(Especial de SEMlac).- Tienen en común que viven en el centro mismo de la capital cubana, en la zona que muchos llaman "La Habana profunda". Han vivido, cada una, historias difíciles de discriminación y exclusión, pero han podido levantarse y dejarlas en el pasado. Conocen en carne propia la violencia, en sus más diversas variantes, y prestan sus voces para visibilizarla.
Yolanda Haten Fresneda, Yolier Vidal Aguillón y Mercedes de la Caridad Arlet son tres de las muchas cubanas que por estos días brindan testimonio en las cortes de mujeres de los Consejos Populares de Centro Habana, céntrico municipio de la capital cubana.
Las cortes son procesos y espacios simbólicos, éticos y políticos para visibilizar la resistencia y creatividad cotidiana de las mujeres en su lucha contra el patriarcado y por la justicia social.
Se proponen divulgar la pluralidad de voces, iniciativas y creación popular a favor de la solidaridad, la equidad de género, la cooperación, el cuidado, el trabajo colectivo, la integración social desde la diversidad, y todo lo que hace a mujeres y hombres crecer en su autoestima y dignidad. Por primera vez las cortes se realizan en Centro Habana.
Vidal Aguillón conmovió más de una vez al auditorio, gente del propio barrio, mujeres la mayoría, que acudieron a escucharla. Emocionó cuando tomó el micrófono y cantó a capella al público; o mientras levantó una bandera gay para ratificarse como defensora de los derechos sexuales y la libre identidad de género.
También cuando reveló lo que fue su primera relación sexual, a la muy temprana edad de 10 años: una violación colectiva en una escuela especial a donde había ido a parar porque no encajaba en ningún sitio con aquel cuerpo de varón que sentía, por sobre todas las cosas, que "quería ser mujercita".
Más de una vez se sintió "una estrella perdida en la Tierra", dijo. Tuvo que caer y levantarse muchas veces hasta reunir las fuerzas para hacer su propio camino, con el apoyo de otras mujeres, esas a las que reitera las "gracias porque creyeron en mí".
Las cicatrices de sus antebrazos delatan las veces que intentó quitarse la vida, algo que todavía le cuesta contar. Su valor confirma los deseos que tiene ahora de vivir y seguir adelante, mientras se empeña en su sueño de transformista de grandes espectáculos musicales.
"Las cortes también intentan trascender desde lo local a otros espacios nacionales y regionales, articulando las prácticas y las subjetividades de las mujeres, por lo que el proceso culminará en enero de 2013 con una corte similar durante la celebración en La Habana del X Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios", precisó a SEMlac Georgina Alfonso González, doctora en Filosofía.
Ella integra el Grupo de Estudio "América Latina: Filosofía social y Axiología" (Galfisa), del Instituto de Filosofía, entidad que junto a otras organizaciones cubanas y latinoamericanas convoca, desde 1995, a los Talleres Internacionales sobre Paradigmas Emancipatorios, en los cuales se insertan, desde hace 15 años, las Cortes de Mujeres contra la violencia.
En esos encuentros "hablan mujeres y hombres de una nueva generación de derechos humanos de la mujer, desde su subjetividad, autonomía y experiencias de vida como sujetos", agregó Alfonso a SEMlac.
Las historias encuentran su propio curso ante el público, fuera de todo guión o relato escrito. Haten Fresneda se remontó a sus 16 años, cuando tuvo a su primera hija "prácticamente sin ninguna ayuda", dijo, porque creciendo en una familia disfuncional, ganada por el alcohol, desde temprano le dieron la espalda. "Fue así como, dando tumbos, me uní a malas compañías", contó luego a SEMlac.
De la exclusión familiar a la calle, del abandono afectivo al robo, supo lo que fue la prisión y todos los tipos de violencia posibles, en su propia casa y en la calle. Luego vio repetirse su historia en la de su hija, quien también sufrió no pocos maltratos y abusos.
Haten conoció la marginación porque muchas personas la hicieron a un lado; pero también la solidaridad de otras que la defendieron y le tendieron la mano. "No ha sido fácil para mí, lo reconozco, pero hoy puedo estar tranquila porque tengo una vida, una casa, una pareja, una familia", aseguró.
En la búsqueda y selección de los testimonios se involucra la comunidad de forma consciente, detalló Alfonso.
"El acto de testimoniar presupone ser fiel a la verdad, pensando que la historia de una puede ser la de muchas mujeres. No se impone la palabra ni el silencio. Cada cual decide hablar por sí misma y, al hacerlo, convoca a otras personas", refirió.
Entre ellas estuvo también Mercedes de la Caridad Arlet, sometida desde niña a sucesivas operaciones que le permitieran caminar y superar la compleja discapacidad de sus piernas.
Callada, triste, rechazada, burlada muchas veces, tuvo que vencer dolores, incomprensiones y ofensas para cumplir sus metas. "Las personas discapacitadas estamos en la sociedad, vivimos en ella, pero tenemos que hacer un esfuerzo doble para vencer barreras e incomprensiones, y llegar a donde queremos y podemos", sostuvo.
Ella ahora es técnica en nutrición y trabajadora del Hospital Pediátrico de Centro Habana, ya se graduó de licenciada y aspira a cursar la maestría en su especialidad.
Para la periodista Isabel Moya, quien integró uno de los tribunales simbólicos de las cortes, la práctica del testimonio, en estos casos, resulta reveladora. "Todos los seres humanos tenemos heridas, unas más visibles que otras. Pero lo más importante es entender que la felicidad está en ese impulso que nos lleva a luchar por un sueño", señaló.
Presente en todas estas cortes, María Caridad Báez Sánchez, secretaria del gobierno municipal, cree que los testimonios son una enseñanza para quienes escuchan. "No vivimos en una sociedad perfecta, pero sí tenemos que hacer todo a nuestro alcance para que estas historias no queden ocultas ni se repitan, para ser mejores personas", comentó a SEMlac.
Centro Habana es el municipio más pequeño de la capital cubana y, actualmente, el más densamente poblado del país.
"En medio de profundas y complejas situaciones vinculadas al deterioro de las viviendas, el hacinamiento, las indisciplinas sociales, la contaminación ambiental, la carencia de áreas deportivas y culturales, se multiplican las experiencias comunitarias en las cuales las mujeres desempeñan un activo papel como líderes y promotoras de activismo social", explicó Báez Sánchez.
"Estas nuevas prácticas comunitarias dan cuenta de las posibilidades, no siempre visibles, que aparecen y se consolidan en espacios familiares y sociocomunitarios del territorio, como alternativas y sentidos de vida más humanos", abundó.
La idea de las cortes es que en la propia comunidad se cree el espacio para visibilizar las situaciones vividas por las mujeres, a favor de la solidaridad y las colaboraciones mutuas, a partir de experiencias que, en su mayoría, son promovidas y coordinadas por ellas.
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