MARCELA LAGARDE |
Etnóloga y doctora en Antropología.
Profesora de los postgrados de Sociología y de Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México, así como del Diplomado en Estudios Feministas. Presidenta de la Red Por la Vida y la Libertad de las Mujeres. Presidenta de la Comisión Especial de Feminicidio de la Cámara de Diputados de México de la LIX Legislatura. Diputada promotora de la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia. Autora de diversas obras feministas.
Desde hace más de 25 años, muchas mujeres hemos conocido y puesto en valor a través de la didáctica de Marcela Lagarde el inmenso trabajo que otras mujeres han realizado, fundamentalmente en el siglo XX, para que hoy podamos considerar nuestros los derechos que nos corresponden. Académica y feminista, su empeño vital es trabajar por alcanzar una vida digna y en libertad para las mujeres; a ello dedica todos sus esfuerzos.
Nacer en México ha marcado su experiencia. En su país la violencia entra casi en el terreno de la mitología con un continuo suceder de revoluciones sangrientas. Su juventud transcurrió en la América Latina de la revolución cubana. Ha vivido en un entorno de discursos beligerantes libertarios u opresivos que nunca la dejaron indiferente. No obstante, su educación ha sido pacifista en un país exaltador de las revoluciones: “Yo he optado siempre por la democracia y por la paz”.
Cuando Marcela Lagarde fue invitada para ser diputada por el Partido de la Revolución Democrática, ya había recorrido una larga trayectoria de militancia política con sucesivos encuentros y desencuentros en diversos partidos de izquierdas de México. A finales de los años setenta se incorpora al movimiento feminista del que forma parte activa y relevante desde entonces.
Antes de ingresar en la Cámara de Diputados de su país, trabaja como antropóloga con las feministas mexicanas para explicar qué está pasando en Ciudad Juárez en relación con los asesinatos de mujeres y niñas desde hace más de una década. Consecuencia de su análisis, al incorporarse como diputada, Marcela Lagarde llevaba en su agenda tipificar el feminicidio como delito de lesa humanidad y ello supuso un cambio de paradigma que le permitió aportar nuevas soluciones con las que avanzar.
Los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez se han presentado desde sus inicios como un problema estrictamente policial y, en gran medida, así se siguen considerando socialmente. La comisión parlamentaria presidida por Marcela Lagarde se denominó Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana, evidenciando desde su inicio el cambio de perspectiva. A pesar de la gravedad y persistencia de los hechos, la constitución de esta comisión se demoró ocho meses en una legislatura de tres años: no constituía una prioridad para muchos de los diputados mexicanos.
Después logró ganar el presupuesto necesario para realizar una investigación diagnóstica en todo el Estado mexicano y así demostrar que los asesinatos no sólo se producen en Ciudad Juárez, sino que se extienden a todo el país. Junto con 70 colaboradoras expertas en género, elaboró la metodología adecuada para analizar los asesinatos desde una perspectiva feminista que explicara esta violencia en su verdadera dimensión, huyendo de prejuicios y tópicos y ahondando en las circunstancias que sirven de sustento a esta violencia extrema.
Mostrar los datos concluyentes de la investigación, a la Cámara de Diputados y al país, ha permitido enfrentar el problema desde la información y no desde la subjetividad. Ninguna sociedad puede aspirar a la paz sin construirla con las mujeres porque, en palabras de Marcela Lagarde, “hay una guerra no declarada, llamada violencia de género, de hombres sobre las mujeres y el Estado ha sido clave para que exista esa violencia, se reproduzca y reine la impunidad”. La sociedad habitualmente ignora y silencia la violencia que se inflige a las mujeres, de forma que ésta llega a formar parte habitual de las relaciones de todo tipo. La cultura machista refuerza insistentemente estas actitudes como algo natural; hay un refuerzo permanente en las imágenes, en los enfoques y en las explicaciones que legitiman la violencia: “Una de las claves que caracterizan el feminicidio es que estamos ante una violencia ilegal pero legitimada socialmente”.
En el transcurrir de la legislatura, Marcela y un grupo muy reducido de diputadas concluyeron que no bastaba con tipificar como delito el feminicidio aun siendo una de las expresiones más extremas de violencia. Había que legislar afirmando que la violencia contra las mujeres no es natural, que se puede eliminar si cambian las condiciones de vida de las mujeres, si cambian las relaciones entre los géneros, si cambian sus relaciones con el Estado. Como consecuencia de aquel empeño y una gran tenacidad en busca de los acuerdos necesarios, desde el 2 de febrero de 2007 está vigente en México la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
La Ley General aprobada es la primera ley en Latinoamérica que, desde la perspectiva de género y de los derechos de las mujeres, desarrolla las diferentes modalidades de la violencia: violencia en la familia, violencia en la comunidad, violencia laboral, violencia docente, violencia institucional y violencia feminicida; además establece los mecanismos para la erradicación de las mismas. Se trata de una política integral que articula y coordina a los tres niveles de Gobierno en la prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las niñas y las mujeres.
Podemos entender mejor la dimensión de la labor legislativa realizada con esta ley si sabemos que las mujeres con ideología feminista eran sólo tres en una cámara con 22 diputadas y 408 diputados y en un contexto socioeconómico marcadamente patriarcal como el mexicano. Marcela y su equipo se emplearon en el diálogo, en la razón y en la demostración científica de los argumentos: “En el método mismo estaba la construcción pacífica de las opciones”.
Al finalizar la legislatura, aun a pesar de sentir el privilegio de poder representar los deseos de muchas mujeres, Marcela Lagarde decide no continuar siendo diputada. Entonces funda, junto con otras mujeres, la Red de Investigadoras por la Vida y Libertad de las Mujeres, donde conviven opciones políticas distintas desde el respeto y el diálogo pluripartidista como herramientas básicas para construir nuevas alternativas. Y esta tarea no ha hecho más que empezar porque en México una ley general no es suficiente, se hace necesario legislar en cada Estado y a ello también está dedicada Marcela Lagarde, impulsando 32 leyes locales. No obstante, ocho Estados, los más conservadores, se resisten ferozmente alegando que esta ley atenta contra la familia.
Trabajar, como lo hace Marcela, por la mejora de las condiciones de vida de las mujeres en nuestro planeta supone poner el foco en la población que sufre las mayores desigualdades y, a la vez, en la población que atesora la mayor capacidad transformadora de toda la sociedad.
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