Desde una galería de roles estereotipados, los personajes femeninos en el cine latinoamericano han ido cambiando hacia mujeres más fuertes, más visibles, pero el camino de las realizadoras aún está plagado de trabas.
Madres y hermanas, novias y esposas, chicas malas y mujeres amadas "hasta el fin de los días" abundaron en el cine del continente en las décadas del treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX, según expuso la historiadora del arte y profesora María Caridad Cumaná, durante la octava edición del postgrado Género y Comunicación, impartido en La Habana por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
"Esta producción fílmica dejó su huella, en ella se educaron varias generaciones de las familias latinoamericanas y eso lleva tiempo para que cambie", reflexionó Cumaná, también coordinadora del Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño (www.cinelatinoamericano.org), de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
Un breve y vertiginoso recorrido por la historia del cine de la región permite apreciar cómo, desde esos estereotipos, se va llegando al reflejo de nuevas identidades de los sujetos femeninos en el cine, materializados en obras como las de la argentina María Luisa Bemberg (Yo la peor de todas), o la mexicana María Novaro (El jardín del Edén).
Madres y hermanas, novias y esposas, chicas malas y mujeres amadas "hasta el fin de los días" abundaron en el cine del continente en las décadas del treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX, según expuso la historiadora del arte y profesora María Caridad Cumaná, durante la octava edición del postgrado Género y Comunicación, impartido en La Habana por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
"Esta producción fílmica dejó su huella, en ella se educaron varias generaciones de las familias latinoamericanas y eso lleva tiempo para que cambie", reflexionó Cumaná, también coordinadora del Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño (www.cinelatinoamericano.org), de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
Un breve y vertiginoso recorrido por la historia del cine de la región permite apreciar cómo, desde esos estereotipos, se va llegando al reflejo de nuevas identidades de los sujetos femeninos en el cine, materializados en obras como las de la argentina María Luisa Bemberg (Yo la peor de todas), o la mexicana María Novaro (El jardín del Edén).
Sin embargo, para las cineastas mujeres no ha sido cosa de coser y cantar. Aunque ya están lejos los tiempos en que la propia Novaro tuvo que tramitar un permiso oficial ante el sindicato del cine de México, su país, para poder dirigir su ópera prima, hay prejuicios que persisten.
A juicio de la investigadora mexicana Patricia Torres San Martín, fue en el marco de las luchas por los derechos de la mujer en las décadas del sesenta y setenta que se incrementó de manera apreciable el número de realizadoras, reunidas en torno a colectivos de cine de mujeres en algunos países como México, Colombia y Venezuela.
En su artículo titulado "Mujeres detrás de cámara. Una historia de conquistas y victorias en el cine latinoamericano", publicado a fines de 2008 en la revista mexicana Nueva sociedad, Torres aseveró que "las guerreras feministas de los sesenta y setenta afirmaron una identidad de género y una autoría propiamente femeninas. Proyectaron la praxis cinematográfica como una expresión política y de emancipación".
Pero no fue suficiente. Por poner un ejemplo, el Colectivo Cine Mujer mexicano produjo por esos años filmes sobre el aborto, el trabajo doméstico, la violación y la prostitución, temas considerados tabú, por lo cual solo fueron exhibidos en circuitos comerciales mexicanos en 2006, durante la cuarta Muestra Internacional de Mujeres en el Cine y la televisión.
"Durante mucho tiempo, el trabajo de las mujeres ha estado invisibilizado en el mundo del audiovisual o subordinado al que realizan los hombres", precisó Cumaná.
Mientras los hombres son mayoría en roles de dirección, producción, fotografía, guiones, las mujeres han sido desplazadas a tareas como el vestuario, el maquillaje y, en algunas ocasiones, la edición, comentó la especialista a SEMlac.
En Cuba la situación no ha sido muy diferente. Después de que en 1974 Sara Gómez, la primera directora de ficción de la isla, produjo De cierta manera, pasaron más de tres décadas hasta que otra mujer pudiera posicionarse detrás de las cámaras para hacer un largometraje (Ciudad en rojo (2008), de Rebeca Chávez).
En declaraciones a la prensa cubana en los días del estreno de su cinta, Chávez apuntó que "para una mujer es más difícil" hacer cine en la isla, pues además de las dificultades comunes para todos los cineastas del país caribeño, debe lidiar con los chistes y las apuestas de personas que no confían en que concluirán su obra.
Sin embargo, para Cumaná resulta muy interesante la galería de personajes femeninos que aportó el realizador Humberto Solás al cine cubano. "Solás vio a la mujer como metáfora de la nación", aseveró.
"Vale la pena también dar una mirada atenta a la producción de documentales y cortometrajes dirigidos por mujeres, que ha ido creciendo en las últimas décadas", recomendó la experta.
Un sitio en internet titulado La mujer en el audiovisual contemporáneo, creado en los espacios virtuales del Portal del Cine y el Audiovisual Latinoamericano y Caribeño que coordina Cumaná, podría convertirse en referencia sobre el tema en la región.
Gestado con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, el sitio incluye siete secciones con referencias a más de 4.600 películas, festivales de cine femeninos, reseñas a publicaciones, datos sobre unas 2.300 realizadoras, documentos sobre el audiovisual y la mujer, noticias sobre el quehacer de las cineastas de otras latitudes y una muestra de obras plásticas.
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