Este mes vuelve a celebrarse un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Durante esta jornada de protesta, millones de mujeres en todo el mundo saldrán a la calle para reivindicar sus derechos. En estos momentos de crisis económica, las mujeres estamos sufriendo los efectos de los recortes sociales más profundos en muchos años. La reforma laboral, la reforma de las pensiones y los recortes en los presupuestos de los servicios sociales (sanidad, educación, etc.) afectan doblemente a la mujer, que de por sí está en una posición de precariedad superior a la del hombre. Encargadas de los cuidados de los niños y ancianos y obligadas a trabajar por menos salario, las mujeres sufrimos una doble cadena dentro del sistema capitalista: la explotación y la opresión.
Pero las mujeres hemos estado también a lo largo de la historia a la cabeza de las luchas sociales y democráticas. El 8 de marzo es un día de visibilización de la lucha por la liberación de las mujeres. Pero cada día, de manera ‘invisible’, las mujeres luchamos para conseguir nuestra emancipación. Ya sea dentro de los sindicatos o grupos políticos, dentro de los colectivos feministas o con la lucha diaria de trabajar y llegar a fin de mes, las mujeres tenemos un papel activo esencial en la transformación social.
En las últimas semanas hemos visto en repetidas ocasiones imágenes de mujeres durante las revoluciones árabes: Túnez, Egipto, Argelia, etc. En primera línea de batalla, bien en la Plaza Tahrir o en la Plaza de Primero de Mayo, las mujeres han acudido en masa a las protestas para derrocar a los regímenes autoritarios que han dominado sus países en las últimas décadas. Ellas son de esos países a los que el mundo occidental quiere invadir para liberarlas. Pero no se cansan de decir que las únicas que se liberarán son ellas mismas.
Aunque hay infinitos ejemplos en los que las mujeres han luchado en las revoluciones democráticas y sociales, su imagen es siempre silenciada y su historia eliminada, al servicio del pensamiento sexista y de un sistema económico que necesita tener a las mujeres en un segundo plano. Aún así, a lo largo de la historia, las mujeres se han levantado una y otra vez para gritar que ellas no son el segundo sexo.
Pasó en la Revolución Rusa de 1917, cuando miles de mujeres participaron en la lucha por la libertad y el socialismo. Los avances en los derechos fueron rápidos y los más adelantados en la época: derecho al divorcio, anticonceptivos, igual salario, socialización de los cuidados, etc. Aunque la experiencia fue corta debido al aislamiento de la revolución y la contrarrevolución llevada a cabo por la burocracia estalinista, la experiencia creó un precedente.
El lema ya clásico “sin las mujeres no habrá revolución” se ha ido repitiendo en diferentes ocasiones en las que la lucha por los derechos sociales de la clase trabajadora ha ido de la mano de la lucha por la liberación de la mujer. Durante la II República, las mujeres también consiguieron una serie de derechos que situaban a la democracia del Estado español como una de las más inclusivas de la época. Y durante la Revolución Española, las mujeres tuvieron un papel clave en la consecución de los derechos sociales.
En los momentos en los que los pueblos se han levantado en contra de la tiranía y el capitalismo, nosotras hemos sido protagonistas de los movimientos de emancipación. Sin embargo, en nuestra sociedad sigue dominando la imagen de la mujer pasiva. ¿Cuántas revoluciones más harán falta para eliminar este estereotipo?
Ahora, con las revoluciones árabes, se vuelve a poner sobre la mesa la participación de las mujeres en la revoluciones. Nosotras también queremos igualdad, libertad y no tenemos miedo. Durante una revuelta social nuestra participación es fundamental para que los avances no se queden sólo en el plano formal, sino que haya un cuestionamiento profundo de los roles atribuidos a las mujeres y una ruptura de los mismos. Contamos con varios ejemplos históricos en los que hemos visto que cuando las mujeres participamos en las revoluciones, la lucha codo a codo con nuestros compañeros de clase hace crecer la conciencia. Sin embargo, esto no es un proceso automático. Por esta razón, nuestra participación en las revueltas es fundamental para conseguir nuestra liberación.
Recientemente, hemos visto también como millones de mujeres han salido a la calle en Italia para protestar contra la cultura machista promovida por Berlusconi. “Si no es ahora, ¿cuándo?”, gritaban las compañeras italianas. Aquí, en el Estado español, también tenemos miles de razones para salir a la calle. Cada ataque del gobierno a los derechos conquistados por la clase trabajadora es un ataque a nuestros derechos como mujeres. Y si a esto le sumamos el genocidio contra las mujeres por la violencia machista, la pregunta de las compañeras italianas es nuestra también. Este 8 de marzo salimos todas a la calle para luchar, pero al día siguiente no volveremos a casa.
Angie Gago es militante de En lluita / En lucha
http://enlucha.org/site/?q=node/15793
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