La Jornada A veces es casi increíble que lo ofrecido en el espectáculo político-electoral aquí no sea una parodia. ¿De verdad los aspirantes conservadores a la presidencia creen que Dios ordenó que a las mujeres no les sea permitido el acceso a la contracepción porque eso lleva al sexo irresponsable que, como todos saben, es trampa puesta por el diablo, y que esto amenaza a Estados Unidos?
Pues según lo que los precandidatos presidenciales republicanos y sus aliados en las legislaturas estatales y hasta en la federal han expresado durante las últimas semanas, parece que el tema fundamental para esta nación es el sexo. La contracepción y, peor aún, el derecho al aborto, son presentados como algo que vuelve prostitutas a las mujeres: algo que los hombres tienen que controlar en el nombre de Dios.
De pronto, los republicanos, que abogan por reducir la intromisión del gobierno en los asuntos de los individuos, desean –cuando se trata de las mujeres– imponer regulaciones y obligaciones que, según ellos, son provenientes de Dios.
"Si quisiera tener al gobierno en mi matriz, me cogería a un senador", se leía en la pancarta de Judy McIntyre, senadora estatal demócrata por Oklahoma, furiosa porque los republicanos en su legislatura estatal habían impulsado un proyecto de ley que busca definir a los fetos como "personas".
Pues según lo que los precandidatos presidenciales republicanos y sus aliados en las legislaturas estatales y hasta en la federal han expresado durante las últimas semanas, parece que el tema fundamental para esta nación es el sexo. La contracepción y, peor aún, el derecho al aborto, son presentados como algo que vuelve prostitutas a las mujeres: algo que los hombres tienen que controlar en el nombre de Dios.
De pronto, los republicanos, que abogan por reducir la intromisión del gobierno en los asuntos de los individuos, desean –cuando se trata de las mujeres– imponer regulaciones y obligaciones que, según ellos, son provenientes de Dios.
"Si quisiera tener al gobierno en mi matriz, me cogería a un senador", se leía en la pancarta de Judy McIntyre, senadora estatal demócrata por Oklahoma, furiosa porque los republicanos en su legislatura estatal habían impulsado un proyecto de ley que busca definir a los fetos como "personas".
Durante semanas, los precandidatos y legisladores conservadores han competido por ver quién es el más fundamentalista en torno a los derechos reproductivos de las mujeres (lo mismo por quién es el más antimigrante, antisindical, antigay). No sólo se han enfocado en quién es el más antiaborto, sino quién es el genuino defensor de la idea religiosa ultraconservadora sobre los contraceptivos. Insisten en que no se trata de algo contra la mujer, sino de "libertad religiosa".
El jueves pasado, el Senado de Estados Unidos derrotó por un margen muy cerrado (51 contra 48) una enmienda promovida por el republicano Roy Blunt que habría permitido a los patrones negar beneficios de seguro de salud que cubran control natal a sus empleadas si lo hacían por una oposición "moral" a la contracepción.
Los republicanos han acusado a los demócratas de "amenazar la libertad de religión", mientras los demócratas acusan a los republicanos de amenazar los derechos de las mujeres. Las iglesias, sobre todo la católica, han nutrido el debate, que se intensificó en torno a la reforma de salud de Obama, que incluye el pago de contraceptivos para mujeres.
Este ataque conservador es tanto a nivel federal como estatal. La semana pasada, en Virginia, legisladores estatales aprobaron una medida que estipula que a una mujer se le debe ofrecer una imagen de ultrasonido del feto antes de practicarle un aborto. No sólo eso, sino que la cámara baja de ese estado aprobó un proyecto que otorga el derecho a las personas –incluido un padre– de presentar demandas legales contra una mujer por la muerte de un feto. Hay iniciativas parecidas en varios estados más, reportó el columnista político Dana Milbank en el Washington Post, y preguntó: "¿cuándo pararán los republicanos su monólogo de la vagina?"
Este "monólogo" llegó a nuevas alturas el pasado miércoles, cuando el muy influyente locutor de radio ultraconservador Rus Limbaugh afirmó en su programa nacional que Sandra Fluke, estudiante de leyes invitada por legisladores federales demócratas a presentar su posición a favor del control natal en una audiencia, era una "puta". Argumentó que ella, al defender el principio de que entre los beneficios de su seguro de salud, deben incluirse contraceptivos, se "convierte en prostituta. Quiere que se le pague por tener sexo". Los legisladores republicanos, en control de la cámara baja federal, no permitieron que Fluke se presentara y sólo quedaron hombres en el "panel" de expertos sobre el tema.
El viernes, el presidente Barack Obama se comunicó con Fluke para expresarle su solidaridad y agradecerle el apoyo a sus iniciativas de salud. Ella ha comentado a los medios que percibe los comentarios de Limbaugh y de otros como él como un "asalto" contra los derechos de la mujer, y como "un intento para callarme y callar a toda mujer".
Para la senadora federal demócrata Barbara Mikulski, el ataque republicano a la salud reproductiva forma parte de "un ataque sistemático contra las mujeres".
Algunos republicanos están preocupados por el impacto político de todo esto. Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y ex precandidato presidencial republicano, comentó: “hace que el partido no se vea como un partido moderno… que no entiende el mundo moderno en que vivimos”. Jeb Bush, hermano del ex presidente, afirmó: "yo era conservador", pero aclaró que ya no se identifica con la manera en que su partido enfoca estas posiciones.
Parte de la razón por la cual los precandidatos y otros políticos republicanos, incluidos algunos que ni comparten estas posiciones en privado, atacan temas como la contracepción es que la base del Partido Republicano ha cambiado. Ryan Lizza, de The New Yorker, explica que en los últimos 10 años los republicanos autoproclamados conservadores se han incrementado de 62 a 71 por ciento en las filas de ese partido; los que se consideran moderados se han reducido de 31 a 23 por ciento, y los que dicen ser liberales son casi inexistentes.
Oponerse a regulaciones gubernamentales que prevén pagar la contracepción (y por supuesto el aborto), según estos republicanos, es seguir los mandamientos de Dios. Como resumió el gran satírico Stephen Colbert en su programa Colbert Report, como según la fe cristiana la "transmisión de la vida" es un acto sagrado entre una pareja casada, en el que Dios participa al otorgar alma al ser que se está creando, los republicanos alegan que el presidente y los demócratas desean "obstaculizar el pene del todopoderoso".
El diablo, mientras, se muere de risa.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/03/05/opinion/023o1mun
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