Nuestra Gertrudis Gómez de Avellaneda, sobrepasa los límites de la época que le tocó vivir para perdurar y crecer con el tiempo, pletórica de significado literario y humano.
La Avellaneda surgió en un ambiente hostil al desarrollo de las facultades intelectuales de la mujer, pero su insuperable talento le permitió figurar entre los mejores escritores de su época.
Nació en Puerto Príncipe (Camagüey) ,el 23 de marzo de l614 y murió el 1 de febrero de l873 en España. En su ciudad natal transcurrieron su niñez y adolescencia. Allí comenzó a manifestarse la sorprendente precocidad de sus aptitudes literarias.
Vivió en España desde los 22 años con su familia. La nostalgia por el alejamiento de la patria, le hizo improvisar el famoso soneto Al partir, mientras el buque en que viajaba dejaba atrás a su querida Cuba. Este soneto encabezaría su primer volumen de poemas
Publicados en Madrid cinco años después.
Su obra literaria es múltiple, cultivando diversos género de modo notable.
Escribió poesía, novela teatro y se destacó en los tres géneros, al incorporar a las letras españolas el ambiente caribeño, sentido en Europa como exótico, en un tono melancólico y nostálgico. Ejemplo de ello son sus novelas Guatemozin, ùltimo emperador de México (l846) o El cacique de Turmequé (1860).
En Sap se hace patente su compromiso social, la primera novela antiesclavista de las letras españolas.
Su poesía se centra en el tema del amor desdichado y pesimista como puede verse en algunos de sus sonetos mas conocidos: A él, A la poesía, publicados antes de 1841 y recogidos en un libro de poemas en 1851.
En el teatro intentó fundir la tragedia clásica con el drama romántico, pero sin caer en los excesos de éste. Como en los dramas operísticos Saul (l849) o Baltasar (l858) considerado la mejor de sus obras por el retrato sicológico de sus personajes.
Gertrudis Gómez de Avellaneda, a pesar de haber sido muy valorada en su época, pasó después por un período de olvido, pero la crítica actual la considera una precursora del feminismo moderno, tanto por su actitud vital como por la fuerza que imprime a sus personajes femeninos literarios.
En su prosa tienen especial valor humano y documental su autobiografía y sus cartas. Estas contienen un valiente análisis que la propia escritora hace de sus sentimientos. En su epistolario figuran interesantes cartas íntimas al poeta Gabriel García Tassara, a Ignacio de Cepeda y a otros muchos amigos y familiares.
La mencionada autobiografía y las cartas a Ignacio de Cepeda, fueron publicadas por el Instituto del Libro con el título Diario de amor – Colección Testimonio – La Habana 1969.- En la contraportada de este libro leemos:” Para encontrar confesiones tan llenas de pasión y agonía, de devoción y grandeza, de ternura y astucia, habría que buscar en otras lenguas las cartas de Eloísa, de la monja portuguesa, o de las grandes heroínas de la literatura universal; en español no existe nada que pueda comparársele”.
La Avellaneda expresó lo femenino eterno- Sus versos no harán pensar en una fantasía, sino aluden a un ser real y concreto, suscitan la representación de una mujer sensiblemente humana que ama, goza o sufre; que piensa, siente o sueña; porque como dijera acertadamente don Marcelino Menéndez y Pelayo en su Antología de poetas hispanoamericanos: “La Avellaneda era mujer , y muy mujer, y precisamente lo mejor que hay en sus sentimientos de mujer, así como efusión del amor humano con los del amor divino. Lo que la hace inmortal, no sólo en la poesía lírica española, sino en la de cualquier otro país y tiempo en la ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente o impetuosa, ya mística y profunda en todos los anhelos, tristezas y pasiones, desencantos, ,tormentos y naufragios del alma femenina...lo femenino eterno es lo que ella ha expresado y es lo característico de sus arte”.
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