Si bien será la justicia estadunidense la que esclarecerá la responsabilidad del ahora exdirector gerente del FMI sobre los hechos que se le imputan, ¿qué queda en claro del affaire Dominique Strauss-Kahn (DSK)? Son muchas las personas que consideran que a DSK se le tendió una trampa para eliminarlo de la contienda presidencial en Francia y para dar un giro a la política del FMI. Dicha interpretación considera que le plantaron a la camarera del hotel como parte de un siniestro complot político. Y si bien no se puede descartar esa hipótesis hasta que la investigación termine, lo que llama la atención es que coloca como víctima de una joven inmigrante a un hombre poderoso con fama de “hipersexual”.
Las reacciones en el mundo ante la detención de DSK oscilan entre el desconsuelo y la indignación. Es un golpe para Francia, que tenía en él a su representante mejor situado internacionalmente para la conducción de los asuntos europeos en el FMI. Es un golpe para el socialismo francés, pues con él parecía posible vencer a Sarkozy. Y es un golpe para su familia; en concreto, para su mujer, quien además ha tenido que pagar los impresionantes costos económicos de esta lamentable aventura: millones de dólares entre fianzas, guardianes y abogados. La mayoría de los franceses están indignados por lo que les parece una injusticia, y sus amigos cercanos se resisten a aceptar que la “adicción al sexo” de Strauss-Kahn haya finalmente destruido la carrera política que llevaba construyendo con tanto éxito.
A la pregunta sobre quién se beneficia con este drama, la respuesta inmediata es “los grupos de derecha”: la derecha francesa, la derecha financiera, la derecha estadunidense, la derecha europea. Pero paradójicamente también se benefician indirectamente las mujeres como grupo social. ¿Por qué? Por el simple hecho de que una agresión sexual sea tomada en serio como un delito grave, y porque la circunstancia de que se trata de un hombre poderoso parece no haber influido en el proceso judicial. Así, el affaire Strauss-Kahn se ha convertido en una caja de resonancia de la arcaica desigualdad entre mujeres y hombres. Por eso dos profesoras de derecho, Ruth Rubio Marín y Stéphanie Hennette-Vauchez, han hecho un llamado a que las democracias cierren filas y articulen una condena unánime a los abusos sexuales (El País, 19 de mayo).
Sí, el affaire DSK cambia públicamente la relación entre el poder, el sexo y la violencia de género. Tradicionalmente, los actos groseros, libidinosos y acosadores de muchos hombres con poder han sido, y lo siguen siendo, la tortura de las mujeres que trabajan para ellos. Unas aguantan, otras se van, la mayoría callan. ¿Por qué? Porque es muy difícil probar una agresión sexual, a menos que implique una violación que deje huellas. Pero un manoseo o un forcejeo resultan casi imposibles de verificar. Es una palabra ante la otra. Y muchas mujeres toman una decisión de sobrevivencia laboral pues saben que, ante la posibilidad de perder el empleo, es necesario aguantar y callar. Con este panorama, ¿por qué denunció la camarera? ¿Qué la impulsó? ¿La seguridad de que sería respaldada? ¿La indignación ante la afrenta? ¿O el cálculo económico? Ojalá la investigación aclare esa incógnita. Por lo pronto, lo que sin duda resulta impactante es la forma en que ha reaccionado la justicia en Estados Unidos. Este es otro de los elementos que provocan sospecha. ¿Así de eficiente es la policía en todos los intentos de violación? ¿A qué se debe la velocidad y contundencia con la cual ha actuado?
Las diferencias culturales entre Francia y Estados Unidos, específicamente las relativas a la sexualidad, se han querido esgrimir para exculpar a DSK. Se desprecia el puritanismo de los estadunidenses y se señala que en Francia la pulsión sexual es bienvenida y celebrada. ¿Qué tiene de malo que un hombre le “meta mano a la criada”? Las respuestas sexistas, clasistas y racistas en torno al caso han indignado a las feministas francesas, quienes señalan que DSK tiene una larga cola de afrentas y que aunque en Francia nunca le había pasado nada, más allá de comentarios escandalizados o jocosos, ahora en Nueva York la justicia se la ha pisado, ¡y de qué manera!
Es evidente que la política es un campo minado, y nada más fácil para hacer explotar la carrera de un político que un escándalo sexual. Al exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional y hasta el sábado 14 por la tarde el esperado o temido candidato a presidente de la República Francesa para 2012, su desborde personal le ha quebrado su futuro político. Lo personal es político. Este eslogan de las feministas ha encarnado en DSK, mostrando cómo un problema íntimo tiene consecuencias públicas.
Sin duda DSK tiene parte importante en el conflicto que le atañe. Como señaló un comentarista francés, lo único que queda ahora por aclarar es si se trata de un suicidio político o de un asesinato político. Y la magnitud de las consecuencias se verá cuando se conozca el veredicto. Si el relato de la camarera resulta cierto, entonces podríamos decir que así como el pez por su boca muere, el macho por su pene muere.
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