Claudia Pedreros
El Ciudadano Simples datos anecdóticos es lo único que conocemos acerca del pequeño grupo de mujeres que abrazó el sueño de la Independencia. ¿Quiénes fueron, qué hicieron y por qué han sido menospreciadas por la historia?
¿No hubo mujeres independentistas? ¿No hubo mujeres en las luchas por la soberanía, emancipación e Independencia de Chile? Pareciera que no. La narrativa de lo que fueron las luchas contra la corona española relega a las mujeres que sí participaron, de las maneras más diversas y valientes, en las batallas de todo tipo por lograr la independencia de esta patria.
Sorprende descubrir que entre ellas había desde señoras aristócratas hasta las más humildes chinganeras, prostitutas y campesinas, que abrigaron la causa patriota y, a pesar de su relegada condición social de esos años, jugaron un significativo rol en la construcción de esta nación.
Están ocultas detrás de los hombres considerados padres de la patria y cuyos nombres están plasmados en calles, plazas e instituciones. Están en el ideario colectivo de nuestro país. La historiografía ingratamente poco relata de las mujeres en la Independencia.
LA OFENSIVA DE LAS ARISTÓCRATAS
Una de las más conocidas -reconocida- es por su apellido, pero no por sus acciones. Javiera Carrera Verdugo, independentista de tomo y lomo, hermana de José Miguel, Juan José y Luis Carrera. Conocida señora de la aristocracia criolla del Siglo XVIII, fue una de las más audaces y fervientes defensoras de la cruzada emancipadora.
Según Vicente Grez, en su libro Las Mujeres de la Independencia, Javiera Carrera sólo tenía 25 años cuando dejó sus labores de “amorosa dueña de casa” para convertirse en una de las más importantes consejeras de la conspiración libertadora. Fue ella quien alentó a sus hermanos a arrojarse por la lucha de los ideales independentistas.
El historiador Martín Villaseca, indicó que la hermana de los Carrera había sido educada por los mejores profesores de la ilustración francesa, empapándose de toda la ideología revolucionaria y liberal de esos años. “Su connotada posición social la rodeó de los más ilustres que pasaron por Chile en esos años y, ya adulta, convirtió sus salones en epicentro de clandestinos encuentros de patriotas que estudiaban cómo hacer caer al gobernador español e instaurar la soberanía”.
Javiera Carrera también fue un importante puente de comunicación entre los patriotas que estaban en Chile y Mendoza, “ya que al igual que las más connotadas espías del mundo, supo utilizar sus encantos para cegar a los españoles y pasar inadvertida para cumplir con su misión”, señaló Villaseca.
Doña Paula Jaraquemada
Otra mujer que se aparece en los registros de luchadoras libertarias, también poco reconocida por su labor independentista, es Paula Jaraquemada Alquízar, quien durante el periodo de la reconquista española, tuvo el arrojo de frenar el avance de las tropas realistas que avanzaban sobre Santiago, luego de su triunfo en el desastre de Rancagua.
Se le reconoce haber convertido su casa en hospital para los soldados chilenos heridos en el combate y enviar caballos, alimentos y pertrechos a las huestes de San Martín y O´Higgins, que se preparaban en Mendoza.
Según Marcela Collantes, socióloga de la Universidad Diego Portales, el rol de la mujer aristócrata que participó en la independencia quedó en el ideario colectivo, por el arrojo que tuvieron al apoyar una causa, sin importar si contaban con el consentimiento de sus maridos y por romper el esquema de la señora de clase. “Recordemos que estamos hablando de principios de 1800, donde el rol de la mujer es netamente decorativo y su participación se debe, en parte, porque abrigaban la idea de crear una nación libre para todos, inclusive para una mujer de alta sociedad”, apuntó Collantes.
Sin embargo, la socióloga también sostuvo que tal vez sus acciones fueron meras casualidades y por eso la historia de nuestro país, que ha sido contada por hombres, las ha relegado a un rol meramente anecdotario.
LA ACCIÓN DE LAS ANÓNIMAS
Durante el periodo de la reconquista, muchas fueron las campesinas, prostitutas y chinganeras que ayudaron con comida, refugio y placer a los “alicaídos soldados chilenos” que resistían la contienda frente a los ejércitos realistas. Mientras otras se unieron a las tropas patriotas y alzaron las armas.
Hubo también una serie de humildes, pero sabias mujeres, que en pos del ideal nacionalista, ofrecían sus servicios sexuales a los soldados españoles para así obtener importantes detalles de sus planes y estrategias.
“Existen muchos textos que señalan que Manuel Rodríguez era conocido en la mayoría de los arrabales del otro lado del Mapocho y que en todas las ramadas, chinganas y burdeles del sector, las mujeres que ahí vivían le guardaban absoluta complicidad y lo apoyaban en sus escapadas. De esta forma, muchas seducían a los españoles para obtener información de sus tácticas y a su vez, desvirtuar la persecución de Rodríguez”, señaló Martín Villaseca.
Vicente Grez destaca en su libro que fue una mujer la que dio el último cañonazo de la Batalla de Maipú. Y también relata el caso de otra, que en el destierro a la isla de Juan Fernández de muchos patriotas durante la Reconquista, al percatarse que la comida se había acabado, optó por el suicidio para que su cuerpo fuera utilizado como alimento.
Según Villaseca, la historia jamás será objetiva y verídica en toda su amplitud, pero la deuda que se mantiene con el verdadero rol que desempeñaron cientos de mujeres durante los albores de esta República -aún en construcción- y que día a día siguen forjando, es uno de los grandes desafíos y deudas que mantenemos como país.
El Ciudadano Simples datos anecdóticos es lo único que conocemos acerca del pequeño grupo de mujeres que abrazó el sueño de la Independencia. ¿Quiénes fueron, qué hicieron y por qué han sido menospreciadas por la historia?
¿No hubo mujeres independentistas? ¿No hubo mujeres en las luchas por la soberanía, emancipación e Independencia de Chile? Pareciera que no. La narrativa de lo que fueron las luchas contra la corona española relega a las mujeres que sí participaron, de las maneras más diversas y valientes, en las batallas de todo tipo por lograr la independencia de esta patria.
Sorprende descubrir que entre ellas había desde señoras aristócratas hasta las más humildes chinganeras, prostitutas y campesinas, que abrigaron la causa patriota y, a pesar de su relegada condición social de esos años, jugaron un significativo rol en la construcción de esta nación.
Están ocultas detrás de los hombres considerados padres de la patria y cuyos nombres están plasmados en calles, plazas e instituciones. Están en el ideario colectivo de nuestro país. La historiografía ingratamente poco relata de las mujeres en la Independencia.
LA OFENSIVA DE LAS ARISTÓCRATAS
Una de las más conocidas -reconocida- es por su apellido, pero no por sus acciones. Javiera Carrera Verdugo, independentista de tomo y lomo, hermana de José Miguel, Juan José y Luis Carrera. Conocida señora de la aristocracia criolla del Siglo XVIII, fue una de las más audaces y fervientes defensoras de la cruzada emancipadora.
Según Vicente Grez, en su libro Las Mujeres de la Independencia, Javiera Carrera sólo tenía 25 años cuando dejó sus labores de “amorosa dueña de casa” para convertirse en una de las más importantes consejeras de la conspiración libertadora. Fue ella quien alentó a sus hermanos a arrojarse por la lucha de los ideales independentistas.
El historiador Martín Villaseca, indicó que la hermana de los Carrera había sido educada por los mejores profesores de la ilustración francesa, empapándose de toda la ideología revolucionaria y liberal de esos años. “Su connotada posición social la rodeó de los más ilustres que pasaron por Chile en esos años y, ya adulta, convirtió sus salones en epicentro de clandestinos encuentros de patriotas que estudiaban cómo hacer caer al gobernador español e instaurar la soberanía”.
Javiera Carrera también fue un importante puente de comunicación entre los patriotas que estaban en Chile y Mendoza, “ya que al igual que las más connotadas espías del mundo, supo utilizar sus encantos para cegar a los españoles y pasar inadvertida para cumplir con su misión”, señaló Villaseca.
Doña Paula Jaraquemada
Otra mujer que se aparece en los registros de luchadoras libertarias, también poco reconocida por su labor independentista, es Paula Jaraquemada Alquízar, quien durante el periodo de la reconquista española, tuvo el arrojo de frenar el avance de las tropas realistas que avanzaban sobre Santiago, luego de su triunfo en el desastre de Rancagua.
Se le reconoce haber convertido su casa en hospital para los soldados chilenos heridos en el combate y enviar caballos, alimentos y pertrechos a las huestes de San Martín y O´Higgins, que se preparaban en Mendoza.
Según Marcela Collantes, socióloga de la Universidad Diego Portales, el rol de la mujer aristócrata que participó en la independencia quedó en el ideario colectivo, por el arrojo que tuvieron al apoyar una causa, sin importar si contaban con el consentimiento de sus maridos y por romper el esquema de la señora de clase. “Recordemos que estamos hablando de principios de 1800, donde el rol de la mujer es netamente decorativo y su participación se debe, en parte, porque abrigaban la idea de crear una nación libre para todos, inclusive para una mujer de alta sociedad”, apuntó Collantes.
Sin embargo, la socióloga también sostuvo que tal vez sus acciones fueron meras casualidades y por eso la historia de nuestro país, que ha sido contada por hombres, las ha relegado a un rol meramente anecdotario.
LA ACCIÓN DE LAS ANÓNIMAS
Durante el periodo de la reconquista, muchas fueron las campesinas, prostitutas y chinganeras que ayudaron con comida, refugio y placer a los “alicaídos soldados chilenos” que resistían la contienda frente a los ejércitos realistas. Mientras otras se unieron a las tropas patriotas y alzaron las armas.
Hubo también una serie de humildes, pero sabias mujeres, que en pos del ideal nacionalista, ofrecían sus servicios sexuales a los soldados españoles para así obtener importantes detalles de sus planes y estrategias.
“Existen muchos textos que señalan que Manuel Rodríguez era conocido en la mayoría de los arrabales del otro lado del Mapocho y que en todas las ramadas, chinganas y burdeles del sector, las mujeres que ahí vivían le guardaban absoluta complicidad y lo apoyaban en sus escapadas. De esta forma, muchas seducían a los españoles para obtener información de sus tácticas y a su vez, desvirtuar la persecución de Rodríguez”, señaló Martín Villaseca.
Vicente Grez destaca en su libro que fue una mujer la que dio el último cañonazo de la Batalla de Maipú. Y también relata el caso de otra, que en el destierro a la isla de Juan Fernández de muchos patriotas durante la Reconquista, al percatarse que la comida se había acabado, optó por el suicidio para que su cuerpo fuera utilizado como alimento.
Según Villaseca, la historia jamás será objetiva y verídica en toda su amplitud, pero la deuda que se mantiene con el verdadero rol que desempeñaron cientos de mujeres durante los albores de esta República -aún en construcción- y que día a día siguen forjando, es uno de los grandes desafíos y deudas que mantenemos como país.
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