Alba Trejo
(SEMlac).- "Cabeza de camarón", "cabeza de pollo", "mierda", "cholera", esos son los insultos que en coreano o inglés utilizan los empresarios para ofender a las guatemaltecas que laboran en las maquilas de este país.
Los insultos, que muchas veces son proferidos a gritos, se hacen acompañar de presiones saboteándoles sus tareas, robándoles cuotas o trasladándolas a las peores áreas de trabajo, donde las obligan a cargar bultos para desesperarlas y, tras ello, ceder a los chantajes sexuales, de los cuales son víctimas diariamente dentro de las maquilas.
Tania Palencia, socióloga, describe en su investigación denominada "Barriga llena no cree en hambre ajena" cómo en las maquilas persiste la intolerancia ante los embarazos de sus empleadas, el maltrato que las obligan a cumplir metas laborales bajo amenazas, o las sanciones económicamente impuestas si llegan a enfermarse y faltar a su trabajo.
Lilian Solís, de la unidad de Género del Ministerio de Trabajo, lo corrobora: la entidad pública ha recibido al menos 255 denuncias en un año por este tipo de abusos.
Guatemala cuenta con la Industria textil más grande de la región dentro de la cual existen alrededor de 40 empresas entre textileras e hilanderas, produciendo anualmente 165 millones en telas y 27 millones en hilos e hilazas.
En esta región vive la mayor parte de las mujeres indígenas, sin embargo, también las mestizas son contratadas por estas empresas.
Lilian comenta que no todas se atreven a llevar a cabo la denuncia cuando laboran, porque tienen miedo de quedarse sin nada, ya que las corren (despiden) de su empleo inmediatamente.
Por ejemplo, la trabajadora Lorena Simón, no se atrevió a hablar hasta que la empresa para la que trabajaba cerró de la noche a la mañana y dejó a 800 empleados en la calle y sin pago alguno.
"Controlaban el tiempo para ir al baño. Casi ni nos dejaban beber (agua) y por faltar un día para ir al seguro social nos quitaban 30 dólares del sueldo", relató en el estudio "Barriga llena no cree en hambre ajena" que documenta la situación de las maquilas en Guatemala.
Las guatemaltecas en las maquilas textileras o agrícolas no alcanzan a ganar siquiera el salario mínimo, que ronda los 250 dólares, y su sueldo mensual oscila entre 150 y 200 dólares.
Maritza Velásquez, de la Asociación de Trabajadoras del Hogar a Domicilio y de Maquilas, dijo a SEMlac que para las trabajadoras el salario se ve afectado cada fin de semana porque, cuando quiere, el empleador les hace descuentos antojadizos.
Abusos, presiones, chantajes, acoso son los elementos que conforman una maquila en este país centroamericano, en donde las reglas de contratación cambian cuando se trata de una mujer.
Tener 30 años de edad, ser mujer y sin estudios es sinónimo de inservible para algunos sectores laborales y, en el caso de las maquilas se confirma, relata Marta Olga Rodríguez, quien asesoró las mesas de trabajo para mejorar el empleo de maquilas por parte de la Comisión de la Mujer del Congreso de la República.
Velásquez dijo a SEMlac que, a principios de la década del ochenta, las trabajadoras de la maquila eran el 82 por ciento de la fuerza laboral, pero que hoy en día ese número ha bajado, ya que hay un sesgo de contratación de jóvenes varones, porque ellos tienen mayor capacidad física para alcanzar metas extenuantes y no piden permisos con frecuencia debido a compromisos familiares o embarazos.
El perfil de una guatemalteca que labora en las maquilas tiene el componente de la pobreza: viven en áreas marginales, no terminó la primaria y no posee ningún bien. De igual forma, son mujeres cuyas madres nunca tuvieron acceso al estudio y que se conformaron con vender verduras o lavar y planchar en casas particulares.
Además, Maritza indicó que en la maquila textil es donde está la mayor población de mano de obra, por tanto es donde hay más explotación, maltrato, represión a la organización, acoso y hostigamiento para sacar las metas en tiempo. Y en muchos casos las mujeres son obligadas a trabajar más de 10 horas al día, los siete días de la semana, por apenas 85 dólares quincenales.
De acuerdo a la Comisión de la Industria de Vestuarios y Textiles (Vestex), una entidad que agrupa a todos los empresarios de la maquila en este país, los apoya y respalda en la apertura de empresas textileras, más de la mitad de las maquilas son, en este orden, de origen coreano, estadounidense y guatemalteco.
Vestex tiene contabilizadas 156 fábricas de vestuario, con una capacidad instalada de 59,900 máquinas y una mano de obra de 56,702 trabajadores. Las áreas principales de operación están ubicadas al occidente del país.
Pero existen 271 empresas suplidoras de servicios y accesorios que forman parte de este cluster, en actividades como serigrafía, bordados, etiquetas, productos químicos, teñidoras, laboratorios textiles, entre otros.
La mayor parte de la industria textil y de vestuario se encuentra localizada en la región metropolitana y en el área circunvecina, distante a no más de 30 minutos de la ciudad capital.
El estudio "Barriga llena, no creen en hambre ajena" señala que, actualmente, las mujeres que han pasado de los 30 años de edad, son rechazadas porque tienden a enfermarse, y el empresario hace todo lo posible para que su personal se mantenga durante largas jornadas laborales.
Pero Lilian Solís, funcionaria del Ministerio de Trabajo, contradice eso y asegura que el 85 por ciento de la mano de obra en la maquila son mujeres, y que estas son jefas únicas de hogar y madres que deben cubrir gastos básicos, pago de servicios, educación y salud, con un salario diario de 7,05 dólares.
Floridalma Contreras, del área de la Mujer del Centro para la Acción legal en Derechos Humanos, dice que en los últimos seis años se tramitaron en Guatemala 45.196 denuncias laborales de la maquila.
Carla Caballeros, gerente de Vestex opina que no se puede generalizar, y que las empresas pertenecientes a ese gremio se ajustan a un código de conducta y que todos deben seguirlo.
A pesar de la situación que enfrentan, Tania Palencia puntualiza en su investigación que trabajar en las maquilas les ha permitido a las guatemaltecas un crecimiento en su fuerza interior, porque su salario les da poder para sobrevivir si sus maridos las abandonan, para darse valor y separarse de sus parejas (cuando sufren maltrato) o decidir tener un hijo y optar por no vivir con el padre.
(SEMlac).- "Cabeza de camarón", "cabeza de pollo", "mierda", "cholera", esos son los insultos que en coreano o inglés utilizan los empresarios para ofender a las guatemaltecas que laboran en las maquilas de este país.
Los insultos, que muchas veces son proferidos a gritos, se hacen acompañar de presiones saboteándoles sus tareas, robándoles cuotas o trasladándolas a las peores áreas de trabajo, donde las obligan a cargar bultos para desesperarlas y, tras ello, ceder a los chantajes sexuales, de los cuales son víctimas diariamente dentro de las maquilas.
Tania Palencia, socióloga, describe en su investigación denominada "Barriga llena no cree en hambre ajena" cómo en las maquilas persiste la intolerancia ante los embarazos de sus empleadas, el maltrato que las obligan a cumplir metas laborales bajo amenazas, o las sanciones económicamente impuestas si llegan a enfermarse y faltar a su trabajo.
Lilian Solís, de la unidad de Género del Ministerio de Trabajo, lo corrobora: la entidad pública ha recibido al menos 255 denuncias en un año por este tipo de abusos.
Guatemala cuenta con la Industria textil más grande de la región dentro de la cual existen alrededor de 40 empresas entre textileras e hilanderas, produciendo anualmente 165 millones en telas y 27 millones en hilos e hilazas.
En esta región vive la mayor parte de las mujeres indígenas, sin embargo, también las mestizas son contratadas por estas empresas.
Lilian comenta que no todas se atreven a llevar a cabo la denuncia cuando laboran, porque tienen miedo de quedarse sin nada, ya que las corren (despiden) de su empleo inmediatamente.
Por ejemplo, la trabajadora Lorena Simón, no se atrevió a hablar hasta que la empresa para la que trabajaba cerró de la noche a la mañana y dejó a 800 empleados en la calle y sin pago alguno.
"Controlaban el tiempo para ir al baño. Casi ni nos dejaban beber (agua) y por faltar un día para ir al seguro social nos quitaban 30 dólares del sueldo", relató en el estudio "Barriga llena no cree en hambre ajena" que documenta la situación de las maquilas en Guatemala.
Las guatemaltecas en las maquilas textileras o agrícolas no alcanzan a ganar siquiera el salario mínimo, que ronda los 250 dólares, y su sueldo mensual oscila entre 150 y 200 dólares.
Maritza Velásquez, de la Asociación de Trabajadoras del Hogar a Domicilio y de Maquilas, dijo a SEMlac que para las trabajadoras el salario se ve afectado cada fin de semana porque, cuando quiere, el empleador les hace descuentos antojadizos.
Abusos, presiones, chantajes, acoso son los elementos que conforman una maquila en este país centroamericano, en donde las reglas de contratación cambian cuando se trata de una mujer.
Tener 30 años de edad, ser mujer y sin estudios es sinónimo de inservible para algunos sectores laborales y, en el caso de las maquilas se confirma, relata Marta Olga Rodríguez, quien asesoró las mesas de trabajo para mejorar el empleo de maquilas por parte de la Comisión de la Mujer del Congreso de la República.
Velásquez dijo a SEMlac que, a principios de la década del ochenta, las trabajadoras de la maquila eran el 82 por ciento de la fuerza laboral, pero que hoy en día ese número ha bajado, ya que hay un sesgo de contratación de jóvenes varones, porque ellos tienen mayor capacidad física para alcanzar metas extenuantes y no piden permisos con frecuencia debido a compromisos familiares o embarazos.
El perfil de una guatemalteca que labora en las maquilas tiene el componente de la pobreza: viven en áreas marginales, no terminó la primaria y no posee ningún bien. De igual forma, son mujeres cuyas madres nunca tuvieron acceso al estudio y que se conformaron con vender verduras o lavar y planchar en casas particulares.
Además, Maritza indicó que en la maquila textil es donde está la mayor población de mano de obra, por tanto es donde hay más explotación, maltrato, represión a la organización, acoso y hostigamiento para sacar las metas en tiempo. Y en muchos casos las mujeres son obligadas a trabajar más de 10 horas al día, los siete días de la semana, por apenas 85 dólares quincenales.
De acuerdo a la Comisión de la Industria de Vestuarios y Textiles (Vestex), una entidad que agrupa a todos los empresarios de la maquila en este país, los apoya y respalda en la apertura de empresas textileras, más de la mitad de las maquilas son, en este orden, de origen coreano, estadounidense y guatemalteco.
Vestex tiene contabilizadas 156 fábricas de vestuario, con una capacidad instalada de 59,900 máquinas y una mano de obra de 56,702 trabajadores. Las áreas principales de operación están ubicadas al occidente del país.
Pero existen 271 empresas suplidoras de servicios y accesorios que forman parte de este cluster, en actividades como serigrafía, bordados, etiquetas, productos químicos, teñidoras, laboratorios textiles, entre otros.
La mayor parte de la industria textil y de vestuario se encuentra localizada en la región metropolitana y en el área circunvecina, distante a no más de 30 minutos de la ciudad capital.
El estudio "Barriga llena, no creen en hambre ajena" señala que, actualmente, las mujeres que han pasado de los 30 años de edad, son rechazadas porque tienden a enfermarse, y el empresario hace todo lo posible para que su personal se mantenga durante largas jornadas laborales.
Pero Lilian Solís, funcionaria del Ministerio de Trabajo, contradice eso y asegura que el 85 por ciento de la mano de obra en la maquila son mujeres, y que estas son jefas únicas de hogar y madres que deben cubrir gastos básicos, pago de servicios, educación y salud, con un salario diario de 7,05 dólares.
Floridalma Contreras, del área de la Mujer del Centro para la Acción legal en Derechos Humanos, dice que en los últimos seis años se tramitaron en Guatemala 45.196 denuncias laborales de la maquila.
Carla Caballeros, gerente de Vestex opina que no se puede generalizar, y que las empresas pertenecientes a ese gremio se ajustan a un código de conducta y que todos deben seguirlo.
A pesar de la situación que enfrentan, Tania Palencia puntualiza en su investigación que trabajar en las maquilas les ha permitido a las guatemaltecas un crecimiento en su fuerza interior, porque su salario les da poder para sobrevivir si sus maridos las abandonan, para darse valor y separarse de sus parejas (cuando sufren maltrato) o decidir tener un hijo y optar por no vivir con el padre.
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