Si la opresión de las mujeres no se puede explicar únicamente analizando el patriarcado, la LGTBIfobia mucho menos, ya que tanto el patriarcado como el capitalismo actúan conjuntamente y se apoyan en exclusiones en torno a normas que le son necesarias y que corresponden al modo propio de producción capitalista. Por tanto, la lucha del 17 de mayo no puede ser sólo y simplemente una lucha contra la LGTB-fobia a secas, sino que debe ser una lucha anticapitalista, antipatriarcal y antirracista, esto es, contra la raíz de la LGTB-fobia.
Las personas trans continúan luchando contra la transfobia médica, institucional, económica y social. Inmersas en mayores condiciones de precariedad, plantean estrategias de lucha revolucionarias mediante alianzas feministas que hacen frente a las opresiones múltiples en torno a la clase, la “raza”, la sexualidad y el género. Nos parece importante el cuestionamiento que se realiza hacia el binarismo que clasifica a los cuerpos como hombres y como mujeres y que no deja espacio aquellas personas que reclaman el cuerpo como espacio de resistencia y acción política frente a la cosificación de los cuerpos en ese binarismo. El test de la vida real es un ejemplo clarísimo de transfobia y de cómo desde instituciones legitimadas para ello se controla, se vigila y se cosifica a las personas en torno a unos ideales imposibles de lo que lo debe ser femenino y lo que debe ser masculino. Por ello, desde la Juventud Comunista rechazamos profundamente esta clase de prácticas que legitiman una especie de “policía del género” y consideramos la lucha por la despatologización de las identidades trans e intersex como un eje básico y primordial del feminismo revolucionario, transgresor y transformador.
Otra forma de LGTBfobia es el rechazo de parte de la derecha mediática y política a la reforma del código civil en materia de matrimonio y adopción. El pasado 22 de marzo se cumplieron 2.000 días del recurso del Partido Popular contra el matrimonio y la adopción entre personas del mismo sexo. Sus motivos se basan en fundamentos católicos e idealistas que consideran que el parentesco siempre ha sido exclusivamente heterosexual, y por tanto, abrir la puerta a la existencia de matrimonios no heterosexuales supondría la desestabilización de la supuesta naturalidad heterosexual de la familia, el matrimonio y el parentesco. Aunque tenemos una postura crítica ante la institución del matrimonio, consideramos que el reconocimiento legal es necesario para evitar parte de la exclusión material en que se encuentran inmersas las personas no heterosexuales, y por ello condenamos la LGTBi-fobia del Partido Popular, así como la lesbofobia y el machismo del PSOE cuando se niega a reconocer los derechos reproductivos de las mujeres lesbianas o que deciden acceder a este servicio público sin tener que dar cuenta de con quién o con quiénes tienen relaciones afectivo-sexuales.
No podemos dejar de lado el impacto que ha causado los recortes en prevención de VIH en la juventud en general a pesar del grave desconocimiento acerca de las prácticas sexuales de riesgo de la población en general. Es responsabilidad de las instituciones públicas la promoción de una educación sexual gratuita, de calidad y libre de moralismos que impiden actuar con eficacia sobre la realidad. Es necesario que se incremente y faciliten gratuitamente métodos de prevención en las escuelas, institutos, universidades, lugares de encuentro juveniles, sexuales, y de ocio, y no destinada sólo a hombres, como habitualmente se hace, sino también a mujeres. Desde la Juventud Comunista, exigimos a las comunidades autónomas que no recorten ni en céntimo más en prevención y especialmente la Comunidad de Madrid, donde existe un incremento alarmante de la tasa de nuevas infecciones y los principales recortes lo han sufrido los programas de prevención del VIH. Aunque efectivamente no existen grupos de riesgo, sino prácticas de riesgo, es una forma de homofobia,bifobia y lesbofobia liberal el hecho de que se dejen realizar campañas específicas efectivas para hombres que tienen sexo con hombres o para mujeres que tienen sexo con mujeres.
En estos meses diversos grupos de transmaribibolleras feministas han realizado denuncias por los privilegios de la Iglesia Católica en determinadas instituciones, como en campus universitarios. Es incuestionable que el pensamiento cristiano-católico está directamente asociado a los discursos morales establecidos en torno a los afectos y placeres entre la ciudadanía. Las instituciones eclesiásticas se han convertido en instituciones dotadas de una opinión sobre cualquier cuestión que afecte a los deseos, los cuerpos, los afectos y los placeres. Funcionan como instituciones de control social que allí donde se encuentran difunden discursos con principios basados en el odio y la misoginia y el rechazo a las prácticas sexuales con preservativo, por lo que promociona una cultura favorable al castigo ya que sólo consideran legítimas aquellas relaciones que se enmarcan en el matrimonio heterosexual y con fines reproductivos. Pero además, y sobre todo, han logrado que estos principios defendidos como válidos y universales sean aplicados a personas que no precisamente simpatizan con sus dogmas. Por ejemplo, la detención de las cuatro estudiantes el pasado 18 de marzo responde una vez a la injerencia de las autoridades eclesiásticas en las estructuras legislativas y judiciales. O que el Congreso de los Diputados se haya negado a condenar las palabras de Benedicto XVI sobre el uso del condón. Desde la Juventud Comunista condenamos estos privilegios y declaraciones de la Iglesia Católica que sólo inciden en la promoción del odio hacia las transmaribibolleras y hacia las mujeres mediante mensajes puritanos que pretenden normalizar cierto tipo de de relaciones afectivo-sexuales en detrimento de otras, y exigimos una verdadera laicidad a todos los niveles.
La Juventud Comunista considera que es necesario que la lucha continúe contra este sistema que nos asfixia, nos marca, nos explota y nos domina mientras unos pocos se benefician de nuestra situación. Es necesario recordar las experiencia de diversos colectivos de maricas, bolleras y trans que durante los años 80 y 90 lucharon contra la pandemia del VIH, las continuas agresiones a travestis y transexuales, y la lucha por los derechos mínimos, como el de expresar su sexualidad públicamente. También es necesario que la izquierda realice un ejercicio de autocrítica porque no siempre supo responder como le correspondía a estas luchas que, sin duda, eran y continúan siendo necesarias en un contexto donde es imprescindible activar las luchas contra el sistema para que las transmaribibolleras no paguemos la crisis que ha causado la patronal LGTBi-fóbica.
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