viernes, febrero 01, 2013

Patriarcal victims

Detrás de toda esa retórica de la libertad de escoger tu propia estética se esconde una reformulación del patriarcado, que no ha desaparecido, que no ha caído
Arantza Santesteban / La Haine
Esquizofrenia. Quitando toda la carga que en relación a la salud mental tiene la palabra, me permito utilizarla hoy para explicar las sensaciones que en estos últimos días vengo haciendo conscientes. En realidad, no es una esquizofrenia puntual, qué va... es diaria, constante, sibilina y como una gota de agua que cae lenta y permanentemente sobre la cabeza.

Mi despertador suena cada mañana una hora y cuarto antes de la hora de entrada al trabajo. Cada mañana me meto en la ducha y cada dos días me lavo el pelo. Al salir de la ducha me peino, me doy espuma, me seco las puntas. Desayuno leche de avena, cereales integrales, pan de centeno, fruta. Voy al armario y empiezan los agobios. Qué me pongo hoy. Cómo supero lo que me puse ayer. Luego termino de darme mis cremas, el rímel, el desodorante.

En realidad, podría hacerlo en la mitad de tiempo. Pero... hay que prepararse para abrir la puerta del portal y enfrentarse al mundo. Ese mundo en el que hoy parece que todo se puede elegir. Porque, ¡qué leches!, hoy en día consumimos imágenes, ropas, estilos y frikadas de toda clase que con tan solo dar unos cuantos toquecitos con los dedos aparecen en nuestra pantalla e inundan nuestro cerebro.


Hoy puedes decidirlo todo, sobre todo puedes decidir cómo te construyes como sujeto social. Puedes elegir qué tipo de música escucharás, qué tipo de cine te gustará, qué tatuarás en tu piel y, sobre todo, cuál será la estética mediante la cual abrirás esa puerta del portal y le dirás al mundo: esta soy yo.

Es este un ejercicio que en términos del libre derecho a decidir lo que haces con tu vida y con tu cuerpo me parece bien. Joder, pero a mí esto de tener que estar constantemente decidiendo y buscando el estilo más exclusivo posible no me empodera. Me genera estrés, esquizofrenia. Porque por muy libres que seamos para decidir, el hecho decisorio, en la mayoría de los casos, está sujeto a la búsqueda de algún tipo de referencia. Y, casualidad, resulta que sigo pensando que nosotras – salvo algunas excepciones, como el colectivo lésbico y trans, que también cuenta con sus propias referencias– seguimos estando esclavizadas por la búsqueda de ese modelo de mujer que esté en el centro del deseo masculino.

Y el acto de desear y ser deseada está genial. Pero no olvidemos que el deseo también es una construcción política, que de momento, y desgraciadamente, no se enmarca en la libertad de decidir. Considero que detrás de toda esa retórica de la libertad de escoger tu propia estética se esconde una reformulación del patriarcado, que no ha desaparecido, que no ha caído –no lo olvidemos– y que sigue estableciendo qué es y qué no es deseable. Me pregunto hasta qué punto somos fashion victims o si, en realidad, somos más patriarcal victims. Si de verdad podemos decidir, decidamos. Decidamos de otra manera, en base a otras claves. Desertemos del deseo patriarcal y reformulémoslo sobre otros parámetros. Descubrir esos nuevos parámetros, para otro artículo o, tal vez, otros mil.

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